Flores para Rose

1

Milagro de San Valentín

—Me gustaría probar algo distinto —digo, mirando el cartel que muestra las variadas opciones de bebidas y pastelería, ubicado justo encima de la barra de la cafetería, mientras espero mi turno para hacer mi orden matutina.

—Eso es nuevo —responde Lance, detrás de mí en la fila—, ¿Por qué?

—Es invierno —respondo leyendo todos los tipos de café y chocolates calientes que ofrecen—. ¿No es raro tomar un mocca latte frío en invierno?

Las opciones son demasiadas, haciendo que me sea imposible elegir, sin nombrar que me caracterizo por ser una persona muy indecisa. Cuando de decisiones importantes se trata, prefiero que el resto las tome por mí. Y mi desayuno es algo muy importante.

—Ayúdame —le digo a Lance—, elige tú por mí hoy.

Él mira el cartel con las diferentes opciones que la cafetería ofrece y luego niega con la cabeza y se encoge de hombros, dándome una pequeña sonrisa.

—Sabes que yo siempre tomo café negro. Pide eso.

Tuerzo el gesto ante el disgusto que me causa la idea de beber café solo, sin nada. Me resulta amargo, por mucha azúcar que le ponga, y es demasiado fuerte, sin nombrar que el café negro me pone algo hiperactiva. El exceso de cafeína hace que mis manos tiemblen y, si lo tomo muy tarde, lo más probable es que nunca pueda conciliar el sueño.

—Gracias por tu gran ayuda —ironizo y camino un paso adelante cuando nuestro turno de ordenar llega—. Un mocca latte frío con tres cucharadas de azúcar y un café negro sin endulzante, por favor —le digo a la cajera.

Lance contiene una risa y es mi turno de encogerme de hombros. Supongo que hay costumbres que no se pueden cambiar.

Pago por nuestras bebidas, ya que el día de hoy me toca a mí hacerlo, y nos alejamos unos pasos para esperar nuestros pedidos.

—Es San Valentín —comenta Lance—. Día duro para ti, ¿cierto?

—Ni lo digas —me quejo.

Anoche me quedé hasta tarde preparando pedidos que serán entregados hoy.

El día de San Valentín es, por lejos, el más ajetreado del año. Mi florería se encuentra en un lugar bastante céntrico de la ciudad, por lo que las ventas aumentan muchísimo más que las de otras, lo que es genial para mis finanzas, pero agotador para mí.

Contrato siempre personal extra exclusivo para esta fecha, pero ni siquiera así el trabajo resulta más leve. Parece que, cada año, logra ponerse peor.

—Rose —llama Aurora, mi mejor amiga, desde detrás de la barra.

Tiene mi bebida y la de Lance frente a ella y sabe de memoria a quiénes pertenecen sin tener que preguntar. Venimos aquí cada mañana y es ella quien prepara nuestras bebidas, no dejamos que otro barista lo haga. Para mí, Aurora es la mejor. Una opinión muy objetiva si me lo preguntan.

—Que tu día sea leve —me dice en cuanto tomo el mocca entre mis manos.

—El tuyo también —respondo.

Nos despedimos de ella y nos alejamos de la barra en dirección a la salida, ya que siempre bebemos nuestras órdenes de camino al trabajo.

—Buenos días, Aleixandre —saludo a uno de los tantos conocidos que tengo por aquí en la cafetería.

Está esperando junto a la barra a ser llamado y se gira hacia mí, como si no me hubiera visto.

—Buenos días, Rose —responde—. Lance, también ten un buen día.

—Igualmente.

Salimos de la cafetería y ajusto una de las puntas de mi bufanda que vuelan frente a mí gracias al viento. Le doy una probada a mi bebida y saboreo lo que queda en mis labios. Delicioso. Nunca más pensaré en cambiar a otra cosa. Ni siquiera el frío invierno podrá lograr que pierda mis costumbres.

Lance trabaja muy cerca de donde se encuentra la cafetería, por lo que pronto nos despedimos y continúo mi camino sola hasta la florería.

Ya está abierta y la gente entra y sale en busca de sus ramos de flores. Hice que los empleados abrieran una hora antes de lo habitual hoy por las circunstancias excepcionales, San Valentín no es algo que la gente se tome a la ligera y nosotros tampoco.

Aspiramos este año a ser una de las florerías premiadas por una revista experta, por lo que queremos dar las mejores impresiones. Hemos ganados dos veces consecutivas, pero el año anterior perdimos contra un emprendimiento de Instagram que, debo admitirlo, hace unos trabajos de florería preciosos. Pero Velvet Rose es mi bebé y merecemos ganar.

—Buenos días equipo —saludo a todos que están completamente atareados y responden con saludos sin dejar lo que están haciendo.

—Rose —me llama Livia desde detrás del mostrador, con un papel en su mano—. Hay un pedido extraño, ya lo he armado —me muestra el ramo de rosas apoyado frente a ella—, pero tiene como dirección de entrega este lugar.

Tomo el papel de la orden entre mis manos y lo examino.

Este año hemos implementado una nueva forma de encargo a través de nuestra página de internet. Las personas hicieron sus órdenes a través de la web y nosotros preparamos sus pedidos, de esa forma podrían venir simplemente a buscarlo, sin tener que esperar por él. Esto agilizó un poco las cosas y fue más cómodo para los clientes. Pero este parece ser un encargo con entrega a domicilio, la gente suele confundirse con la dirección de entrega muchas veces, por lo que no sería extraño.

—Si ha sido un error podemos hablarle al teléfono de contacto —digo leyendo la línea que claramente reza dirección de entrega y justo al lado se encuentra la calle de la florería.

Estoy por devolverle el papel a Livia, cuando algo me llama la atención.

En nuestra página de internet para hacer encargos hay una opción para agregar una tarjeta con un mensaje personalizado que nosotros escribimos y lo incluimos en el ramo. Es lo que se acostumbra y la gente suele dejar escritas desde tonterías que no tienen sentido, hasta los mensajes más cursis. Pero algo llama mi atención en la particularidad de este mensaje.




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