A veces nos sentimos más vivos cuando huimos de lo que nos ata, aunque sea solo por un rato.
Haruki Murakami
Daisy
—Estoy bien. Ya te dije que después del fin de semana me quedaré en casa de Noelia y no pienso cambiar de opinión.
—No estoy de acuerdo Sysy, el lugar más seguro es nuestra casa. Regresa.
Mi hermano lleva media hora por teléfono intentando convencerme de que regrese a casa. No lo haré ni por todo el oro del mundo. Él, en conjunto con mis padres, preferirían que viviera en una burbuja, como si eso fuera a lograr que no sufriera nunca. Estoy harta de ellos.
—Olvídalo, no lo haré. Mejor concéntrate en tus estudios y deja de pensar tanto en mí.
—Cómo quieres que lo haga si solo le ocasionas dolores de cabeza a nuestros padres; ellos solo buscan lo mejor para ti, lo sabes.
—No, no sé nada. Adiós —pronuncio con dureza, colgando de inmediato.
Suspiro lleno de frustración. A veces quisiera mudarme a la luna, lo más lejos posible de ellos. Solo anhelo vivir como cualquier adolescente, sin tantas restricciones. A duras penas me permiten quedarme en casa de mis amigas. Aunque eso no es un gran logro, siempre están mandando mensajes de texto o llamando por teléfono. Comprendo a mis padres; tienen sus razones, pero mi hermano no las tiene. ¿Por qué no vive su propia vida? Desearía que encontrara una novia, que lo mantuviera ocupado y me olvidara a mí. Rezo todos los días a Diosito para que eso suceda. Hasta ahora, mis plegarias no han tenido éxito, sin embargo, sigo manteniendo la fe.
Es mediodía y se supone que debería estar recogiendo, junto con los otros compañeros, la basura esparcida en la nueva playa que nos asignaron. Sin embargo, estoy tumbada en mi cama, en las nuevas cabañas que nos dieron. Si soy honesta, siempre he sido un tanto perezosa; sobre todo porque cuando era niña fui bastante enfermiza y pasaba horas en cama. Ahora, es mi lugar favorito en el mundo. También prefiero pasar el tiempo en mi teléfono, viviendo en las redes sociales.
A veces, cuando tengo el ánimo, escribo algunos artículos para el periódico escolar. Desde que mis padres contribuyeron financieramente para que el periódico se hiciera realidad, los encargados del periódico me instan a escribir; al parecer, uno de los requisitos de mis padres es que yo publique. Antes, cuando nos reuníamos en cualquier salón para planear artículos, lo hacía por placer, pero ahora, con la presión, se ha vuelto tedioso para mí.
Estoy dándole ‘Me gusta’ a una foto de Lee Min-ho, cuando Noelia aparece en mi campo de visión.
—¿Algún problema? —dejo de lado mi teléfono y le sonrío amigablemente.
—Sabía que estarías aquí —se tira en la cama—. Marina te está buscando por todos lados. Como no hablamos, te salvaste de que te delatara.
Ruedo los ojos. —Marina es muy intensa, no tengo ganas de recoger basura, solo vine para huir de mis padres.
—No deberías huir de casa, Daisy —me aconseja.
—¿Lo dice la chica que planea irse con su novio de internet? —emito con sarcasmo.
—Es diferente, no tengo nada que perder en casa —se justifica—. En cambio, tú, tienes a unos padres que te adoran.
—Sí, es cierto, pero su adoración me asfixia. Ojalá tengan otro hijo y se concentren en él.
—Dudo que eso pase, tus padres lucen mayores para eso.
—Lo sé —emito con tono lastimero—, de igual manera, no pienso regresar allá por más que me supliquen.
—Como quieras, después no te vayas a arrepentir.
—No lo haré —me encojo de hombros—; tu casa es divertida.
Suelta una risa falsa—. Claro, porque siempre está sola.
Carraspeo. —No quise decir eso, lo sabes.
—Sí —murmura triste.
—¡Oye! —digo empujándola para sacarla de su estado de ánimo—. Esta muy linda tu camiseta, de dónde la sacaste.
Es una camiseta básica, de color blanco, con estampado de flores y mariposas.
Noelia la mira y estira el material. —Me la dio la madre de Marina, es una señora agradable.
—Sí, mi tía siempre ha sido buena onda —agrego.
Tomo mi teléfono nuevamente y abro Facebook. Tengo una adicción a esa aplicación, no tengo idea de cuántas veces la uso en un día, pero sé que es un número considerable.
—¿Sabes? —pongo mi atención en ella—, nunca he entendido por qué Marina y tú se llevan tan mal. Son primas, deberían quererse —hace un puchero—; yo no tengo ni una.
—Bueno, si —me miro las uñas con desinterés—. Es algo que no puedo explicar —sigo observando mi teléfono —¿Ya viste la foto que subió Tom Holland? Se ve divino.
—No, no lo he visto —pronuncia en tono molesto. Alzo una ceja cuestionándola—. Estás huyendo del tema.
—No, no lo hago —digo enfatizando fuertemente en el “no”—. Solo que no es importante.
Suspira. —Como digas —con Noelia fuera de indagación, retomo mi interés en Facebook.
—Daisy —me llama a los minutos, interrumpiendo otra vez.