Flores para Rose

12

Una cita de San Valentín atrasada

El sábado por la noche fue el día que elegimos Aleixandre y yo para nuestra cita.

Teniendo en cuenta de que este día la florería solo se encontraba abierta hasta el mediodía, eso me dio una franja de tiempo considerable para alistarme.

Aleix me recogió a las siete treinta en su coche y, entre una charla amena, llegamos a un restaurante italiano ubicado en la avenida principal, aunque a pesar de eso, no se encuentra demasiado concurrido.

Una de las mozas nos lleva hasta nuestra mesa, luego de que Aleix le diga su nombre a la recepcionista.

—¿Por qué no usas Shay como nombre? —pregunto una vez que ambos ocupamos un sitio en la mesa y la moza se aleja dejando la carta delante de cada uno de nosotros.

—Fue el nombre elegido por mi padre —responde sin que ninguna emoción cruce su rostro, mientras abre la carta para ver las opciones de comida—, no tenemos relación ya que nos abandonó a mi madre y a mí cuando yo era pequeño.

—Oh —es lo único que puedo articular, definitivamente no me esperaba esa respuesta—. Lo siento tanto.

Aleix niega con la cabeza y me da una sonrisa que me tranquiliza, de esa forma puedo saber que mi indiscreción no le ha molestado.

—No importa —habla mirando mi rostro—. La L también es por su apellido, por eso no lo uso, prefiero el de mi madre. Pero en documentos formales —aclara y una mirada sugerente cruza sus ojos—, como una transferencia bancaria, estoy obligado a usarlo.

Sonrío.

Todo tiene un poco más de sentido ahora.

Pronto la moza regresa a nuestra mesa y, una vez que ambos ordenamos nuestros platillos elegidos, vuelve a dejarnos solos.

—¿Por qué las flores? —pregunto luego de beber un sorbo del vino que la moza nos ha traído, elegido por Aleix ya que yo no tengo idea, pero al parecer él es un experto ya que se encuentra delicioso y tiene un aroma espectacular— ¿Por qué tanto misterio? ¿Por qué nunca me hablaste más allá de los cortos saludos que nos dábamos por las mañanas?

—Soy tímido, Rose —confiesa en voz suave—. Ni siquiera sabía si estabas con alguien más. La apuesta fue solo un movimiento arriesgado, uno que no me hubiera animado a hacer de haberlo pensado demasiado.

Me río.

Aleixandre, con todo ese porte oscuro y callado, lo último que transmite es un aura de timidez, aunque lo sospechaba un poco, pero también pensé que simplemente no le agradaba hablar con la gente y eso era todo. El hecho de que la timidez podría estar involucrada, era tan solo una suposición. Tampoco es un hombre desagradable a la vista, por lo que debería haber tenido un poco más de esperanzas en lo que a mí respectaba.

—El hecho de que aceptara tu reto confirmó que, de hecho, no estaba con nadie —adivino y él asiente.

—Hablas con muchas personas —continúa—. Estaba Lance, aunque sabía que él era tu amigo, pero también saludas a Loren, aunque luego descubrí que él está en pareja. Alan era el que más dudas me generaba.

Me río en voz alta.

—Alan es mi amigo —aclaro.

Hablamos durante todo el resto de la noche, por momentos Aleix se queda en silencio, solo escuchando y mirando mi rostro. Con solo estar un rato aquí con él, puedo darme cuenta de que no es un hombre de muchas palabras, pero eso no lo hace desinteresado, sino que se encuentra atento a cada cosa que sale de mis labios y, por momentos, hace preguntar sobre algunas de las cosas que estoy diciendo, lo que me da evidencia de que está siguiendo por completo mi conversación.

—¿Cómo supiste que bebo mi mocca con tres cucharadas de azúcar? —pregunto mientras comemos el postre— Cuando enviaste esa nota, fue abrumante —me rio—. En un principio pensé que podrías ser un cliente que solo me había visto una vez, pero lo de las cucharadas de azúcar derribó mi teoría por completo, ni siquiera mi madre sabe eso.

—Ya te lo dije, Rose —habla con tranquilidad—. Te observé. Incluso el día que envié las primeras flores, quería ver tu reacción, así que me ubiqué en la calle frente a la florería.

Eso me sorprende y detengo la cuchara con la que intentaba tomar una porción del tiramisú en mi plato. Lo miro y una pequeña sonrisa invade sus labios.

—Lo sé, es muy acosador —sigue hablando ante mi mirada sorprendida—, por eso mismo la idea de las flores no era algo que tuviera planeado repetir.

—Pero lo hiciste —me río y lo apunto con la cuchara—, cinco ramos más.

Asiente y continuamos con nuestros postres. Pronto decidimos irnos y Aleixandre se encarga de pagar la cuenta antes de que salgamos fuera.

Me abre la puerta de su lujoso coche, pero antes de que pueda ingresar en él, toma mi mano, haciendo que mi mirada se encuentre con la suya.

—Rose, tú derribas todos mis planes, por eso envié cinco ramos más después del primero —habla en una íntima voz baja, solo para que mis oídos puedan escucharlo—. No me gustan las flores —confiesa—, no me gustan los colores vibrantes ni las cosas dulces. Pero allí estabas tú, una mañana en la cafetería hace cinco años atrás, con un abrigo rosa chillón, botas color verdes para lluvia y una flor enredada en el cabello, mientras le decías a tu amiga que uno de tus sueños se estaba haciendo realidad, pero otro quedaba sin cumplirse todavía…




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