Florecer sin miedo - Saga Dorsetshire 0

Capítulo 30

Un poquito más, casi capítulo de transición mientras nos acercamos al final. Abrazo

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 Ese día y el siguiente disfrutaron de una rutina tranquila en la casa, leyeron, prepararon y compartieron las comidas y hacia el atardecer las mujeres salieron un rato al jardín mientras Joseph trabajaba en su estudio. Ya se sentía el frío así que se quedaron poco tiempo y luego volvieron a refugiarse en el interior para disfrutar de té caliente y galletas

Las compras las había realizado Beatrice que era la esposa del chofer y vivía con él en un anexo de la casa principal.

A pesar de estar disfrutando aquel tiempo, la inquietud también crecía en Adeline. Que su padre no diera señales era preocupante, aquella espera la tenía nerviosa. Sentía que estaba tan cerca de la felicidad que la asustaba, como si inminentemente fuera a destruirse delante de sus ojos.

Tras la cena, había salido un rato al exterior, tal vez el aire nocturno pudiera despejar las preocupaciones. Se acomodó en un banco junto a una de las ventanas , no mucho tiempo después, Joseph vino a su lado.

-Hace frío – dijo y la cubrió con una manta - ¿En qué estás pensando?

-Mi padre, esta tranquilidad no es propia de él- dijo ella, ahora le era más fácil decirle lo que realmente le pasaba.

-Solo está tomando su tiempo para verificar lo que le dije, y evaluando la propuesta, no temas.

-Trato de no temer, pero a la vez no puedo evitar imaginar que viene y nos arrastra fuera de aquí.

-No dejaré que eso suceda, Addie ¿Confías en mi, verdad?- preguntó , ella lo miró y asintió.

En ese instante comenzaron a caer copos de nieve.

-¡Está nevando! – exclamó ella encantada y Joseph sonrió ante aquel cambio de humor. Y agradeció que el invierno les diera ese regalo.

Addie se puso en pie para disfrutar mejor del espectáculo, los copos empezaron a posarse en su cabello y la ropa. Joseph se acercó a ella

-Mañana todo estará blanco- pronosticó y ella se giró a verlo. También él tenía nieve en el cabello e incluso en sus largas pestañas, movió la mano para quitarle la nieve en un movimiento casi involuntario y él la atrajo por la cintura y la besó.

No había nada más perfecto que ese instante, ellos solos en la noche, la nieve y el beso. Los temores de Addie se diluyeron.

Y al día siguiente, sucedió algo inesperado.

Addie, su madre y la señora Lawrence estaban en la tarde en el salón. Adeline leía, las señoras charlaban y bordaban, cuando Joseph llegó apurado desde su estudio.

-Tenemos visita- anunció y antes que Adeline se asustara, aclaró sobre la identidad del visitante- La señora Wellington se encamina hacia aquí, debió escuchar el rumor de que estaban enferma.

-Oh, cielos, a veces su interés y compasión son un inconveniente- dijo la señora Lawrence- Joseph, ve deprisa, tráeme una manta y unas almohadas- ordenó sin pudor. Addie la miró sorprendida.

-Addie, querida, ve a buscar algún libro que parezca adecuado para que le lean una señora convaleciente. Celine, ¿puedes poner el agua para el té?- indicó y todos se pusieron manos a la obra para la representación que se avecinaba.

Cuando la señora Wellington llegó, fue la madre de Adeline quien con gesto adusto le abrió la puerta y la hizo pasar. La señora Lawrence yacía en el sillón, apoyada en varias almohadas y cubierta con la manta como si el calor de la chimenea no bastase. Addie sentada en una silla a su lado, le leía

-¡Oh querida, cómo te sientes! – preguntó la visitante acercándose- Acabo de enterarme cuando vi a tu Beatrice haciendo las compras y me dijo que no te sentías bien y que la señora Lawrence y su hija habían venido a cuidarte.

-Ya estoy mucho mejor – dijo la señora Lawrence con voz apenas audible y Addie tuvo que contener las ganas de reír. Estaba haciendo todo aquel teatro por resguardarlas a ellas y por proteger su honor- Y agradezco a Celine y Adeline que hayan venido a cuidar de mí.

-Es verdad, son personas maravillosas. Pero debiste avisarme.

-No quería importunar a nadie más.

-¿Quiere té, señora Wellington? – ofreció la señora Blythe y la invitada aceptó.

-¿Y tu hijo, Amelia?- preguntó.

-Trabajando- respondió débilmente e hizo una señal hacia el despacho.

-Es un buen hijo, pero no se puede contar con un hombre para todo- Casualmente Joseph hizo su aparición en ese momento, Addie se preguntó si había estado escuchando detrás de la puerta.

-Buenas tardes, Señora Wellington, no sabía que estaba de visita o hubiera salido antes a saludarla- dijo y justo la señora Lawrence llegó con el té.

-Es bueno que tu madre esté acompañada, ¿cuándo vas a darle una nuera? Se necesita otra mujer en la casa- preguntó.

-Estoy trabajando en eso- respondió y Addie se sonrojó inmediatamente. La señora Wellington miró de uno a otra, y luego miró alternativamente a la señora Blythe y la señora Lawrence. La madre de Joseph aprovechó el momento, tomó la mano de Addie entre las suyas.

-Te pido discreción , querida. Lo anunciaremos pronto – dijo sorprendiendo a todos, incluso a los involucrados

-Oh cielos, cómo no me di cuenta. Los felicito, claro que sí- dijo confundida. Se quedó un rato más y luego se marchó.

-Madre, ¿crees que fue buena idea? No creo que sea discreta -dijo Joseph.

-Cuento con que no sea discreta, el rumor empezará a circular y creo que ayudará a que el señor Blythe se decida. Además fuiste tú quien lo inició, con tus palabras y la forma en que miraste a Adeline era imposible que no se diera cuenta –le reprochó y él sonrió culpable.

Addie siempre se sorprendía de aquella relación madre e hijo, sabía que también su madre habría anhelado tener esa clase de relación con su hermano, pero era demasiado parecido a su padre para que fuera posible. Joseph era una clase muy diferente de hombre.




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