Flor en tempestad

Capítulo 28

Veintiocho

Eydell

Cuando abrí mis ojos, me costó trabajo acostumbrarme a la luz cálida, y también me costó comprender dónde me encontraba. Solo hasta que parpadeé algunas veces seguidas pude enfocar correctamente mi vista para darme cuenta de que estaba en la habitación de la posada de Ixia, recostada sobre la cama con una manta sobre mí.

Tardé un momento para recordar lo que había pasado: llegamos a Isla Dormida, anduvimos por el bosque, me encontré con mi yo de niña, luego con Nadur, me reuní con Warren y con Ayla, me había desmayado después. Seguramente ellos me habían devuelto a la posada.

Suspiré al caer en la cuenta de que todo había terminado bien.

Me tomé un par de minutos para seguir contemplando el techo de la habitación, hasta que ladeé mi cabeza. Al costado de la cama me encontré a Warren, con su cabeza apoyada sobre sus brazos, que a su vez descansaban en el borde de la cama.

¿Cuánto tiempo lleva aquí?

Quería levantarme para estirar el cuerpo, pues lo sentía entumido, así que traté de moverme con todo el cuidado que pude para evitar que se despertara, cosa que fue en vano, pues apenas había intentado deslizar mi pierna por el costado contrario, él se había incorporado en su asiento.

—Hola —le saludé sonriendo—, lamento haberte despertado.

Warren negó con rapidez.

—¿Cómo te sientes? —se apresuró a preguntar.

—Bien, aunque quisiera estirarme un poco.

Me preguntaba cuánto llevaba recostada, por como sentí mis músculos entumecidos cuando Warren me ayudó a levantarme.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Tres días —respondió él—, empezaba a preocuparme, aunque Ayla y Gilmer decían que era algo lógico por la magia de la isla y porque eres humana.

Apoyada en el brazo de Warren me dirigí a la gran ventana abierta que había en la habitación. El sol bañaba con sus rayos de luz al reino, y hacía un viento fresco y agradable.

—Me encontré con Nadur —dije luego de un momento en el que permanecimos en silencio, sintiendo la brisa acariciar nuestros rostros.

Sentí la mirada de Warren posarse en mí.

—Tenían razón, ella me trajo —revelé—. Intentó mantenerme en el reino para que la encontrara, pero pude haber vuelto cuando Aidan y Clea hicieron el portal.

—Ellos son los mejores hechiceros del reino, ¿por qué no funcionó su portal, entonces?

—Porque yo no deseaba volver a mi hogar —confesé al tiempo que volvía mi mirada hacia él—. En ese momento pensé que no quería volver, y eso fue lo que me detuvo, además de Nadur.

—¿Por qué si quería que la encontraras, no se presentó ante ti en el primer santuario?

—Quería mostrarme algo.

Sonreí al recordar mi reflexión, y al ver que Warren me observaba confundido, le expliqué todo lo que había descubierto al encontrarme con el espíritu, lo que había pensado, las conclusiones a las que había llegado, y todo de lo que me había dado cuenta.

—Fue también gracias a ustedes que entendí lo que tenía que cambiar —expresé con franqueza—. Debo darles las gracias. Y especialmente a ti, Warren.

Sostuvimos nuestras miradas por un momento, que tal vez había sido solo el transcurrir de unos segundos, pero que para mí había parecido una hora o más. Sus ojos centelleaban y no perdían de vista los míos ni un solo instante, pero lo que le generaba brincos a mi corazón era la forma en la que me veía, como si se sintiera orgulloso y como si fuera partícipe de mi logro, aunque ciertamente sí que lo era.

—Gracias, por sacarme del agua y así evitar que me ahogara.

—No iba a dejarte morir ahí, tenía que hacerlo.

—Gracias por ofrecerme un techo sin siquiera conocerme, por brindarme esa confianza incluso para presentarme a tu familia.

—Cualquiera en el reino lo habría hecho.

—Gracias por llevarme con Liam para buscar una solución. Ni siquiera estabas en servicio y aun así me llevaste.

—Era mi deber.

—Gracias por acompañarme en todo el camino, por todos los santuarios y lo que conllevó.

—Liam me pidió que te cuidara.

—Déjame agradecerte —contradije ampliando mi sonrisa. Era igual de malo que yo recibiendo cumplidos y agradecimientos—. Sé que al principio lo hiciste porque creías que era lo que tenías que hacer, pero lo hiciste, de todas formas. Y me acompañaste no solo como un guardia al que le habían asignado la protección de alguien, me acompañaste como un amigo, como un compañero, como alguien que estaba preocupado por mí. No sabes cuánto me ayudaste.

Su sonrisa apareció, y con ella ese precioso hoyuelo en su mejilla.

—Gracias por enseñarme que rendirse no es la mejor opción, y por decirme que tengo que hacer lo que me gusta.

—No tienes que agradecerme por eso.

—Solo tengo una duda —reconocí—. ¿Por qué lo hiciste, después de todo?

Mi pregunta pareció desconcertarlo, porque ladeó su cabeza ocasionándome un golpe de ternura.

—Pudiste dejarme en Dheinae ese día, o pudiste dejarme cerca del palacio de Liam y deslindarte de la responsabilidad. Pero decidiste mantenerte a mi lado.

—No iba a hacerlo. ¿Y si resultabas ser una espía de otro reino?

—¿Consideraste esa posibilidad? —pregunté perpleja.

—Por supuesto que no.

No me había dado cuenta de lo cerca que estábamos hasta que, en ese momento, fui consciente de su respiración, pues nuestros rostros estaban separados solo por un par de centímetros.

—Puede que me haya sentido cautivado desde el primer momento —declaró con una tímida sonrisa puesta en sus labios, unos labios que de pronto no podía dejar de mirar—. Por tus ojos únicos, por la forma extraña de tu llegada, por algunas otras cosas que no sabría explicar…

Y yo tampoco sabía cómo explicar por qué la distancia se había vuelto mínima entre nosotros. O quizá sí lo sabía, pero no quería decirlo en voz alta. Warren se detuvo a nada de rozar mis labios, con duda, como si no estuviera seguro de terminar lo que había empezado, sin apartar sus ojos de los míos.




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