Florecer sin miedo - Saga Dorsetshire 0

Capítulo 24

Un poco más, y no falta mucho.

Espero les guste. Abrazo

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Los días siguieron, un poco más grises porque el invierno se aproximaba, un poco más grises porque se sentía muy sola. Pero los días siguieron, siempre siguen más allá de los pesares humanos.

Y en aquel desasosiego llegó un remanso, su padre hizo un viaje de negocios y una vez más, ella y su madre respiraron. Adeline incluso apartó los malos presagios que la acosaban y volvió a animarse a ir al lugar del encuentro con Joseph, ya el frío empezaba a hacerse sentir, pero él y Nilo estaban allí, y por un instante quiso creer que así sería siempre, que pasara lo que pasara, aún en el más crudo invierno, aún bajo las circunstancias más adversas, el hombre y el perro la esperarían debajo de aquel árbol para darle refugio

-Bienvenida, Adeline – dijo Joseph como saludo cuando llegó hasta ella y la joven sonrió en respuesta, una sonrisa plena, porque aquella bienvenida era todo lo que necesitaba.

Como era su rutina jugaron con Nilo y luego se sentaron en la hierba a conversar de libros y de todo un poco.

-¿Cuál es tu sueño? – le preguntó él pues habían estado hablando sobre un libro cuyo protagonista soñaba con viajar a las estrellas. La joven suspiró.

-Ser libre, para expresar lo que pienso y siento. También me gustaría viajar, conocer lugares nuevos, otras culturas. ¿Y tú? – repreguntó animándose a tutearlo.

-Vivir tranquilamente en Dorset, tener hijos, una familia. ¿No te gustaría tener una familia propia? – preguntó a su vez y ella no supo que contestar. En realidad nunca había deseado una familia, más bien lo había temido. No imaginaba algo distinto a lo que era su hogar, un padre tirano y una mujer sometida. No había deseado repetir aquello, de hecho era uno de sus peores temores, el día que su padre le anunciara que debía casarse y ella estuviese condenada a padecer como su madre y traer hijas al mundo que vivieran con temor.Nunca se había animado a soñar algo distinto, hasta hace poco. El hombre que le hacía aquella pregunta , la había hecho creer que podría haber algo diferente, una relación de pares, respetuosa, el anhelo de hijos nacidos del...amor. La última palabra resonó tan fuerte que la asustó muchísimo.

-No lo sé- respondió dudosa- supongo que depende de qué tipo de familia –agregó y una vez más, aunque tenía mucho que preguntar y decir, Joseph fue discreto. Cambió de tema y hablaron de temas varios, más inofensivos hasta que Addie debió marcharse.

Volvieron a encontrarse una vez más en aquellos días.

-¿Irás al baile de los Clifford?- preguntó Joseph apenas verla.

-¿Un baile?

-Sí, habíamos pensado que ya no habría ningún otro evento más, pero Charlotte Clifford se ha comprometido y han decidido hacer una gran fiesta en dos semanas, incluso habrá fuegos artificiales, traerán un experto de Londres para ello.

-¿Fuegos artificiales? Me encantaría verlos, ojalá pudiera ir- deseó en voz alta ,pero sabía que todo dependería de su padre y de que sintiera que ir a aquella fiesta y llevarlas a ellas le reportara algún beneficio.

-Espero que puedas ir, me gustaría poder ver esos fuegos artificiales juntos, o al menos estando en el mismo lugar – le dijo Joseph y calló que quería ver su reacción le gustaba verla reaccionar ante algo nuevo que la sorprendía o maravillaba, era como verla florecer.

Cuando días más tarde, su padre regresó y les dijo que irían a aquella fiesta e incluso le dio dinero a su madre para comprar algo nuevo que vestir, Adeline creyó que el cielo la había escuchado y se había apiadado de ella. Podría ir y ver los fuegos artificiales y aunque no estuvieran físicamente juntos, estaría en el mismo lugar que Joseph.

El dinero que le había dado su padre no era excesivo ni permitía nada lujoso, pero al menos con su madre compraron un par de bonitos vestidos nuevos. El de su madre era de color tabaco y el de ella de un color lila suave que combinaba muy bien con su piel y su cabello castaño. Se sentía un poco frívola pro ser tan feliz con una prenda nueva, pero se lo permitió a sí misma, ser como cualquier joven de su edad que estaba ansiosa por ir a un baile y verse bien. Era la primera vez que se sentía más entusiasmada que ansiosa por asistir a un baile.

Cuando llegó el día su madre la ayudó a peinarse y cuando Addie se miró al espejo se sintió conforme con la imagen que le devolvía, aunque mucho tenía que ver su mirada que era brillante, el leve rumor y que su exterior traslucía lo que emanaba su interior. Por primera vez, parecía lo que era, una jovencita de diecinueve años alegre por asistir a un baile y ver a la persona que le gustaba.

Quizás por eso, Adeline bajó la guardia, no prestó atención a nada, ni siquiera cuando llegaron al baile y su padre se reunió con un hombre que les presentó a ella y su madre. Ella apenas le hizo caso y contestó en forma automática y distraída, no veía la hora de que su padre se marchara a atender sus negocios para que ella, al menos desde la distancia, pudiera observar tranquila a Joseph.

Y así fue, casi inmediatamente , su padre y su conocido se retiraron para reunirse con otros de su clase, y las dejaron solas. Su madre la tomó del brazo y recorrieron el salón, rumbo al lugar donde se reunían las mujeres mayores y casadas que no participaban de las actividades juveniles. Addie ubicó a Joseph Lawrence casi de inmediato, estaba conversando con un amigo junto a uno de los ventanales del salón, era extraño como entre tanta gente podía localizarlo con facilidad, y parecía que a él le pasaba lo mismo, pues sus miradas se cruzaron. Y durante un instante se contemplaron como si no hubiera nadie más.

Su madre y las demás mujeres, junto a un par de jóvenes que se consideraban solteronas estaban conversando de temas varios, Adeline se mantenía al margen de la conversación, por un lado extrañaba a Phillipa y por otro trataba, disimuladamente, de observar a Joseph. Y cuando empezó a sonar la música, su imaginación se liberó, y aunque estaban cada uno en una punta diferente del salón, ella pudo crear otra realidad, una donde estaban bailando juntos. Fue tan vívido que cuando la música se detuvo, se extrañó de no estar en medio del salón bailando.




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