Flor en tempestad

Capítulo 07

Siete

Eydell

Finalmente, después de algunas horas de camino, estábamos a las afueras del castillo donde vivían los soberanos de Ehaezia y su familia real. Warren me había explicado que la familia Phellgan, el apellido de la realeza, estaba compuesta por el rey Caelan y la reina Shea, los gobernantes, y sus hijos: la princesa Kathleen, a quien por ser la primogénita le correspondía la sucesión del trono pero que había dejado por voluntad propia para convertirse en la actual comandante de la Guardia Real, el príncipe Liam, sucesor al trono y a quien Warren servía, y su hermano menor Regan.

—Llamaré primero a Gilmer —informó Warren mientras caminábamos por un sendero en medio del bosque—. Será más fácil que pueda conseguir una audiencia con el príncipe puesto que él sí está en servicio.

No podría estar segura, pero juraría que había detectado molestia en su última afirmación.; algo me hacía pensar que le causaba conflicto tener vacaciones.

Pronto llegamos al final del sendero, y lo que vino después me dejó con la boca abierta. Nos encontrábamos al inicio de un puente de piedra, y debajo había un gran espacio abierto, no sabría decir de cuántos metros, pero muy profundo, que separaba el trozo de tierra por el que habíamos caminado, y otro al frente donde estaba construido un gran castillo de color blanco siguiendo la forma de una montaña, con torres finas y altas terminadas en punta a desnivel, y grandes cascadas cayendo por zonas salteadas entre las torres y la edificación.

—¿Ese es el palacio? —pregunté anonadada, aunque sabía perfectamente que era una pregunta un poco boba, porque estaba más que claro que era sí el palacio.

—Así es. El palacio Phellgan.

—Impresionante…

No, impresionante no era la palabra adecuada para describir lo que veía, pero no se me ocurría otra.

—Es todavía más hermosa la entrada principal, la que viene de Eozhe.

—¿Eozhe?

—La capital del reino. Es la ciudad que colinda con el palacio, se encuentra al oeste de aquí.

De pronto me sentí con una curiosidad enorme por ver esa entrada de la que Warren hablaba, porque si la entrada por la que estábamos me parecía impresionante, no podía imaginarme cómo sería la otra.

Warren y yo reanudamos nuestro andar para cruzar el puente que nos llevaría al otro extremo. Caminamos sin prisa, y precisamente eso me permitió acercarme a uno de los bordes para mirar hacia abajo y darme cuenta de lo alto que estaba, asombrándome y asustándome al mismo tiempo, tanto que preferí apartar la vista y concentrarme en lo que teníamos al frente: el imponente castillo.

Había creído que, al cruzar el puente, el cosquilleo en mi interior se calmaría, pero, por el contrario, el corazón me latía más rápido, quizás debido a que nos acercábamos a la edificación que, si de lejos se veía gigantesca, de cerca era otra cosa mucho mayor.

Warren me iba indicando el camino a seguir, puesto que subimos por varios tramos de escaleras en los que algunos se bifurcaban hacia otras direcciones, y cada vez sentía más irreal todo, pese a que ya había comprobado que, en efecto, estaba viviendo aquella experiencia. No podría decir con exactitud cuánto subimos, pero llegó un momento en el que no me podía imaginar que pudiéramos subir más, cuando nos detuvimos en un claro.

Al frente tenía el palacio, pero tras girarme para poder constatar la distancia que habíamos recorrido, la vista impactó en mí de tal forma que no me podía creer lo que estaba viendo. Había árboles extendiéndose por un amplio espacio, seguramente era el bosque por el que habíamos llegado, pintando de diferentes tonos de verde gran parte del horizonte. Continuando con mi recorrido visual, había, a lo lejos, construcciones que me parecían ser viviendas, y me hizo preguntarme si sería Eozhe o Dheinae, donde había estado antes. Fuera el lugar que fuera, era una vista espectacular, que combinada con el claro azul del cielo, las nubes, y algunas aves volando, me daba la impresión de estar contemplando un cuadro de temática fantástica.

Estuve, tal vez, unos minutos observando maravillada lo que me ofrecía el reino desde ahí, sintiendo el viento rozar mi piel y revolver mis cabellos, hasta que me volví hacia Warren, quien me había esperado con paciencia. Sonriendo con un poco de timidez, regresé a su lado y continuamos caminando. No habíamos avanzado mucho, cuando un chico llamó nuestra atención.

—¡Warren! No se supone que tengas que estar aquí sino hasta dentro de unos días.

Un joven alto y delgado se había acercado, dirigiendo su mirada de color miel hacia nosotros, pero más específicamente hacia mí, observándome con curiosidad.

—No estaría faltando a una orden de Liam si no fuera por algo realmente importante, Gilmer —sostuvo mi compañero, señalándome.

El joven con pecas salpicadas en su tabique y mejillas retiró un largo mechón de cabello color caoba que había caído por el costado de su rostro mientras intercambiaba una mirada conmigo. Llevaba puesto un uniforme elegante, con un saco que le llegaba hasta la mitad de sus muslos, pantalón impecable y botas altas, todo de color blanco con algunos decorados en celeste y plata. Portaba, además, una espada en su costado.

—Es usted humana, ¿cierto? —me dijo, y por algún motivo me sentí de pronto más pequeña de lo normal.

Asentí con algo de duda, y consternada. Definitivamente era hechicero, o brujo, o algo, porque ni Warren ni yo le habíamos dicho algo al respecto.

—Precisamente quería encontrarte. Ayer la rescaté del lago en el bosque cerca de Lenderae, evité que se ahogara —explicó Warren por mí—, pero ella asegura que cayó al agua en un lago de su mundo.

Ambos mantuvieron la mirada por unos segundos, serios; Gilmer parecía tratar de entender las acciones de Warren.

—¿Cuál es su nombre, señorita? —preguntó el hechicero dirigiéndose hacia mí, y aunque su voz era suave y muy amable, no podía dejar de sentirme encogida.




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