Parte I
El lobo amado.
Capítulo 6 - ALÍENOR
En las bolsas que trajo Iker sólo había comida rápida, según Christine no lo es. Por estas mismas razones pausé la dieta en el viaje. Hasta ahora no he seguido con la dieta, yo no sé de dónde sacó eso Chris, he pensado que se lo invento. Pues consta de seguir colores por días y se supone que debes comer frutas y vegetales según el color del día. Iker sacó unas hamburguesas, que saben a gloria, de las bolsas. Nunca había probado unas así en mi vida sin contar las del abuelo Nikolai en las parrilladas familiares.
El tiempo pasa volando. Los chicos están contando anécdotas de algunas pequeñas aventuras en las ciudades cercanas, según lo que he ido escuchando, ellos tienen la costumbre de acampar en la penúltima semana de vacaciones. Hoy yo tengo la oportunidad de tener la experiencia de estar con ellos en este espectacular lugar, el bosque.
En la medida que van contando cada uno sus historias. Me pongo a ver como la leña se va consumiendo por el fuego. Es tan emocionante escuchar las maravillosas historias alrededor de la fogata, ya que el frío de la noche no se siente.
—¿Qué tal sí quemamos malvaviscos? —dice Max al terminar su historia.
—¡Vamos! —gritó Adam.
—Sí —digo yo muy emocionada.
—¿Quieres? —dice Iker extendiéndome una bolsa de gomitas de forma de osos. Estaba parado enfrente mío.
—Sí —digo sin dejar de mirar las gomitas y pregunto—¿Todas?
—Algunas —dice con el ceño fruncido—Tengo una hipótesis y es que no puedes comer tanto dulce.
—¿Por qué? —digo con una gomita en mi boca.
Wow que delicia.
—Porque actúas peor que Christine cuando no le dan comida —dice Iker riéndose.
—Que gracioso —dice Dante enojado, se levanta y se mete dentro de una de las tiendas de acampar.
—Ahora el malo soy yo —dice Iker sentándose en el puesto de Dante.
—A veces —digo cogiendo otra gomita de bolsa.
Llegan Adam y Max con varias bolsas de malvaviscos.
—Estas son para ustedes —dice Max entregándome dos bolsas.
—¿Dónde está Dante? —pregunta Adam curioso.
—Creo que se va ir a dormir —dice Iker señalando a Dante hablando por celular afuera de la tienda que al parecer es de él.
—¡Qué bien! —dice Max eufórico—Más malvaviscos para nosotros.
Después de reírme con los chicos mientras tostamos malvaviscos, llegó la hora de dormir. Yo estaba que me quedaba dormida ahí sentada, se me cerraban los ojos por inercia, varias veces Iker me pregunto que si quería ir a dormir en la tienda pero le negué en todas las ocasiones. Cuando por fin le obedecí, me encuentro a Dante pensativo.
—Ali, perdón —dice mirándome a los ojos—Pero me tengo que ir, perdón por dejarte sola.
—¿Me toca quedarme con ellos? —señalo a los chicos que estaban mirándonos.
—Pues tú me entiendes —dice él acercándose—Chris me ha pedido un favor.
—Está bien —digo mirándolo.
—Le diré a uno de los chicos —dice Dante cogiendo sus cosas.
Me quedó viendo como Dante le dice a Iker. Después de ver a Dante yéndose, entró a la tienda. Luego de cambiarme y hablar un poco con mi padre me vi obligada en caer en los brazos de Morfeo.
Un aullido de un lobo me despierta, prendo la linterna del celular, sigilosamente salgo de la tienda. Noto que la fogata ya se está apagando y veo las tiendas de los chicos que ya están en su quinto sueño, pero al llegar a la de Iker compruebo que no está.
—¿Dónde se metería el señor perfecto? —pienso en voz alta.
Escucho de nuevo otro aullido de un lobo y mi piel se eriza, esta vez fue más cerca que el anterior. Puede que el animal esté por los alrededores del lugar donde estamos acampando. Me pica la curiosidad, me resisto un poco, ya que Iker debe de estar por ahí hablando por teléfono o fumando. Apuesto que debe de estar por ahí observando y riéndose de mí, pero y ¿si el lobo le hizo algo?
Entró a la tienda, me pongo un suéter, los zapatos que tenía puestos y salgo corriendo adentrándome más al bosque. Después de caminar varios metros al norte, estoy un poco cansada y me duelen los pies. He caminado más de lo que esperaba alejándome del lugar donde estamos acampando. Diviso el tronco de un árbol caído, perfectamente una persona lo utilizaría de banco, me dirijo a ahí, me siento y respiro un poco, pues estoy agotada.
Me pongo a ver el cielo ahí sentada en medio de la nada, esta estrellado, muy hermoso. Minutos más tarde veo la hora, es de madrugada, he traído conmigo mi celular y los audífonos. Soy muy inteligente, pero quién trae unos audífonos en una situación de estas, pues quién más iba a ser, yo.
—¿En dónde estás Iker? —Lo que falta hablar sola.