Flor en tempestad

Capítulo 06

Seis

Your heart’s a bird without the wings to fly.

Ruelle & Fleurie

Eydell

Warren había sugerido que fuéramos al palacio, pues el príncipe, con su posición, podría ayudarme con mucha facilidad. Y como en realidad no tenía más por hacer, decidí aceptar su ofrecimiento, pese a que no tenía ni la menor idea de qué era lo que pasaría luego.

Briana, Aileen, Nia y su madre estaban en el jardín, junto a nosotros, a la mañana siguiente. Me había costado mucho conciliar el sueño, en algún momento hasta sentía unas ganas tremendas de ponerme a llorar, pero al fin, después de tantos intentos, había podido dormir un poco en la habitación de Aileen.

—Espero que podamos cenar juntas una vez más —dijo Briana, mientras me daba un pequeño bolso con algunos alimentos para el camino.

Warren había dicho que nos tomaría al menos medio día llegar a pie, y como no estaba en servicio, era la única forma de ir al palacio. Por mí no había problema, en realidad.

—Por si no vuelves, ha sido un placer conocerte, Eydell —me dijo Aileen con una sonrisa amistosa en el rostro —. Puedes quedarte con el vestido, llévatelo de recuerdo.

Así como el día anterior, me había prestado otro vestido para usar, en lugar de mi ropa que para nada iba con aquel lugar. El de esa vez era de color azul de Prusia con un corsé oscuro que hacía juego con las mangas igual oscuras que me caían hasta los codos. Encima me había puesto una capa ligera solo para darme sombra con la capucha si lo necesitaba.

—Llévala y que llegue bien con el príncipe, cariño —le dijo su madre tomando la mano de su hijo para reforzar la petición.

—Claro, madre. Así será.

Entonces Nia llamó mi atención jalando con suavidad la capa que llevaba puesta. Con ternura me agaché para poder mirarla a su misma altura.

—Gracias por decirle a Warren que me ayudara —expresé con mi voz, pero también intentando hacer la seña que me habían enseñado para dar las gracias.

Nia me respondió con un «fue un placer», así que me sentí feliz porque había aprendido correctamente a comunicarle algo.

—Si vuelvo, ¿me dirás lo que le dijiste a tu hermano en el bosque? —dije, y señalé con mi dedo a Warren.

La pequeña me miró unos segundos, y luego sonrió. También negó con energía. Fuera lo que haya sido eso que le dijo —y que lo incomodó—, lo descubriría después, así que solo me limité a devolverle la sonrisa, acariciar su cabeza y despedirme con mis manos como me habían enseñado sus hermanas un momento atrás.

—¡Lleva nuestros saludos a su alteza!

Después de la despedida, y de que Warren corroborara que todo estaba en orden, nos dirigimos por la vereda hacia el pueblo, y de ahí tomamos un camino que el día anterior no había visto. Warren me explicó que por ahí saldríamos directo un sendero que cruzaba el bosque que dividía al pueblo y las afueras del territorio del palacio, y que sería más rápido que cruzar por Eozhe, la ciudad que lo rodeaba. No debatí su resolución porque, a final de cuentas, ni siquiera sabía dónde estaban esos lugares, o cuál sería la mejor ruta, ni siquiera terminaba de creer que estaba en un reino fuera de mi mundo, pero decidí confiar en él y seguir sus indicaciones.

Después de todo, había evitado que me ahogara en el lago, y me había ofrecido techo y apoyo, así que mi lógica decía que no pretendía hacerme daño.

Llevábamos más de una hora caminando, aunque no podía saber con exactitud el tiempo puesto que no llevaba un reloj conmigo. De hecho, me había dado cuenta de que había perdido mi móvil cuando me cambié la ropa, porque no estaba en ninguno de mis bolsillos.

Debo llevar aquí un día entero…

No sabría con exactitud la hora a la que había llegado al reino, pero posiblemente ya había transcurrido un día, lo cual me llevó a preguntarme qué estaría pasando en mi mundo. Y, dado que el camino se había hecho tan largo porque habíamos andado en silencio, Warren tan inmutable que parecía que cualquier distracción significaría perder su vida, me aventuré a romper el silencio.

—¿El tiempo fluye igual tanto aquí como en mi mundo?

—Tengo entendido que sí.

—¿Quieres decir que allá sigue corriendo el tiempo como normalmente lo hace?

—No hay manera de detenerlo, salvo con un hechizo de gran magnitud —respondió serio—, pero si no había alguien a su alrededor cuando cayó al agua, la posibilidad de que hubiera un hechicero cerca para detener el tiempo es casi nula.

De pronto no supe si me sentía angustiada, si me preocupaba que me estuvieran buscando, o si me daba igual.

Warren

Ya internados en el bosque, me desvié hacia un riachuelo, de donde tomé agua con mis manos como si fueran un cuenco; ya necesitaba sentir el agua fresca para quitarme la sed de llevar rato caminando. Me volví hacia Eydell y descubrí que me observaba con desconcierto.

—¿Se puede hacer eso?

No respondí. En cambio, la miré con el mismo desconcierto. Señaló entonces hacia el riachuelo.

—Beber directamente de ahí —añadió.

—¿Por qué no deberíamos?

—No sé… por la contaminación o algo así.

No estaba comprendiendo del todo, pero su comentario me había provocado una sonrisa.

—Podemos beber sin preocupación. ¿En su mundo no lo hacen?

—No. Lo común es que bebamos del purificador, o agua embotellada, para evitar una infección.

—No sé cómo es el agua en su mundo, señorita Eydell, pero le aseguro que aquí no corre ese riesgo —afirmé, y me causó ternura la mirada vacilante con la que me veía—. ¿Quiere probar?

Dudó un momento. Me observó, luego al riachuelo, luego a mí nuevamente. Y, al final, cedió. Se arrodilló junto a mí, formó un cuenco con sus manos y cogió agua con ellas. Después bebió. Y de haber previsto la reacción que tendría, tal vez me hubiera preparado para aquello. Sus ojos se iluminaron, su rostro expresó asombro, y sus labios se extendieron en una amplia sonrisa.




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