Capítulo 19:
Las sombras no son tan profundas como las heridas del alma.
Maya Angelou
Sussanah
Obligada por Marina, me encuentro sentada en un tronco alrededor de una de las tantas fogatas que están esparcidas por varias zonas de la playa. En mi área, tres chicas están conversando y dos chicos están comiendo. No los conozco; probablemente sean de cursos inferiores. Los observo, aburrida. Detesto a Marina por dejarme sola; no tengo ni idea de a dónde fue.
Las demás no quisieron asistir: Daisy sigue de mal humor y Noelia se ha metido debajo de sus sábanas y no ha querido salir. Sentí una vibra extraña entre Noelia y Marina, pero no lo cuestioné. Seguramente tienen sus razones. Eso sí, aunque Marina trata de aparentar estar normal, se nota a leguas que finge su entusiasmo. No la entiendo, si no se siente cómoda, habría sido mejor que se quedara en la cabaña.
En cuanto a Lucas, se negó rotundamente a acompañarme a pesar de mis súplicas. Prefirió quedarse jugando en su teléfono; algún día se arrepentirá por dejarme sola. En cuanto a Levi, no sé nada. Le he enviado un mensaje y no ha respondido, supongo que no quiere estar aquí. Suspiro, han pasado alrededor de dos horas desde que comenzó el festejo y aún no ha ocurrido nada interesante.
En medio de la multitud, con gente comiendo, charlando e incluso bailando, la soledad me pesa. Doy un enorme bostezo y decido darle cinco minutos a Marina; si no llega, me iré a dormir. A punto de cumplirse el plazo, siento un cuerpo posarse a mi lado. Giro el cuello y descubro al primo de Levi: Luis. Con desinterés, vuelvo la cabeza a su posición original. Cumplidos los cinco minutos, intento levantarme, pero la voz del chico me detiene.
—¿Te vas? Si apenas empieza lo divertido.
—No hay nada divertido, así que mejor me voy —declaro.
—Podrías charlar conmigo —Volteo a mirarlo con una expresión de desconcierto, y él se encoge de hombros—. Puedo ser un buen conversador cuando no me consume la timidez.
—Sin ofender, apenas te conozco; no me gusta hablar con desconocidos —me cruzo de brazos.
—Pensé que solo yo era el tímido.
—No soy tímida —ruedo los ojos—. No es mi fuerte entablar una conversación con quien no tengo confianza.
—Tampoco yo —toma un poco de arena y la arroja al fuego. Las llamas se dispersan y vuelven a tomar su forma—. Me cuesta más trabajo hablar con chicas, pero tú me transmites un buen aura.
—Supongo que… —entrecierro los ojos—. Gracias.
Nos quedamos en un incómodo silencio. No sé en qué momento permití que ese chico se sentara junto a mí. La primera vez que lo vi, parecía ser callado, pero hoy está demasiado hablador para mi gusto. Miro en todas direcciones y no encuentro una forma de escapar.
—¿Te molesto?
—Algo —confieso.
—Al parecer tienes problemas con mi familia.
—¿Qué?
—Levi me contó que antes no se llevaban bien.
—Ah —muerdo mi labio inferior—, tengo que admitir que tienen el talento para ser un incordio.
Curva sus labios levemente. —Creo que el problema lo tienes tú.
—¿Por qué? No me interesa interactuar, pero si me molestan, ataco.
—No puede ser una casualidad que los tres te hayamos molestado a primera vista.
—¿Los tres?
—Si, ya sabes, Levi, yo…
—Y al parecer yo —interrumpe una voz.
Giro mi cuello y me encuentro con unas largas piernas. Voy subiendo por su cuerpo y descubro, con sorpresa, al jardinero de la casa de Levi. Me ofrece una sonrisa radiante, como si en mí hubiera encontrado un gran tesoro. Frunzo el ceño, sin entender qué le pasa a ese chico. El jardinero se sienta al lado de Luis y se saludan amistosamente. Chocan sus puños y después los codos entre sí.
—Te recuerdo —comento—. Eres el jardinero. También el que peleó con Levi aquel día —añado.
—Por eso te dije que fue molestia a primera vista —recalca Luis
—Cierto —reafirmo—, pero no entiendo —los señalo—. ¿Son familia? Pensé que trabajabas en la casa de Levi —le digo al último que llegó.
—Me gusta la jardinería —responde—. Me encargo de que todo esté en orden en ese aspecto, mi padre me lo permite —inclina su cuerpo hacia delante y me mira—, pero la verdad es que vivo ahí.
—¿Tu padre es jardinero? —cuestiono curiosa.
Los dos chicos se miran entre sí y sueltan una carcajada. —No —expresa con gesto que me indica que lo que he preguntado es lo más absurdo del mundo—, mi padre es el dueño de la casa.
Enseguida comprendo. —Eres hermano de Levi —afirmo—. Pensé que solo tenía una hermana.
—Te equivocas —se revuelve el cabello. Igual que lo hace Levi—. Hemos compartido padre y hermana desde siempre.
—Ah.
Me sorprende enterarme de que tiene un hermano y que nunca lo haya mencionado. Aunque no solemos hablar mucho de nuestras familias, él sí me ha hablado de su madre, e incluso conozco a su hermana. Es evidente que hay un lío en su familia; el chico y Levi parecen prácticamente de la misma edad. Presiento que hay un enredo bastante grande detrás de esto.