El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar.
Sun Tzu
Sussanah
En absoluto voy a jugar a eso. Puedo lidiar con cualquier otro juego, casi todos, pero no con el alcohol. Primero, no es saludable para el organismo, y segundo, mi estómago no lo tolera; tres tragos de ese "Vodka" y adiós a mi buen juicio. No, simplemente no.
—No seas aburrida —me dice una chica, Tara—. Es un juego inocente, aquí nadie va a salir herido.
Tara, junto con sus dos amigos Héctor y Fabián, son unos alborotadores. Estudian en mi mismo salón. Siempre están haciendo bromas y juegos pesados. A pesar de haber estado mucho tiempo en la misma clase que ellos, apenas si les he dirigido la palabra. No son mi estilo, se creen invencibles y son extremadamente arrogantes.
—Nada con el alcohol es inocente —contraataco—. Piensa en lo que dices, Tara.
—Lo que pasa es que tienes problemas para divertirte, todos aquí sabemos que eres una mojigata.
Me levanto como un resorte. Levi me agarra con la mano. —No, Suss, contrólate.
Levi tiene razón, no voy a permitir que esa chica me manipule. Me siento a regañadientes y le lanzo una mirada de desaprobación a Tara. ¿Quién se cree que es? Nunca habíamos hablado en la vida y se atreve a decirme cosas sobre mí. No tengo una lista negra, pero podría considerar comenzar una con ella.
Levi acerca su rostro a mi oído. La sorpresa me provoca un escalofrío que recorre mi piel. —No dejes que te afecte, esa chica no tiene ni idea de lo que está hablando —asiento en respuesta—. Si no te sientes cómoda aquí, házmelo saber y te acompaño a tu habitación.
¿A mi habitación? No tengo ganas de estar allí, solo quiero pasar un rato más en compañía de Levi. Me alegra que haya venido después de que le envié un mensaje de que estaría aquí un rato. Ahora no puedo simplemente irme, me quedaré un tiempo más y cruzaré los dedos para que la botella no quede en mis manos.
—No, está bien —suspiro—. No voy a permitir que me intimide, puedo soportarlo.
Me sonrió en respuesta.
—¿Entonces, Suss? —cuestiona ansiosa Marina—. ¿Te quedas?
—Sí —pronuncio de mala gana.
—¡Perfecto! Empezaré yo con el tingoteo.
Marina se coloca de espaldas al grupo y comienza a entonar: "Tingo-trago". Repite las palabras una docena de veces. Cada vez que la botella pasaba por mis manos, prácticamente se la lanzaba a Levi. Él se reía de mi actuar. Mi amiga detiene su canto y la botella queda en manos de un chico llamado Fabian. Él destapa con suficiencia la botella y sin dudarlo la inclina para tomarla. Estoy segura de que lo que consumió fue más que un trago, lo noté en su garganta mientras hacía varios movimientos para tragar la bebida. Separa la botella de su boca y se limpia con el hombro. Luego alza la botella con presunción, demostrando su victoria. Los demás lo vitorean.
—Bien hecho, Fabian —Marina le da un puño en su brazo—. Ahora pensaré en un reto para ti —lo medita un segundo—. ¡Ya sé! Este es divertido. ¡Quítate los calcetines con la boca!
Todos quedaron extrañados. Seguramente imaginaban que Marina le pondría algo más atrevido. Sin embargo, creo que es un reto digno de ver. Es imposible que no haga el ridículo. Fabian se quita los zapatos y empieza con su labor. Mientras intentaba con mucho esfuerzo quitarse la prenda del pie derecho, los demás lo miran con burla. Algunos sacaron sus teléfonos para grabar la escena, entre ellos Luis, quien no puede parar de reír junto a Sebastian.
No puedo negarlo, después de ver su arrogancia, verlo en esa pose me da cierto disfrute. Y aunque no pretendía hacerlo, también me estoy riendo de él. Incluso me han salido lágrimas. Miro hacia donde Levi y lo pillo mirándome, serio. Lo cuestiono con una ceja alzada y él solo niega y gira mi cara para que continúe viendo a Fabián. Al final, él logra quitarse los dos y se levanta orgulloso de su logro. Todos celebran entusiasmados y él choca los puños con Héctor y Tara.
—¡Ahora es mi turno! —grita Fabian.
Empieza a pronunciar el tingoteo y la botella vuelve a rodar por las manos de todos. Respiro tranquila cuando Fabián se calla y la botella termina en manos de Tara. Ella solo da un trago y después la aleja con el rostro arrugado.
—Listo —emite y termina tosiendo.
Fabian aplaude—. Ahora mi reto —levanta las cejas sugerentes—. Esto será divertido. Besa la parte de atrás del cuello de la persona que está a tu derecha —Tara mira Héctor y hace una mueca. Me río mentalmente: “y después la mojigata era yo, Ja”—. ¡Bésalo! ¡Bésalo! ¡Bésalo! —la alienta.
Marina a mi lado comienza a vociferar eufórica, igual que Fabián. Después los demás se unen. Yo prefiero no decir nada; esto es lo que no me gusta de estos juegos. Tara está incómoda y, debido a la presión del grupo, se verá forzada a hacer lo que le pidan. No es justo. Sé que recientemente fue grosera conmigo, pero eso no importa. No deben obligarla.
—Pienso qué… —intento decir, sin embargo, la voz de Tara me interrumpe.
—No digas nada, Sussanah, lo voy a hacer. No le huyo a nada.
Y lo hace. Se acerca a Héctor, quien está en posición recta e inclinando su cuello hacia Tara. Esta posa sus labios sobre él de una forma grotesca. Se supone que solo sería un pequeño beso, o eso imaginaba, pero ella se encarga de que sean más. Riega besos sobre su cuello, chupándolo como si fuera su helado favorito. Es obvio que él está encantado; los suspiros de placer que brotan de sus labios lo delatan.