Flores de Sangre bajo la Lluvia Carmesí.

? Capítulo 2 – El Marqués y la Máscara ?

🌸 Capítulo 2 – El Marqués y la Máscara 🌸

El salón estaba bañado en rojo.

Cortinas de seda escarlata colgaban del techo como lenguas de fuego, y faroles de papel proyectaban sombras danzantes sobre los muros tallados con dragones devorando flores de loto. En medio de ese escenario onírico, Yin Xie se mantenía erguido. O al menos lo intentaba.

Cada paso que daba, sentía el roce de las cadenas doradas sobre su piel, símbolo de su “decoración”, pero también de su encierro. Se suponía que debía parecer una joya viviente para el deleite del Marqués… un trofeo más entre sus conquistas.

Pero él no era ese Yin Xie. Ya no.

Y allí estaba Li Zhen. Sentado en el trono de jade bajo el dosel del Salón de las Sombras, con una copa en la mano, observándolo con el mismo interés que uno mira a una criatura exótica… peligrosa.

—No te arrodillas, Yin Xie —dijo, con voz baja, arrastrando las palabras como si saboreara cada sílaba—. ¿Estás intentando provocarme?

Yin Xie no respondió de inmediato. En cambio, caminó con pasos lentos y elegantes hasta quedar a un metro del Marqués. Su mirada, antes siempre baja, ahora se elevó, clara y firme.

—¿Y si lo estuviera?

Silencio.

La copa en la mano de Li Zhen se inclinó apenas, dejando caer unas gotas de vino sobre los escalones de piedra. El aroma a ciruelas fermentadas se mezcló con el incienso… y con la tensión en el aire.

—¿Crees que porque me has mirado a los ojos puedes desafiarme? —susurró Li Zhen, de pie ahora, caminando hacia él—. No eres más que un florero en esta corte. Adornado, bonito, vacío.

Pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, Yin Xie habló con un tono que no pertenecía a esta época.

—Y sin embargo… eres tú quien ha mandado cartas cada día. ¿No será que quien necesita al florero… eres tú?

La bofetada no llegó. Solo el silencio. Un segundo eterno. Li Zhen se quedó congelado con una expresión indescifrable, como si la imagen que tenía frente a él no encajara con la memoria de la figura que había humillado tantas veces antes.

Yin Xie dio un paso atrás, con calma. Su voz no era agresiva, pero sí firme. Vivida. Real.

—He muerto una vez antes. No me asusta volver a hacerlo.

Li Zhen soltó una risa baja. Una de esas que no tienen humor, sino incredulidad.

—¿Yin Xie…? ¿Quién eres tú realmente?

Yin Xie sonrió. No contestó.

Porque no podía. Porque si lo hacía, confesaría que no era de este mundo, que su alma provenía de un futuro donde Li Zhen era un personaje de novela, y él… un lector obsesionado con su historia trágica.

Esa noche, no hubo castigo. Ni caricias. Ni órdenes.

Solo una tensión que ardía como brasas bajo la seda roja.

Cuando Yin Xie volvió a sus aposentos, encontró una figura esperándolo entre las sombras.

—Me dijeron que habías cambiado… —dijo la voz, suave, elegante.

Yin Xie no necesitó verlo para saber quién era.

—Hua Jin.

El Consejero de Seda salió de las sombras con la sonrisa de siempre: encantadora, falsa, peligrosa. Sus dedos acariciaron los colgantes de perlas que adornaban su cabello.

—¿Quién eres ahora, Yin Xie? Ya no tiemblas, ya no lloras, ya no suplicas.

Yin Xie lo miró, cansado.

—¿Es eso lo que esperabas? ¿Un muñeco roto?

—No —dijo Hua Jin, acercándose, sus labios casi tocando su oído—. Pero debo admitirlo… este nuevo tú me intriga más. Mucho más.

Antes de que pudiera responder, Hua Jin ya se había ido. Como un perfume venenoso que se esfuma antes de matar.

Yin Xie cerró la puerta y se dejó caer sobre los cojines de su lecho. En sus manos, una pequeña flor púrpura robada del salón principal. Una peonía teñida de sangre.

En esta historia, el amor era una jaula. Pero tal vez… solo tal vez… él podía hacerla arder desde adentro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.