Flor en tempestad

Capítulo 14

Catorce

Eydell

Otra vez íbamos a bordo de la barca. Para nada me emocionaba el paseo, pero rodear el golfo a pie nos llevaría a cruzar, según me explicaron Gilmer y Warren, una cordillera, y eso nos retrasaría algunos días, y tampoco podíamos usar un medio aéreo porque en Nyverea no había espacio para que las criaturas que podían volar aterrizaran para permitirnos montarlos —aunque no sabía si me asustaba más el mar o conocer las criaturas de las que hablaban—. Así que estábamos sentados en las banquillas de la barca, en silencio, para colmo, trasladándonos de vuelta a Lenderae.

Liam aún se veía decaído. No había hablado casi nada cuando nos reunimos unas horas antes, ni cuando tomamos el desayuno en la posada —no sé qué comí, pero había estado delicioso—, ni tampoco cuando nos dirigíamos al muelle. Después de que Warren me contara lo que había pasado, podía entender que estuviera así, y me daba cuenta de que tanto Gilmer como Warren se sentían igual por él, por la preocupación que reflejaban sus rostros.

Y yo… En realidad, estaba detestando ir en la barca, me inquietaba caer al mar, y ni siquiera había podido dormir bien. Luego de que Warren me acompañara a mi habitación en la posada, me había quedado sola, algo que no había ocurrido en las noches que llevaba en el reino, y más que ayudarme, había terminado por perjudicarme, porque así estuve en silencio con mis pensamientos.

A veces un alivio, pero otras, un peligro.

¿Qué quería Nadur? ¿Lograría comunicarme con ella? ¿Valdría la pena? ¿Podría volver a casa? ¿Quería hacerlo? ¿Mis padres estarían buscándome? ¿Dean estaría preocupado? ¿Qué haría cuando volviera?

Esas y más preguntas habían llegado, una detrás de la otra, sin darme tregua para poder dormir, y como no podía silenciar mis pensamientos, lo único que hice fue lidiar con ellos a costa de mi descanso.

Puede que, por eso mismo, ni siquiera estuviera tan al pendiente de los movimientos ondeantes de la barca sobre el agua, ni de estar viendo hacia los bordes solo para asegurarme que seguíamos en buena posición para no voltearnos y hundirnos. Gracias, insomnio.

Agradecí volver a tierra cuando bajamos de la barca en Lenderae. La gente en la orilla nos recibió como si fuéramos los reyes del lugar. Qué va, nos acompañaba Liam, nada más y nada menos que el príncipe de Ehaezia, su príncipe. Solo que Liam no estaba del todo consciente de lo alegre que su gente se ponía al verlo.

Caminamos con calma por algunas de las calles del pueblo, ya que Gilmer le había sugerido a Liam que se paseara para ver a los pueblerinos y saludarlos. Casi sin ánimos, el príncipe había aceptado, pero no quería decir que lo estuviera haciendo con ganas. Los lenderences —gracias a Gilmer, que me había enseñado el gentilicio correcto— se acercaban para saludarlo, hacer reverencias y hacerle peticiones para que las llevara con el rey, así como también le deseaban salud, felicidad y todo lo mejor para cuando tomara el trono, que, según entendí, no debía faltar mucho tiempo para eso.

—Liam ama al reino tanto como a su familia —mencionó Gilmer en un momento, cuando el príncipe estaba conteniendo un ataque de cinco niños sonrientes—, solo necesita recuperar su seguridad.

Liam estaba sonriendo, junto con los niños, y eso parecía agradarles a Gilmer y a Warren.

—¿Antes era diferente? —pregunté, no segura de que fuera correcto indagar en su pasado.

—Solía ser muy alegre y confiado, muy seguro de sí mismo.

—¿Cambió después de la batalla? —pregunté, y me di cuenta de que Gilmer me veía con desconcierto. Me apresuré a agregar—: lo siento, Warren me contó un poco ayer. Me sentí preocupada por Liam, porque lo vi mal, y Warren solo intentó despejar mi duda contándome un poco al respecto.

—En realidad no es un secreto, fue algo que se supo en todo el reino —manifestó el hechicero. Por el tono de su voz y su mirada de pronto perdida, supe que le causaba melancolía—. Hace dos años de eso, pero Liam sigue cargando con una culpa que no le corresponde —cambió entonces su mirada hacia mí—, y se sumió en el pensamiento de que no es capaz de proteger a su reino.

Liam también había cambiado a raíz de un suceso. Claro que no podía comparar mi caso con el de él, ya que no eran situaciones siquiera un poco similares; yo había tomado una decisión, y él había hecho lo que correspondía con tal de conseguir la tranquilidad de su reino, pero ambos habíamos perdido algo con ello: yo mi sueño, y él parte de su gente y su confianza. Además, ambos coincidíamos en algo: vivíamos tristes, infelices, con culpas e inseguridades.

Aunque provenimos de diferentes mundos, nos parecemos, ¿eh?

—Por eso sugerí traerlo con usted, señorita Eydell. Al tratarse de un recorrido por distintos lugares del reino, Liam podría darse cuenta de que su gente confía en él, de que lo adoran y creen que será un gran rey, como lo han sido su madre y su padre. Una ocasión perfecta para aprovecharla sin que se viera forzada.

Me parecía excelente, por Liam. Pero entonces no pude evitar preguntarme, una vez más, por cierto: ¿qué hacía yo en ese viaje?

¿Cuál era el motivo para que yo estuviera ahí?

~

La noche cayó sobre nosotros más rápido de lo que habíamos esperado; tras llegar a un pequeño pueblecillo entre Dheinae y Eozhe, según lo que me habían explicado Gilmer y Warren, habíamos conseguido habitaciones en una posada para pasar la noche.

La cuestión era que después de haber observado el techo para contar las tablas de madera que lo conformaban, de haber ajustado mi almohada en repetidas ocasiones, y de haber dado varias vueltas en la cama, me había dado cuenta de que no podía dormir.

Genial.

Pensé en que, tal vez, salir y caminar un poco me ayudaría, así que no dudé un momento más y me puse de pie. Al menos, si no me daba sueño, por lo menos no estaría con la facilidad de escuchar mis pensamientos al distraerme con el exterior.




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