Florecer sin miedo - Saga Dorsetshire 0

Capítulo 23

Un poco más, esta historia empezó en diciembre del año pasado y  ya va llegando a su final, aunque quedan varios capítulos. Gracias a quienes me han acompañado y esperan con  infinita paciencia y respeto, sin apurar ni presionar. Su apoyo y palabras de aliento siempre me animan.

Espero les guste y prometo que  habrá momentos brillantes también para Addie y Joseph.

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Cuando las lágrimas se detuvieron, Addie no supo qué hacer. Seguía apoyada en su pecho, mientras él al sostenía suavemente. Era totalmente inapropiado y se sentía mal por haberse descontrolado así, pero ya no podía deshacerse. Y lo había necesitado, ni siquiera recordaba haber llorado alguna vez de aquella manera, de niña temía hacerlo por si enfadaba a su padre o hacía sentir miserable a su madre. De adulta había derramado lágrimas a solas, pero jamás había llorado mientras alguien la consolaba tan cálidamente, era la primera vez. Sin embargo no sabía qué hacer a continuación, cómo iba a enfrentarlo, estaba avergonzada y no se animaba a levantar la cabeza, pero no podía seguir así eternamente.

Finalmente se armó de valor y se separó de él.

-Yo…-titubeó y levantó la mirada, no sabía que decir.

-¿Te sientes mejor, Adeline? – preguntó y se dio cuenta que él la estaba tuteando y llamando por su nombre. Lo había hecho antes también

-Un poco mejor, gracias…Joseph – musitó ,animándose a nombrarlo. Él esbozó una sonrisa muy leve por escucharla decir su nombre, y en forma inesperada estiró su mano hacia ella y le limpió el rastro de lágrimas de la cara. Addie no se asustó, ni retrocedió, lo dejó hacer como si fuera una niña pequeña, estaba demasiado agotada y confundida. También confiaba en él. Y por sobre todo necesitaba su calidez para calmar la tristeza que la invadía.

-Regresas a tu casa, ¿verdad? ¿Puedo acompañarte un trecho? Me sentiría más tranquilo – dijo y siguió tuteándola como si aquel instante de llanto y consuelo hubiese sellado una nueva intimidad entre ellos.

-Gracias – aceptó ella. Al menos durante una parte del camino quería ir acompañada por él, y si alguien los veía, acaban de salir del cementerio, no era algo sospechoso ni indigno

Caminaron uno al lado del otro, lentamente y en silencio, aunque Joseph desviaba seguido la mirada hacia ella para cerciorarse que estuviera bien.

-Es injusto – soltó Adeline de pronto, como si ahora que la angustia había remitido se desatara su enojo.

-Lo es, muy injusto. El hombre que la puso en esa situación debió ser el repudiado, no ella.- alegó Joseph entendiendo a qué se refería.

-Debió sufrir tanto y sentirse tan sola. Ser mujer es muy difícil.

-Yo nunca podré saber cuán difícil es, pero comparto tu sentir.

-Philipa dio que se iría a Londres, está decepcionada de la gente de Dorset y yo también ¿Cómo pudieron ser tan crueles?

-Lo siento, sé que Philipa es tu amiga, debe doler como otra pérdida. Pero me temo que Londres no es tan diferente, es solo más grande, pero allá las apariencias son tan importantes como aquí. Y es muy extraño que alguien intervenga en lo que cree son los asuntos familiares de otro. Sé que ha sido cruel, pero también hay mucha gente buena y cálida , aunque a veces se note menos. También estoy seguro que siempre habrá alguien dispuesto a ayudar cuando sea necesario. Lamentablemente Mary no pudo pedir ayuda, pero estoy seguro que de hacerlo muchas personas en Dorset habrían extendido su mano.

-¿Lo haría? – preguntó ella, aún le costaba tutearlo.

-Sí, no estoy seguro de cómo. Pero lo intentaría –respondió y ella estuvo segura que decía la verdad. Después de todo le había llevado flores a la joven. Por un instante estuvo tentada de pedirle ayuda para sí misma, de decirle que su padre no era lo que pensaban.Pero no fue capaz. Pedir ayuda podía ser lo más difícil del mundo, más incluso que soportar el dolor sola.

-Es difícil – dijo ella en voz alta aunque no era claro a qué se refería.

-Lo es, requiere valor, pero también lo harías. Como me ayudaste cuando estaba un poco achispado, o como cuando salvaste a Nilo. Eres de las personas que ayudarían a quien lo necesitara.

-Solo hice lo que tenía que hacer, no porque sea valiente.

-Lo eres, aunque no lo sepas- le dijo y ella quiso creerle. Habían llegado a la mitad del trayecto y Joseph se detuvo como si supiera que ya no era conveniente acompañarla.

-Cuando llegue el invierno, cuando nieve , los libros van a dañarse – le dijo Adeline cambiando de tema, pero había estado pensando ene so tantas veces que solo lo dijo. Su cabeza era un completo embrollo y sus emociones también.

-No debes preocuparte, encontraré una solución – afirmó con seguridad – Y el libro de Juana de Arco, quisiera regalártelo, quizás pueda recordarte lo valiente que eres cuando lo olvides- le dijo

-Gracias, Joseph- dijo simplemente e hizo un gesto de despedida, caminó unos pasos y él la llamó.

-¡Adeline! ¿Puedo seguir tuteándote como a una amiga cuando estemos solos?

Ella solo asintió con la cabeza porque estaba demasiado emocionada para encontrar palabras para responder.

Cuando llegó a su casa , su padre aún estaba trabajando en su estudio y ella lo agradecía. Tras visitar la tumba de Mary no podría verlo sin recordar que había dicho que estaba mejor muerta. Joseph Lawrence había sido un bálsamo para su corazón y no quería que nadie le quitara aquello. Fue a ver a su madre que estaba en la cocina preparando conservas, se ofreció a ayudarla pero la mujer se negó, en cambio le sirvió un té caliente a su hija.

-Te hará bien – le dijo como si supiera, o quizás lo sabía, quizás su madre siempre sabía, solo que tampoco podía hacer nada. Addie tomó el té que le calentó un poco el cuerpo y luego se retiró a su habitación. Buscó el libro de Juana de Arco y lo hojeó.




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