Una confusión más grande
A la mañana siguiente entro en la cafetería con Lance.
Le he contado acerca de las flores y el mensaje de camino aquí y él cree que es algo aterrador. Sobre todo porque no quiso decirme su nombre -aunque eso es algo que ya descubrí y tuve que recordárselo a Lance-, pero también porque es extraño que sepa que las rosas son mis flores preferidas (un clásico lo sé). Fue entonces cuando discutí que quizás no sepa que son mis preferidas, sino que solo las mandó por mi nombre.
—¿Y cómo diablos sabe tu nombre de todas formas? —pregunta él mientras cruzamos la puerta de la cafetería.
—La florería se llama Velvet Rose y hay un cartel gigante encima del local —respondo mirándolo como si de repente le hubieran crecido tres cabezas—. Y, si es que no lo adivinó de esa forma tan obvia, conozco a casi todos en esa calle, pudo haber preguntado.
Lance pone los ojos en blanco y mira la fila de cinco personas delante de nosotros.
—¿Cómo es que no estás aterrada?
—No es como si me hubieran mandado una nota con una amenaza de muerte, fueron solo rosas. Nadie me había regalado flores nunca.
—Es algo acosador, si me lo preguntas.
—No te estoy preguntando —respondo riendo—. Solo quiero saber si tienes alguna idea de quién puede ser.
Luego de leer el mensaje para nada esclarecedor que envió anoche la persona enigmática, le dije que aceptaba el reto porque en realidad no podía decirle que no y quedarme con la duda de quién había enviado las rosas para siempre. Pensé que respondería, pero no lo hizo, por lo que no tengo idea de cómo adivinaré quién está detrás de todo esto si ni siquiera me da una mísera pista para ayudarme.
—¿Y yo cómo voy a saber eso? —pregunta Lance, dándome una mirada de desconcierto.
—No lo sé —agito mis manos—. Te he contado todo lo que sé sobre él, ¿Al menos conoces a algún Shay Noleen?
—En mi vida había escuchado ese nombre.
Nuestro turno para ordenar llega, Lance hace nuestro pedido habitual, para este punto he dejado la idea de cambiar mi mocca latte frío, y paga. Eso es lo que acostumbramos, un día lo hace él y al siguiente yo. Establecimos esta rutina desde que íbamos juntos a la universidad, que es donde nos conocimos en una clase de finanzas hace mucho tiempo. Pero no importa cuántos años pasen, mantenemos esta tradición.
—Hola Loren —saludo a uno de los compañeros de oficina de Lance.
Soy una mariposa muy social, Lance siempre se queja de ello. Varias veces ha alegado que no debo ser amiga de sus amigos o, en este caso, compañeros de trabajo. Pero un saludo no se le niega a nadie y Lance sobrevivirá.
—Rose —responde él dándome un asentimiento—. Lance —saluda a mi amigo y recibe el café que Aurora le entrega.
Aurora me mira desde detrás de la barra y alza las cejas en señal de pregunta. Adivino que quiere saber si sé algo más sobre quién envió las flores, así que solo niego con la cabeza. La veo suspirar y seguir preparando pedidos. Creo que es algo mágico conocer tanto a alguien como para poder mantener una comunicación no verbal sin haber cruzado ni una sola palabra antes, eso es lo que tengo con ella.
—¿Crees que lo conozco? —pregunto a Lance.
—¿A quién?
Le doy una mirada de ojos en blanco.
—A quien me envió las flores.
Lo veo encogerse de hombros y meter las manos en los bolsillos de sus pantalones.
—Sería extraño si no lo hicieras —responde—. Es menos acosador si al menos lo has visto antes. Debe ser alguien a quien conoces, pero definitivamente no es tu amigo. De otra forma, conocerías ese nombre y tendrías guardado su número.
Lo miro como si hubiera descubierto un nuevo continente, en lugar de llegar a una simple deducción lógica. Pero es que en realidad no me había percatado de aquél pequeño detalle y Aurora tampoco, aunque nos hubiéramos quedado hasta tarde hablando sobre eso anoche.
Lo único que sé de este hombre misterioso es que:
Esos tres puntos son una información tan pobre que no alcanzarían para que, ni siquiera el FBI, pudiera descubrir quién está detrás del ramo de rosas.
—Eso convierte todo en algo mucho más complicado —respiro—. Si no es mi amigo y no ha habido tanta confianza para que intercambiaramos números, amplía mucho más las opciones.
Aurora nos llama desde detrás de la barra con nuestras bebidas ya listas y nos las entrega. Pero antes de que pueda decir nada, ella me gana.
—Si algo más ocurre con tu chico misterioso, llámame o ven a verme corriendo —exige.
Está tan emocionada como yo por toda esta cosa. Tiene los ojos brillosos y me mira con las cejas enarcadas mientras muerde su labio inferior intentando contener una sonrisa.
—Lo haré —prometo.
Salimos de la cafetería y en pocos minutos me despido de Lance en el punto en el que nos separamos todas las mañanas y sigo mi camino hasta la florería.
Editado: 21.02.2025