Florecer sin miedo - Saga Dorsetshire 0

Capítulo 3

Como ya descubrieron, es la historia de los padres de Josephine y Beth ( y los otros dos hermanos que casi no nombramos). Estaba escribiendo la historia de Lily, la hermana, cuando aparecieron ellos y la verdad siempre me había dado curiosidad saber  más de los padres de hijas tan particulares. 

Y sin dudas la señora Lawrence era todo un personaje, pero antes de ser la madre de Jo, fue Addie...y esta es su historia.

Gracias por el apoyo, espero les guste. Dejo un minicapítulo

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Antes de marcharse, Addie tomó el pequeño atado que le alcanzó su amiga Phillipa Thompson, tenía hilos y algunas telas para bordar pero además guardaba un secreto, entre todo eso había escondido un libro. Phillipa era quien le contrabandeaba libros que su padre jamás le dejaría leer, aventuras, romances, mitología, aunque lamentablemente, siempre debían ser volúmenes pequeños. Aún así, Adeleine era feliz y la entusiasmaba aquella pequeña rebelión, y saber que podría escabullirse cuando su padre durmiera la siesta , leer a escondidas y soñar con otras vidas más emocionantes que la suya.

No estaba segura si su madre conocía aquel intercambio secreto de libros, si lo sabía, lo callaba. Pudo revisar el libro horas después, era una edición pequeña que hablaba de la leyenda del Rey Arturo, y tuvo que pasar otro día para que ella encontrara un momento en el que poder ausentarse e ir a leer a escondidas.

Mientras leía aquella historia sentía las emociones de sus personajes, la ambición, las dudas, el valor, el amor, la traición. También deseó parecerse a esos caballeros valientes que llevaban a cabo grandes proezas, o estar protegida por algún mago poderoso. Y una vez más pareció volver a la realidad al reflejarse en Guinivere, las mujeres siempre salían perdiendo, siempre eran castigadas si se salían del camino trazado para ellas, incluso si era por amor. Eran ellos los héroes, los elegidos ¿y ellas?

Había tenido que leer rápidamente, porque deseaba devolver el libro pronto ya que temía que la descubrieran, ni siquiera podía darse el lujo de leerlo lentamente y saborear sus palabras. Así que tras su lectura las ideas se atropellaban en su mente, deseaba aventuras pero sabía que solo le tocaría ser la dama en peligro que pagaba el precio.

Volvía a sentirse asfixiada, así que decidió caminar, se alejó hacia las afueras de Dorsetshire, donde aún había pastizales en estado silvestre, se detuvo un momento allí mientras el viento mecía aquella espesura verde.

Era como una marea que se inclinaba de un lado al otro, con reflejos plateados por momentos, un mar verde que se inclinaba y se erguía, que bailaba. Y Adeline decidió cerrar los ojos y dejarse llevar para bailar también.

Allí donde nadie más la veía, podía ser libre, ir a un baile imaginario donde la enorme campiña era la pista y el cielo su cómplice, allí no había limites, allí no había que ser cautelosa, allí no había miedos.

Bailó despreocupada al compás del viento y de la música imaginada.

Joseph Lawrence regresaba a casa, estaba cansado, pero encontraba bienestar en regresar a su hogar. Se asomó a la ventanilla del carruaje que lo traía para observar Dorsetshire, quería llenarse de esa sensación de "estoy en casa", no habían pasado muchos días, pero aún así estaba feliz de volver.

Y cuando se asomó para ver el paisaje, encontró algo más .Entre los verdes pastizales, una joven bailaba, ajena a él y a todo lo demás.

La siguió con la mirada y sin darse cuenta sonrió. La reconocía, era la misma que se detenía frente a su casa a observar las rosas.

La joven debió notar la presencia del carruaje porque se quedó quieta de pronto y él lamentó haberla interrumpido, poco a poco la fue perdiendo de vista, pero mientras se alejaba tuvo la certeza de que la volvería a ver, y no solo porque ambos vivieran en Dorsetshire sino porque sus caminos iban a cruzarse.

Adeline estaba en su propio mundo bailando, con los ojos cerrados pues así podía agudizar sus sentidos y también imaginar libremente, cuando sintió el carruaje.

Avergonzada se dio cuenta que las cortinas iban levemente corridas, así que probablemente habían observado su momento de insensatez, por la distancia no alcanzaba a ver quién iba a bordo, pero esperaba que no la reconociera y que no difundiera rumores. Suspiró profundamente, su momento de arrebato había finalizado bruscamente, así que lentamente regresó a su casa.

Guardó el libro entre sus ropas, era lo más seguro, y deseó que su padre no tuviera ninguno de sus arrebatos de mal humor

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.