Él conocía cada detalle de cada cosa que la involucraba a ella, desde cuántas cucharadas de endulzante utilizaba para su mocca latte, hasta el hecho de que ella nunca había recibido flores en el día de San Valentín; nunca en su vida, mejor dicho.
Ser dueña de una florería la había condenado a nunca recibir un ramo de flores. La gente solía creer que lo último que Rose quería en una fecha especial, serían flores. ¿Para qué? Si estaba rodeada de ellas cada día. Pero poco sabía el resto que esas flores eran una compañía temporal, siempre a la espera de un dueño que las cuidara. Rose solo las mantenía bonitas para el resto.
Era interesante, pensaba, las cosas que uno podía conocer con la simple rutina de acudir a la misma cafetería, ubicada en la avenida Lexington, a dos calles de su empresa, todas las mañanas por un café negro. La misma cafetería a la que siempre concurría ella, a la misma hora que él, para ordenar un mocca latte frío.
Él no sabía nada sobre ella, pero también lo sabía todo. Las contradicciones eran tan grandes como los conocimientos de un espía; aunque él no lo era. Podrían pensarlo, pero en realidad contaba con el agudo don de la observación y la buena memoria.
Las palabras robadas de momentos fugaces, mientras él esperaba por su pedido de café, hicieron que ella se tornara alguien más interesante que una simple mujer ordenando un mocca todos los días a las ocho treinta de la mañana.
Un poco acosador, quizás. Él era consciente de ello, como también era consciente de que no podía dejar pasar un día más en el que ella no recibiera flores por San Valentín.
Conocía el lugar en donde trabajaba, conocía su nombre, conocía su voz, el aroma del shampoo que desprendía su cabello por las veces que habían estado uno al lado del otro esperando sus bebidas en la barra y ella peinaba sus largos mechones color chocolate con sus dedos, mientras charlaba frenéticamente con la barista, su mejor amiga. También era conocedor de esa información.
Un ramo de flores, solo uno para satisfacer su deseo. Una tarjeta anónima con un mensaje abierto. Un vistazo fugaz desde la calle de enfrente. Solo eso, solo una vez y nunca más volvería a repetirse.
Las flores para Rose serían entregadas.
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Editado: 21.02.2025