Eydell
Warren, Gilmer y Liam habían salido junto con Ayla, lo que me había dejado con Ixia en la posada. Me habían invitado a seguirlos, pero ciertamente no tenía muchos ánimos para ello. Y es que seguía pensando en la plática que habíamos tenido momentos antes, y en todo lo que en mi cabeza se había arremolinado en consecuencia.
Me encontraba sentada en una silla, con mi barbilla recargada en el dorso de mi mano mientras apreciaba un florero encima del recibidor, en tanto por su arreglo de flores que parecían lirios, gerberas y delfinios, y por el decorado artístico del florero.
Mis dos cosas favoritas, juntas.
Suspiré.
—¿Hay algo que la esté afligiendo?
La voz de Ixia rompió el hilo de mis pensamientos. Me volví hacia ella para descubrir que me miraba con una mezcla de preocupación y empatía.
—¿Por qué lo dice?
—Nadie suspira sin un motivo. Y su suspiro sonó con una carga de culpa y tristeza.
No dije nada al instante, porque no sabía qué decir. Entonces Ixia me sonrió de una forma que solo puede provocar que los sentimientos se vuelquen, y sentí una imperiosa necesidad de llorar. Sin embargo, traté de desviar el tema.
—Solo estaba viendo estas flores. En mi mundo se llaman lirios —dije, señalando las flores de mayor tamaño en el arreglo, de color blanco—, estas gerberas —señalé las más pequeñas con muchos pétalos alargados y de color rosa pálido—, y estas delfinios —señalé finalmente las que lucían alargadas y de color azul.
—Son nombres muy lindos. Pero aquí las llamamos «flor de la alegría» —explicó señalando la que para mí era el lirio—, esta beagrino o «pequeño sol» —señaló la gerbera—, y esta «tallo de los campos» —señaló el delfinio.
Son nombres muy agradables…
Me pareció curioso que el lirio tuviera un nombre un poco contradictorio contra lo que aquella flor simbolizaba, generalmente, en mi mundo, y eso me hizo preguntarme si en Ehaezia también les darían significados a las flores.
—¿Ustedes también tienen simbolismos en las flores?
—Por supuesto.
Quería saber más, pero no tenía intención de ahondar en las flores que teníamos frente a nosotras sí significaba continuar con el tema de mi suspiro, así que tomé el dije que Gilmer había convertido para mí y se lo mostré a Ixia.
—¿Qué significado tiene esta flor?
La mujer observó con detenimiento y sonrió ampliamente después.
—Una corona cambiante —dijo con seguridad—. Simboliza la transformación, así como también la fuerza de voluntad.
—En mi mundo le llaman protea, y también simboliza la transformación, además del valor y la resistencia.
—Son significados muy similares… ¿Acaso la lleva por alguno de ellos?
—Me la obsequió la hermana pequeña de Warren —recordé, y no pude evitar sonreír al pensar en la pequeña Nia.
—Podría servirle de algo llevar esa flor en su cuello, como darle el valor para enfrentar algo que necesita modificar.
—¿Es usted adivina? —pregunté al instante, sin poder ocultar mi perplejidad.
—Para nada —respondió entre una suave risa—. Como le dije antes, su suspiro sonó cargado de culpa y tristeza. Tal vez necesita cambiar algo para quitar esos sentimientos de su corazón.
¿Tan sencillo es leerme?
Antes Warren también había dicho cosas que parecían una respuesta a mis pensamientos o sentimientos, y en ese momento, que Ixia atinara de una forma muy extraña, me hizo sentir vulnerable.
«Siempre se puede empezar de nuevo».
¿A eso se refiere Ixia con enfrentar algo que necesito modificar?
¿Cambiar mi vida me haría feliz? ¿Puedo hacerlo?
~
Ya había empezado a oscurecer. Los chicos y Ayla habían vuelto no hacía mucho tiempo, y habían sugerido ir al pueblo para disfrutar del festival que se llevaría a cabo por las festividades próximas en el reino. Ixia también había insistido en que saliera para que pudiera darle un respiro a mis pensamientos, y, al final, eso era lo que estábamos haciendo, pues los cinco caminábamos siguiendo los senderos entre los árboles hacia la zona central de Eabenea.
A medida que nos acercamos, se sentía más el ambiente de júbilo y festejo, además de que las decoraciones ayudaban de forma visual. Como en Eozhe, los pueblerinos habían colocado faroles de colores en cuerdas que cruzaban de un lado al otro del sendero, y había mucha gente caminando de forma apacible, disfrutando.
Y como por arte de magia, el pesar que sentía se fue esfumando con cada paso.
A lo lejos podía escuchar el sonar de varios instrumentos conjuntos en una melodía que sonaba alegre y que invitaba a disfrutar, a divertirse. Una vez que estuvimos en donde se congregaba la mayor cantidad de pueblerinos, y donde parecía ser el corazón del festival, pude ver a un grupo de cuatro chicas vestidas con hermosos vestidos coloridos y flores adheridas tocando con destreza lo que bien podían ser una flauta, un arpa, un laúd y un tambor tocado con un mano; en sus rostros se plasmaba indudablemente el alborozo que, a su vez, contagiaba a los asistentes.
—Warren, podrías encantarnos con tu música —propuso Gilmer con una gran sonrisa. Movía sus hombros y su cabeza al ritmo de la canción que tocaban las chicas.
—¿Tocas un instrumento? —le pregunté abriendo mis ojos con sorpresa.
—Debes escucharlo tocar el airob —mencionó alegre Liam, parecía también contagiado por la música—, es ese instrumento que toca la chica de cabello castaño.
Entonces supe que era como la flauta, un fino cilindro alargado con algunos orificios que presionaban con sus dedos para generar sonidos distintos.
—Anda, Warren, ¡me gustaría escuchar!
Mi petición debió sorprenderlo, porque el color rojizo se notó en sus orejas y en sus mejillas a pesar de la iluminación media y cálida del lugar, gracias a los faroles y la luz de la luna que alcanzaba a llegar. Entonces asintió con la cabeza y se dirigió hacia el grupo de chicas.