Bueno, les dejo otro poco. Creo que les debía días felices a Addie y joseph así que aquí están. Abrazos
Espero les gusten
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Cinco años después...
Aquellos primeros años habían sido maravillosos, habían viajado por casi toda Inglaterra, también habían ido a Francia e Italia y cuando Joseph le preguntó si quería ir a lugares más lejanos y exóticos, Adeline dijo que no, porque ahora añoraba Dorset.
Había sido feliz descubriendo lugares nuevos, pero también era muy feliz en su hogar junto a Joseph, su suegra, Nilo. Le gustaba pasear junto al río, ir caminando con Joseph hasta su árbol y quedarse leyendo un rato allí e incluso asistir a los eventos sociales.
Le gustaba aprender todo lo que pudiera y su opinión era muy bien considerada entre los círculos de la sociedad.
Y era amada por Joseph que aún después de cinco años aprovechaba cada ocasión para mimarla y recordarle cuánto la amaba, ese día justo le había traído una caja musical de regalo, era una hermosa pieza de joyería con una pareja bailando y una música que la llenaba de emociones.
Solo había una pequeña espina en su vida, no tenía hijos.
El primer año de matrimonio no había estado pendiente de un embarazo, habían pasado muchas cosas y se había centrado en aprender a ser feliz. El segundo año se había concentrado en aprender a administrar una casa guiada por su suegra y en viajar y disfrutar de su libertad junto a Joseph.
Pero al tercer año, empezó a preocuparse por no quedar embarazada, aunque su esposo, su madre y su suegra le restaban importancia. Sin embargo, finalmente habían ido a ver a los mejores doctores en Londres y todos habían dicho lo mismo, que aparentemente eran sanos ambos y no había ningún problema físico que les impidiera engendrar hijos. Y el tiempo siguió pasando sin novedades.
A veces, ella pensaba que era una especie de castigo, nunca antes había querido hijos hasta la llegada de Joseph a su vida, o quizás por ser poco filial hacia su padre.
Lo había manifestado en voz alta alguna vez y Joseph se había mostrado muy firme al respecto, de hecho había sido la vez que lo había visto más serio con ella.
-No tengas esa clase de pensamiento, los hijos vendrán o no, y de cualquiera de las dos formas seremos felices. Yo estoy encantado de tenerte para mí por el momento, así que no dejes que tus pensamientos te inquieten. Te quiero a ti, Addie, tú me haces feliz- le dijo pero ella también deseaba darle una familia, presentía que él sería un gran padre.
Finalmente se resignó y los días pasaron, y los años. A veces cuando desde sus veinticinco años miraba hacia atrás y recordaba a su vieja yo, le parecía un recuerdo muy lejano, casi perteneciente a otra vida.
Ahora era la joven señora Lawrence, aunque no se acostumbraba a ser llamada así, muchas veces las demás señoras de Dorset pedían su consejo u opinión, y ella estaba más que dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Tanto su suegra como Joseph la miraban llenos de orgullo cuando ella interactuaba con alguien.
-Tal vez tardaste en desplegar tus alas, pero eres la mariposa más bonita que he visto – le dijo Joseph luego de observarla largo rato en una reunión. A nadie en Dorset le pasaba desapercibido lo enamorados que estaban aquellos dos, cuando estaban separados por unos metros se seguían con la mirada como si no pudieran alejarse demasiado tiempo.
Y la vida era hermosa, pero aquel día en que había habido varios anuncios de embarazos en la comarca, Addie había vuelto a sentir el viejo pinchazo. No era envidia, estaba feliz por las buenas noticias de sus conocidas, solo que había vuelto a anhelar ser madre. Y aquella intima desdicha, pues había decidido no amargar a Joseph con su anhelo, la había despertado en la medianoche. Había una luna llena extraordinariamente grande esa noche.
-¿En qué piensas Adeline, de la casa de las rosas? – preguntó Joseph.
-En que es una luna preciosa, ¿te desperté?
-Digamos que tu ausencia me despertó. Vístete, y espérame en la puerta, ponte un abrigo- dijo él y ella lo miró sorprendida. Busco algo en mi estudio y nos vamos.
-¿Dónde?
-Vamos a ver la luna- dijo él con una sonrisa.
-¿Ahora?
-Sí, no hay ley que lo prohíba.
-Y yo que pensé que eras el más sensato de los dos.
-Fuiste engañada, pero ya es tarde , deberás conservarme. Ve a cambiarte Adeline, o te sacaré en camisón- le insistió y ella fue a cambiarse porque lo creyó capaz. Joseph era mucho más de lo que cualquiera veía a simple vista, era práctico y sensato la mayor parte del tiempo, bueno en los negocios y administrando. Era confiable siempre, pero también era valiente, justo y fuerte , con una veta soñadora que pocos conocían. Y tenía una sensibilidad única, quizás la que lo había llevado a ver en ella todo lo que escondía.
Así que, fuera lo que fuera que tenía en mente, se vistió y lo esperó junto a la puerta.
-Vamos – dijo susurrando cuando salió de su estudio, llevaba abrigo , un farol y le hizo seña de ser sigilosa, aunque Nilo ahora ya mayor, dormía más profundamente , era mejor no despertarlo.
Salieron de su casa, Addie agarrada de su mano, se dejó guiar.
-¿Dónde vamos, Joseph?
-A ver la luna.
- Ya dijiste eso, pero dónde.
-Vamos junto al arroyo que está entre las propiedades de los Kingsey y los Bennet.
-¿Por qué allí?
-Lo verás cuando lleguemos- dijo él.
Cuando llegaron entendió, parecía salido de alguna historia, la luna era inmensa y baja , y debido a la topografía del lugar parecía que el arroyo se dirigía hacia ella.
-Es precioso- dijo ella y vio que Joseph sacaba papeles de los bolsillos y se ponía a hacer barcos de papel.