Un poquito más, capi corto. Trato de volver. Abrazo
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Durante un instante hubo silencio y se quedaron mirándose.
-¡No deje de revolver o va a quemarse!- exclamó Addie al notar que Joseph había detenido su tarea para hablar con ella.Y eso evitó también que hiciera las otras preguntas que le venían a la mente
-Lo siento, nunca supe que esto de las mermeladas implicaba tanto trabajo y concentración- dijo casi quejándose.
-¿Su madre ya está bien? – le preguntó cambiando de tema.
-Sí , mucho mejor. Pero necesita un poco de vigilancia u olvidará cuidarse – dijo él y en su voz se coló el afecto que sentía.
-Imagino que debió estar muy preocupado. Me alegra que ya esté mejor. – Respondió sinceramente. También ella se había preocupado por la amable señora Lawrence y por él. Después de todo , su madre era su única familia cercana. Casi como ella, pues ni su padre ni su hermano contaban, en los momentos cruciales solo se tenían la una a la otra.
-Gracias, sé que su preocupación es sincera. ¿Le gustó el libro de poesía? – preguntó cambiando de tema y esta vez fue ella quien dejó de revolver para mirarlo hasta que Joseph le hizo una ligera seña.
-Sí, me gustó mucho.
-Me dijo una vez que la poesía hacía que el mundo se viera hermoso, así que cuando lo vi en la librería pensé que era adecuado para usted- dijo sin darse cuenta que acababa de delatarse.
-¿Lo compró para mí? – preguntó emocionada. Creía que le había prestado un libro que ya tenía , no que lo había comprado específicamente.
-Pensé que le gustaría y hasta que lleguen los libros que compré en Londres en mi último viaje, no había nada que se me ocurriera adecuado o estimulante. Así que me alegra que le gustara.
-En realidad más que gustarme me encantó, me ha hecho ver a través de otros ojos y maravillarme.Tengo mis favoritos ya, pero se lo diré luego, cuando usted lo lea.- dijo y se sonrojó levemente, se sentía muy extraño estar allí solos, hablando. No era su lugar habitual bajo el árbol donde sus encuentros parecían pertenecer a un mundo aparte, un mundo donde casi eran iguales y tenían la confianza suficiente para debatir ideas y conversar sobre temas varios. Estaban allí en una cocina de la casa de a la señora Devereaux, y rodeados de mucha gente.
-Estoy ansioso por saber sus impresiones, aunque seguramente tendremos muchos puntos en común.
-¿Cómo es Londres? – preguntó Addie de golpe, sus pensamientos eran un completo desorden. Y casi que no podía distinguir entre lo que quería decir y lo que pensaba para sí misma.
-¿Londres? – preguntó Joseph confuso por el cambio de tema, pero inmediatamente notó algo más. El hermano de Adeline estudiaba en Londres, que le preguntara a él significaba que su hermano no le había hablado de la ciudad, y también que su padre jamás la había llevado. Cada vez que conversaba con ella sentía que obtenía una nueva pieza del rompecabezas que era la vida de Addie, pero a medida que podía vislumbrar la imagen completa se sentía más preocupado, y molesto.
La mirada de ella al preguntar por Londres, llena de curiosidad e interés le daba ganas de llevarla con él a conocerla, pero como no era posible, le contó detalladamente sobre la ciudad que él conocía, trató de usar las palabras para mostrarle lugares, personas y sensaciones. Respondió a cada pregunta de ella, y no pudo evitar sentir resentimiento hacia aquellos que no lo habían hecho.
-Creo que esto ya está – dijo Addie respecto a su mermelada y tomó una cuchara para probarla- Sabe bien – aprobó y no se dio cuenta que su labio había quedado manchado con el dulce. Joseph estiró la mano para limpiarla y ella se echó para atrás, aterrada.
-Lo siento, tiene un poco de mermelada – dijo señalándole.
-Gracias- respondió incómoda quitándoselo con una servilleta, y Joseph supo que su reacción había sido algo instintivo, no por él sino como un mecanismo de defensa que llevaba años activado. El movimiento repentino la había asustado. Pudo verlo en su mirada y también la vergüenza que sintió después. Era otra pieza más del rompecabezas y le dolió.
El clima entre ellos se pudo raro, como si Adeline hubiese vuelto a cerrarse y , por primera vez, Joseph agradeció la interrupción de la señora Alistar que entró a revisar el trabajo.
-¡Oh, lo han hecho maravillosamente bien!- dijo tras probar ambas preparaciones- Niños, hacen un gran equipo de trabajo – los alabó y ambos sonrieron levemente- Querido ya puedes irte, terminaré el trabajo yo. Creo que te necesitan dentro.- le dijo .Él asintió y se despidió de ambas. Addie se detuvo un instante mirando cuando se iba. Había sobre reaccionado y se había avergonzado a sí misma, se sentía apenada por despedirse de aquella manera. No sabía cuando volverían a encontrarse a solas.
La señora Alistair se la quedó observando, sacudió la cabeza y luego siguió revolviendo la mermelada.
Addie volvió a cruzarse con Joseph a lo largo de aquella jornada, pero siempre rodeados de gente y en medio de las actividades. Cuando el sol se ocultó, la jornada de manzanas de Dorset dio por finalizada, y el aire en la casa de la señora Devereaux quedó lleno del aroma de pasteles y dulces.
Los participantes se repartieron la producción del día, y las hermanas Alistar prometieron que en unas semanas más les harían llegar su porción de sidras y licores. Luego de agradecer a los anfitriones, Addie y su madre regresaron a casa.
-Ha sido un hermoso día, ¿verdad? – comentó su madre mientras volvían. Y Addie supo que al igual que ella, su madre lamentaba abandonar aquel encuentro con risas, charlas y camaradería para regresar a su oscura casa, al silencio y al temor.