A veces nos sentimos atraídos por las personas por razones que no podemos explicar, y eso es lo que hace el amor tan misterioso.
Nicholas Sparks
—Te juro que eso me dijo, Marina.
—¿Estas segura que no dijo que le gusta la playa?
—No, no tenía motivos para decir eso —replico exasperada—. Además, escuché perfectamente lo que salió de su boca, no estoy loca.
—Entonces, suponiendo que confesó que le gustas —da una palmada con sus manos—: es una gran noticia.
—No, no lo es —señalo—. No me gusta, no lo conozco, y lo más complicado, ¿por qué le gusto? Al parecer nos conocimos de niños, pero ha pasado mucho tiempo ¡No tengo por qué gustarle!
—Pero le gustas —emite con obviedad—, y no puedes hacer nada para cambiarlo. No lo puedes controlar, eso es lo complejo de los sentimientos.
—Aish, me intranquiliza. ¿Cómo puede soltar que le gusto como si nada? ¿Quién hace esas cosas?
—Fácil; la gente que no le teme al éxito.
—Marina.
—¿Sí?
—Vete, no me ayudas.
Llevamos más de una hora hablando de lo mismo y no avanzamos. Le he contado a Marina sobre lo que descubrí de Sebastian, y en lugar de ayudarme, me confunde aún más. Me dan ganas de sacudirla para ver si reacciona.
Después de la confesión de Sebastian, no supe cómo reaccionar, así que inventé una excusa y fui como una loca a recoger mis cosas para luego dirigirme al autobús. Antes de subir, me aseguré de que no hubiera rastro de Sebastian; afortunadamente no lo encontré, así que entré al autobús sintiéndome aliviada. A quien realmente deseaba ver era a Levi, pero no tengo noticias de él. Le envié un mensaje de texto y no me respondió. Está actuando extraño y supongo que debe estar lidiando con problemas personales. No profundicé en ello porque no sabría cómo ayudarlo. Tal vez es mejor que las cosas se queden así.
No pasaron ni cinco minutos cuando apareció Marina y no dudé en contarle todo lo que me había sucedido. Desde que conversamos sobre mis sentimientos por Levi, me he sentido con la confianza suficiente para hablar con ella. En esta ocasión me escuchó con atención, sin embargo, cuando llegó su turno de hablar, no me ofreció soluciones sino más preguntas.
—A menos que quieras que salte con el autobús en movimiento…
Pongo una expresión de cansancio. —No entiendo el mundo.
—¿Por qué?
—Por qué tengo que gustarle justo al hermano de Levi. Ya no es complejo todo de por sí.
Se encoje de hombros. —Ya te lo dije, no puedes mandar en los sentimientos de las personas. Ahora no lo vas a detestar solo porque le gustas, ¿o sí? —cuestiona con una mirada que asustaría al menos asustadizo.
—No —comento—, de hecho él me agrada. No recuerdo mi pasado con Sebastian, pero los pocos minutos que duramos hablando, me sentí cómoda —juego con mis manos—. De alguna forma, tuve la sensación qué éramos como viejos amigos que se habían reencontrado. Mi mente no lo recuerda, pero parece que, como llamarlo…
—¿Tu corazón? ¿Tu espíritu? —interroga entusiasmada.
—Digamos que eso; esas partes tiene la sensación de que de alguna manera estuvo cerca de mí.
—Te gusta —me pica el brazo con un dedo.
Niego. —Pero si te gustaba de niña.
—No sé qué tan real sea eso, pero si fue así, ya pasó. Solo me agrada.
—Tiene que agradarte si algún día pretendes ser su cuñada.
—No seré cuñada de nadie —suspiro—. ¿Por qué nunca me tomas en serio, Marina?
—Porque tú eres muy seria —emite con voz cansina—. ¿Crees que deba cambiarme el color de cabello? —se acaricia las puntas color chocolate—. Llevo buen tiempo con esto. He estado pensando en un… ¿naranja?
—Negativo —digo acomodando mi cabeza en el asiento—. Sin duda el chocolate te luce.
—Te haré caso, tienes buen criterio. Menos con los chicos, pero bueno.
—Marina —advierto.
—Ya, ya.
—Por cierto… —agrego.
—Mmm.
—Me han invitado a un concierto de música clásica —despega su cabeza del asiento y me mira interrogante—. Levi.
Se cruje los dedos con vigor y con una enorme sonrisa me dice:
—Cuéntame todo porque tenemos que prepararnos.
Lucas
Sussanah me dice que lo que siento por Noelia es un capricho, uno bastante inalcanzable. Yo no lo veo de esa manera, estoy convencido de que si me esfuerzo un poco más, ella reconocerá mi valía. Y estoy intentándolo, avanzando con pequeños pasos. Uno de esos es lograr entrar en su auto. Daisy también está aquí, pero algo es mejor que nada.
Daisy se ofreció a conducir y para mi fortuna, Noelia decidió sentarse conmigo en la parte de atrás del auto. Esa es una de las cosas que me agradan de ella, es tan amable. Los tres estamos charlando de manera amigable; sobre música, cine y un poco de literatura, aunque esta última no es mi punto fuerte. Las chicas son buenas conversadoras, pero debo añadir que Daisy a veces es un tanto volátil en su estado de ánimo.
—A mí me gusta Romeo y Julieta; soy fan de los clásicos —me comenta Noelia.
—Nunca lo he leído.
—¿En serio? —pregunta con los ojos en extremo abiertos—, pero es un clásico de la literatura. Incluso en la escuela lo mandan a leer.
—Bueno… mi escuela no es la mejor. Y si soy sincero, el romance no es lo mío.
Frunce el ceño. —Es una lástima, yo adoro el romance en cualquiera de sus manifestaciones.
Quise golpearme mil veces; perdí aún más puntos con ese comentario.
—Pero puedo intentarlo —digo tratando de remediarlo—. Recomiéndame algo.
—Creo que es obvio cuál te recomendaré.
—¿Romeo y Julieta? —asiente—. Podría intentarlo.
—Recomiéndale algo mejor —interviene Daisy mirándonos y un instante después se concentra de nuevo en la carretera—. ¿Qué tal El retrato de Dorian Gray?
—Ya lo leí —suspiro—. Suss me obligó a leerlo de niños; en ese tiempo era su libro favorito.
—Suss sabe lo que es bueno —alega Daisy.