Buen domingo!! Dejo un minicapítulo, ya que voy muy muy lenta con la escritura. Abrazo!!!
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Lamentablemente su padre no fue seducido por aquella fruta del mito, incluso le sirvió para canalizar el enojo por unas inversiones que habían resultado mal.
Cuando su madre le sirvió la mermelada de duraznos en el desayuno se enojó porque no era la tradicional mermelada de naranjas, aunque Addie estaba convencida de que se hubiera enojado de todas formas. Y luego soltó un agresivo discurso sobre lo sucia que estaba la casa y lo holgazanas que eran. Ella hubiera querido decirle que era mentira, la casa estaba impecable y además si él no fuera tan tacaño, podría contratar servicio para que ayudaran a mantener la casa, pero con la excusa de no querer extraños, ella y su madre se ocupaban de todas las tareas. Aún así para aplacarlo, se dedicó a pulir los pisos y limpiar cada rincón y su madre se esforzó en prepararle un almuerzo digno de un rey.
Fue recién hacia la tarde cuando el malhumor de su padre se apaciguó y se encerró en su estudio , Addie se sentía exhausta, tanto mental como físicamente.
-Ve a dar un paseo – le dijo su madre y ella se negó.
-No creo que sea conveniente- respondió sabiendo que si su padre sabía que había salido se pondría peor.
-Estará en su estudio por unas horas, y si pregunta por ti, buscaré alguna excusa. Ve a tomar un poco de aire, Adeline- insistió la mujer con pena, no había mucho que pudiera darle, pero al menos quería concederle un pequeño respiro tras el mal día- Ve- insistió y señaló hacia la puerta. Finalmente Addie cedió.
Aire y luz eran buenos remedios para las heridas del alma, respirar profundo le permitía liberar todo lo que debía suprimir en días como aquel. La voz y las palabras que se le quedaban trabadas en la garganta para no responder le dificultaban respirar, pero caminar entre los árboles le quitaba aquella sensación. Vagó un rato sin darse cuenta hacia donde se dirigía hasta que vio el árbol a la distancia.
En el instante que notó donde estaba también percibió los ladridos.
-Nilo – dijo reconociendo al perro que se veía a la distancia jugando con su dueño. Sorprendentemente el perro la escuchó, porque unos segundos después corría hacia ella.
Avanzó un poco y se encontró con el animal a medio camino, empezó a saltarle y ladrar en forma de saludo, era obvio que se alegraba de verla. Y esa alegría tan pura, se le contagió. Se acuclilló para acariciarlo y sonrió involuntariamente.
-Señorita Blythe – Saludo Joseph Lawrence que venía tras en animal.
-Señor Lawrence -respondió ella justo en el momento en que Nilo le daba un lengüetazo
- Parece que no importa lo que yo haga por él, usted sigue siendo su persona preferida. Aunque lo entiendo, quiero decir que le salvó la vida – aclaró mientras ella acariciaba al animalito y luego se ponía en pie.
-Lo mío fue solo un instante, creo que usted que se hizo cargo de él y se ocupa de su bienestar es su verdadero salvador.
-Me temo que su valentía fue lo que obligó a mi nobleza, pero no llegaremos a nada discutiendo nuestros méritos en salvara Nilo, y ambos somos acreedores de su cariño.
-Me parece una buena conclusión- dijo ella sonriendo.
-¿Quiere jugar con nosotros? – le preguntó Joseph y ella lo miró sorprendida.
-¿Jugar?
-Sí, jugar – dijo él y le mostró la pelota que llevaba en la mano. Era una creación casera hecha con trozos de tela, pero parecía que servía a su propósito.
-Yo…-musitó Addie dudando.
-¿Jugó con un perro alguna vez? – preguntó Joseph y ella dudó, había acariciado a algunos, pero no recordaba haber jugado.
-No- respondió
-¿Quiere intentarlo? – preguntó estirando la pelota hacia ella.
Adeline pensó que debía negarse y regresar a su casa, que no podía ser bueno eso de haber ido inconscientemente hasta donde sabía que estaría Joseph Lawrence. Había tenido un mal día y se recordó que debía ser cauta, mantener la guardia en alto, y sobre todo ser muy discreta. No era momento para que se quedara a jugar con un perro, no era una idea inteligente. Sin embargo no había nada que deseara más en ese instante.
-Sí- respondió y extendió su mano para tomar la pelota.
Lanzó la pelota a Nilo,una y otra vez, el perro cada tanto se la llevaba a Joseph así que terminaron jugando los tres. También corrió con el animalito, hasta agotarse y luego fue a descansar debajo del árbol para recuperar el aliento, se sentó sobre el abrigo que Joseph extendió para ella en un gesto de caballerosidad.
Quedaron uno junto al otro, con Nilo en medio de ambos que muy satisfecho recostó su cabeza sobre el regazo de Addie mientras ella le daba palmaditas distraídamente.
Estaba cansada, despeinada y todas sus preocupaciones se habían ido.Suspiró.
-¿Se siente bien? – preguntó Joseph.
-Sí, gracias – respondió y tomó aire profundamente. Un hombre y un perro habían hecho magia, de pronto la vida no parecía tan sombría.