Flor en tempestad

Capítulo 19

Diecinueve

Eydell

Llegar a Eabenea fue un gran logro, si me lo preguntan. No porque el camino hubiese sido difícil, sino más bien porque fue largo; jamás en mi vida había caminado tanto. Los chicos habían sido muy considerados conmigo, tanto que incluso nos alojamos en un hostal, dentro de un pequeño pueblecito entre Eozhe y Eabenea, para que pudiera descansar. Después de todo, ni ellos ni yo teníamos una prisa real.

Era alrededor de medio día cuando nos encontrábamos caminando por un sendero flaqueado por casas de construcción cilíndrica, con techos achatados o curvos, pero todas con la misma peculiaridad: hermosas y adornadas con flores. Flores de todo tipo, algunas que sí reconocía y otras, claro, que eran desconocidas para mí. Gilmer, tan amable como siempre, me iba diciendo los nombres de las flores, y yo escuchaba encantada al tiempo que contemplaba con detenimiento cada una de ellas. Había sido tan fascinante y había aprendido mucho.

Poco después, llegamos a una posada de gran tamaño, construida al final de una vereda bordeada de árboles y arbustos. Su tamaño me había impresionado, pero la cantidad de flores que la adornaban… me había hecho sentir anonadada.

—¿Ixia? —preguntó el príncipe cuando, una vez dentro, nos acercamos a un recibidor.

El lugar era, sencillamente, acogedor y mágico. En su interior predominaban los muebles de madera y las decoraciones en tonos a juego, pero el toque final lo daban las flores que estaban colocadas en distintos puntos, adornando y dejando su perfume en todo el lugar. Las ventanas de gran tamaño permitían la entrada de la luz solar a manera que el ambiente se sentía cálido y reconfortante, y también había colgados algunos cuadros con temática floral en las paredes.

—Príncipe Liam, qué honor que esté aquí.

Nos volvimos hacia donde provenía la voz femenina, para que su dueña nos dedicara una sonrisa. Alta, esbelta, de piel morena oscura y cabellera larga y blanca, la chica nos observaba con unos iris púrpuras destellantes, color que nunca había visto, al menos no en mi mundo.

—Ayla…

Gilmer pronunció su nombre acompañado de un pequeño suspiro, como si hubiese deseado verla desde hace mucho tiempo. La joven le sonrió de forma cómplice mientras se acercaba a nosotros.

—Que gusto verlos. ¿Necesitan habitaciones?

—Sí —respondió Liam—, y también nos gustaría charlar contigo.

—Qué pena que solo así tengan motivos para verme —reprochó ella, y no me pasó desapercibido que miró a Gilmer con los ojos entrecerrados.

Tampoco pasé por alto que Gilmer se pusiera tímido de pronto.

—Quizá la charla deba esperar para más tarde —mencionó Warren. Acto seguido, le guiñó un ojo a Liam y ambos se dispusieron a caminar, no sin antes indicarme que los siguiera.

—¿Qué pasó? —pregunté dudosa, después de que nos alejamos.

—Gilmer y Ayla son pareja —explicó Liam con una sonrisa en su rostro—, pero últimamente ha tenido mucho de qué ocuparse en el palacio para venir a visitarla.

—¿Por qué ella vive tan lejos, entonces?

Ninguno de los dos respondió de inmediato. Al contrario, parecían estar en conflicto entre si decirme o no. Warren le lanzó una mirada a su príncipe, indeciso, y al final, Liam habló:

—Ciara y ella vivían juntas aquí, cuando llegaron al reino —explicó con una voz que me sonó a melancolía. No tardé en identificar el nombre y me sentí un poco arrepentida por preguntar—. Ciara era… ella era alguien a quien apreciaba, y Ayla también la quería mucho.

Liam nunca había hablado de su pasado directamente conmigo, lo que sabía era gracias a Warren y los datos sobre él que me había ofrecido en algunas pláticas, junto con Gilmer. Sin embargo, no tenía intención de interrumpirlo, menos cuando su expresión se había tornado ligeramente triste, pero, en contraste, llena de amor.

—Después de que Ciara falleciera, Ayla decidió quedarse aquí, a pesar de que Gilmer le ofreció un lugar cerca de Eozhe y el palacio. Han llevado una relación casi desde que se conocen.

—Debe ser difícil si están lejos —dije y me aventuré a echar un vistazo en dirección a ellos.

Ayla miraba inquisitivamente al hechicero, que sonreía de forma avergonzada.

—Pero se aman —comentó Warren.

—Contra todo pronóstico —puntualizó Liam. Al notar mi cara de desconcierto, agregó—: Ayla y él son… muy diferentes entre sí. Ella, al principio, no quería ni tenerlo cerca.

Me costó mucho trabajo creer lo que había escuchado, pues Gilmer me parecía, desde el primer instante de conocerlo, alguien agradable, muy noble y amistoso, y no podía concebir la idea de que Ayla no lo viera así.

—Pero ahora están juntos y se nota que se quieren —dije, porque aunque Ayla lucía molesta, justo en ese momento estaban unidos en un abrazo.

Verlos así me hizo pensar en Warren, y preguntarme qué se sentiría estar envuelta por sus brazos. Me apresuré a borrar aquel pensamiento de mi cabeza antes de que el color subiera a mis mejillas para delatarme. Menos mal, nadie de los presentes podía leer la mente.

—Joven príncipe, no esperaba verlo por aquí.

Una nueva voz interrumpió nuestra charla. La dueña, una mujer madura y robusta se había acercado a nosotros, con un aire maternal que la rodeaba de forma indescriptible. Su cabello castaño y sus ojos azules hacían un lindo juego con su piel clara.

—Ixia, es un placer verte.

La mujer le dedicó una sonrisa amorosa a Liam.

—¿Qué le trae por aquí, alteza?

—Ella es Eydell, mi invitada —dijo señalándome. La mujer asintió—. Estamos visitando los santuarios dedicados a Nadur, nos dirigimos a la Cueva Antigua.

—Me alegro de que el joven Gilmer y el joven Warren vengan con ustedes, entonces. Es un poco peligroso acercarse ahí.

¿Peligroso?

No pude evitar sentir una opresión en mi pecho indicando inquietud.

—Iremos por la mañana, Ixia, no te preocupes. Por eso quiero pedirte que nos prestes habitaciones, para pasar la noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.