All I Ask
Adele
𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚
Nico y yo estábamos en el estudio de tatuajes de Lorenzo. Él seguía creyendo que era una pésima idea que su hermano mayor nos tatuara, pero yo había hecho caso omiso a su advertencia y dejé que las manos de Lorenzo hicieran arte en mi piel primero.
Me había tatuado en el lado derecho de la cadera una tortuga pequeña simulando que salía del mar, así que detrás de ella había unas pequeñas olas de espuma. Nico estaba a punto de tatuarse detrás de su brazo izquierdo una tabla de surf recostada sobre una palmera.
—Puedes gritar si quieres, nadie va a juzgarte —le hablé viéndolo por el reflejo del espejo.
Estaba detrás de ellos, en un sofá. Nico me veía a través del espejo y su hermano estaba detrás de él tiñéndole la piel de negro.
—Utilizo agujas todos los días y veo cosas peores en mis turnos, no creo que un tatuaje me haga doblegarme.
—Te salvas que te lo hiciste en una parte con mucha grasa —se quejó su hermano—. Sino si me hubiera gustado escucharte quejándote de dolor.
Eso lo hizo sonreír con picardía. «Creído». Más adelante convencería a Enzo para que lo obligara a tatuarse en un lugar donde sí le doliera.
Habían pasado dos semanas desde el concierto. Las tardes de surf, fogatas en la playa, paseos en bote y besos y caricias a escondidas habían sido el protagonista de todos nuestros días. Yo no podía explicar lo mucho que me gustaba estar aquí. No solo porque me olvidaba de todas las responsabilidades que tenía en Nueva York, sino porque era muy diferente la manera en que la vida transcurría aquí.
En la playa todo era más bonito.
—Yo no es que quiera ser entrometido, pero ¿podrían explicar el enredo que tienen ustedes dos? —preguntó Enzo.
Claro que sí quería ser entrometido.
—Las explicaciones las dimos ayer y tú no estabas presente. —Nico se encogió de hombros—. Una lástima.
Su hermano hizo algo con la aguja que lo hizo quejarse por un segundo.
—O me lo explicas tú o me lo explica ella. —Frunció las cejas y miró a Nico—. ¿Mamá y papá lo saben?
—No —respondí yo.
—Pero lo sospechan.
Ahora fui yo quien miró a Niccolò con las cejas fruncidas.
—Al menos mamá lo hace. No se le escapa nada —añadió.
—¿Y Aurora? —preguntó su hermano.
—¿Qué con ella?
—Por favor, Niccolò. Tu vida amorosa ya no es cosa de dos.
Ese era el tema que nunca habíamos llegado a hablar. Queríamos ver qué tal iban las cosas entre los dos antes de involucrar a terceros, pero su hija era más que un tercero.
—Yo no… no quiero meterte presión, Nico, ni a ti ni a Olivia, pero hay que ser realistas en cómo están las cosas.
—¿Y cómo están las cosas según tú?
Nico se giró hacia Lorenzo cuando él bajó la mano de su brazo. Se veía un poco… ¿molesto e incómodo?
—Estás involucrando a alguien en tu vida y en la de Aurora después de lo de Anna, y mira cómo salió esa vez…
—Eso no es asunto tuyo.
—No, no lo es, y tampoco estoy diciendo que con Olivia vaya a pasar lo mismo. —Me miró. Yo quería desintegrarme en el sofá—. No estoy diciendo que eres una mala persona, nunca lo he pensado y sabes que te aprecio —volvió a mirar a su hermano—, pero tus asuntos ahora la involucran a ella, Nic…
Creo que eran las palabras que ambos necesitábamos para ver la situación desde otro punto… Eso nunca había sido un impedimento para mí. Convivir con Aurora era de mis cosas favoritas en el mundo, pero siempre lo había hecho como amiga de Nico… ¿Cambiaría algo si lo hacía como su pareja?
—Lo sé —admitió él, liberando la tensión en sus hombros—. Por eso te pido que guardes silencio hasta que yo se lo diga.
Enzo asintió con la cabeza y le sonrió.
—Qué sería de una familia sin dramas de por medio, ¿no?
—No son dramas, son… decisiones —lo corrigió Nico.
—Las decisiones pueden cambiar el rumbo de las cosas totalmente, Nicki. —Volvió a enfocar su atención en el tatuaje—. Solo que mientras sean nuestras tenemos que soportarlas sin quejas… Pero sé que ambos tomarán buenas decisiones.
¿Lo haríamos? ¿Estábamos yendo por el camino correcto? Mi corazón decía que sí, pero mi mente estaba hecha un lío… Ella creía algo totalmente diferente, ella creía que algo no iba a salir tan perfecto como todos deseábamos...
No dijimos nada más sobre el tema el resto de la tarde. Cuando Nico y yo salimos del estudio de Enzo y regresamos a casa, la noche ya había tocado la playa. Ambos actuábamos de la misma manera en que lo hacíamos siempre, pero había una espina en medio que incomodaba un poco.
—¿Quieres algo de comer? —preguntó mientras dejaba las llaves del auto en la mesa cerca de la puerta.
Todo estaba en silencio, a excepción del ruido del mar.
—No tengo hambre.
Me abracé a mí misma y lo miré en el pasillo. Nico se acercó a mí y llevó mi cabello detrás de mi oreja. Le gustaba tocarlo, decía que era suave y que olía a coco, que era de sus olores favoritos.
—Lo que mi hermano dijo antes… no quiero que cambie nada entre nosotros.
—Tal vez tenga razón… —susurré y bajé la mirada.
Niccolò tomó mi mentón y volvió a enfocar mi atención en él.
—¿En qué?
—No es algo solo entre nosotros dos, Nico. ¿Qué tal si no salen bien las cosas con ella? Yo no quiero ser un entrometimiento, ustedes dos tienen su vida formada juntos.
—Y te integraremos a ella, justo como lo hemos hecho todo este tiempo.
—Pero es diferente.
—Buscaremos la manera.
Incliné la cabeza y levanté una ceja con curiosidad. Era demasiado optimista.
—Y si no la encontramos, pues la creamos.
Eso me hizo sonreír un poco.
—Estás totalmente decidido, ¿no?
—Pareciera que no me conoces.
Se acercó más y juntó sus labios con los míos en un beso suave, un roce delicado. Los besos eran eso: roces entre labios, pero si los apreciabas lo suficiente, notabas que cada roce significaba una cosa distinta, una emoción, un sentimiento diferente…
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Editado: 22.02.2025