Veintiuno
Is anybody out there? Can you lead me to the light?
Ruelle & Fleurie
Eydell
El camino hacia las Cuevas Antiguas había sido muy diferente de lo que había imaginado. Anteriormente, habíamos andado por senderos tranquilos llenos de hermosos árboles y flores de todos los colores, lo que propiciaba un entorno sereno y místico que resaltaba el punto de los sanitarios. El bosque que cruzamos para llegar a las cuevas, sin embargo, lucía sombrío, solitario, y hasta cierto punto, tenebroso.
Gilmer me había dicho que Miothae, el bosque estábamos atravesando, creaba una división entre Eabenea y Breineu, el pueblo vecino, y se extendía hasta el borde de las tierras donde encontraríamos las Cuevas Antiguas.
En Ehaezia había visto muchos bosques, pero ninguno se parecía a Miothae. Sus árboles variaban en tamaño, algunos muy altos y otros lo suficientemente bajos para tocar sus ramas con mis manos, pero lo que los hacía parecerse entre sí era su color, oscuro de troncos y hojas, y sus ramas, que eran delgadas y puntiagudas en su mayoría, algunos incluso parecían secos, pese a que Gilmer me había dicho que estaban tan vivos como nosotros, sólo que esa era su apariencia. Además, el aire se respiraba diferente, pesado y frío, para nada cálido y reconfortante como lo era en el resto del reino.
No podía quitarme de la cabeza las palabras de Ixia: «es un poco peligroso acercarse ahí».
Gilmer y el príncipe iban unos pasos más adelante, Warren a mi lado y Ayla, a quien le había pedido el favor de acompañarnos, iba detrás. Los muchachos habían dicho que no tenía nada por lo que temer, pero habían decidido que caminaríamos con esa formación para evitar cualquier percance, con dos hechiceros tanto al frente como en la retaguardia. Lo que no dejaba de preguntarme era que, si no había nada que temer, ¿por qué tomaban esas precauciones?
Trataba de caminar con paso firme, pero lo cierto es que mi andar era un poco torpe, mis piernas temblaban porque no me sentía del todo tranquila dentro de ese bosque. La luz del sol no se filtraba lo suficiente pese a que era una buena hora, lo que le daba al lugar un ambiente más apagado y sombrío. Tampoco había flores, y, de vez en cuando, escuchaba sonidos que no parecían provenir de nuestros pasos. Tal vez solo lo estaba imaginando debido al miedo que me generaba ese lugar, pero sentía que algo nos estaba siguiendo.
—¿Estás bien?
Warren seguía caminando a mi lado, pero había colocado su mano sobre mi hombro, y su rostro lucía preocupado.
—Sí —. Ni yo me lo habría creído por lo distante que mi voz había sonado—. ¿Por qué lo dices?
—Llevas buen rato jugueteando con los dedos de tus manos —dijo, al tiempo que se detenía y me hacía detener a mí.
—Ah, ¿sí? No me había dado cuenta.
Liam y Gilmer también se habían detenido, al darse cuenta de que Warren y yo no seguimos caminando. Sin embargo, permanecieron unos pasos adelante de nosotros, al igual que lo hizo Ayla unos pasos detrás. ¿Nos estaban dando espacio? Probablemente ya era evidente para todos que entre Warren y yo estaba surgiendo algo. Quizá solo faltaba que él y yo termináramos de definirlo.
—No estás tranquila —afirmó sin ningún dejo de duda en su voz.
Me pregunté cuánto había aprendido de mí en los días anteriores, cuánta atención me prestaba para entender mis gestos y saber qué me pasaba o qué sentía, porque, en efecto, no estaba tranquila y el tic en mis manos me había delatado.
—Solo es que me pone nerviosa este bosque —confesé.
De alguna forma, con Warren ya no podía ocultar mis sentires, en tanto porque él se daba cuenta, y en tanto porque, de forma inconsciente, sentía un refugio en él.
—Gilmer y Liam son buenos detectando energías —declaró él—, al igual que Ayla. Por eso van a los extremos, sabrán si algo nos está acechando.
—¿Nos puede acechar algo?
Demonios, soné muy horrorizada. ¡Cálmate!
—Quizá alguna criatura del bosque, nada de lo que debas temer.
Nos quedamos observándonos unos segundos. Después sentí la mano de Warren deslizarse hasta encontrar la mía, lo que ocasionó un pequeño brinco a mi corazón y una sensación cálida que inició en nuestras manos y me recorrió el cuerpo entero.
—No estás sola —dijo. De pronto su voz me parecía más profunda y llena de seguridad—. Todos estamos contigo, no debes preocuparte. Y no dejaré que nada te pase, te lo prometo.
Su mano ejerció una presión ligeramente mayor para apoyar su promesa, y, aunque seguía inquieta, traté de aferrarme a sus palabras, a la fuerza de su mano sobre la mía, a la certeza de que él estaba brindándome el apoyo que me faltaba para seguir.
Tras dedicarnos unas sonrisas, Warren les indicó a todos que debíamos seguir, y en ningún momento soltó mi mano hasta que llegamos a la entrada de la cueva.
—No luce… como un santuario.
Y no exageraba. La abertura entre las rocas daba más miedo que inspirar misticismo, sobre todo porque dentro no parecía haber ningún tipo de luz.
—Ayla entrará contigo —explicó Liam—. Puede que su magia espiritual te sea de ayuda para comunicarte con Nadur.
—Y también te iluminará el camino —añadió Gilmer guiñándome un ojo.
—¿Quieres que vaya con ustedes? —me preguntó Warren con el ceño ligeramente fruncido.
Iba a responder con una afirmación, cuando Ayla se adelantó.
—Mientras menos personas vayamos, será mejor —dijo con dureza.
Sentí un apretón en el estómago tras escuchar sus palabras. Esperaba que Warren pudiera estar a mi lado porque de alguna forma me sentía apoyada por él, pero Ayla había sido tan tajante que por un instante no pude reaccionar.
—Estaremos esperándolas aquí —prometió Liam con expresión serena y segura.
Antes de adentrarme con Ayla a la oscuridad de la cueva, eché un último vistazo hacia atrás para cruzar mi mirada con Warren que, al igual que podía estar yo, lucía inquieto. Tan solo entraría al santuario e intentaría comunicarme con Nadur, además de que Ayla iba conmigo, pero, aun así, no podía calmarme.