Fogones

1

Mar de brazos abiertos, transparente, impetuoso y risueño, siempre atento a regalar cariño y bienvenidas. Arena blanca que invita, que acaricia y, por pura picardía, hace cosquillas en los pies de quienes se posan sobre ella. Sol cálido y brillante, pródigo en mimos a quien ose ponerse bajo su faz. Brisa llena de ternura, melodías y aventuras. 
Maracuyá. 
El mejor lugar del mundo para descansar. Para andar en bicicleta. Para armar un picadito. Para pescar mojarras. Para tomar un helado. Para chapotear bajo la lluvia. Para hacer fogones, tocar la guitarra y contar historias contemplando las estrellas. 
Un lugar lleno de paz y armonía. 
- ¡Hay rosca, hay rosca! ¡A la rosquita calentita! ¡Calentita la rosca!
¿Alguien dijo paz? 
A lo lejos, se la ve asomar. Con su sonrisa gentil y su habitual parsimonia. Con su largo vestido de mil colores que cubre sus pies descalzos. 
Por el muelle viene caminando. 
¡Ella!  
Flaca, con revueltos rulos de sol, piel café con leche, ojos vivos y llenos de travesura, alegría infinita en sus labios. Y una enorme mochila a sus espaldas que parece que, en cualquier momento, la tira al suelo venciéndola en desigual batalla. 
Tras ella, tres pequeños bribonzuelos con cachetes de manzana van riendo a carcajadas, empujándose entre sí y dándole ánimos. 
Se le parecen.  
¡Demasiado! 
- ¡Vamos, abu! 
- Ya falta poco. 
- ¡Sólo unos pasitos más! 
- ¡Hay rosca, hay rosca! ¡Hay manzana acaramelada! 
No.  
No se trata de la típica vendedora ambulante, una de esas que suelen recorrer la playa, a voz en grito, ofreciendo su deliciosa mercadería. 
No, nada de eso.  
Ella, simplemente, es Lore, la abu más linda y divertida de todo el mundo mundial. Avanza paso a paso por la vida, voceando frases inverosímiles y ofreciendo roscas  y manzanas inexistentes, con el solo fin de arrancar una sonrisa a quién encuentre en su camino.  
Siempre le funciona. 
Y los tres pequeñajos que la siguen correteando, gritando y riendo con sus no menos pesadas mochilas a la espalda, son sus retoños más queridos. 
Pía. Liz. Brandon. 
Tres nietecitos tan especiales y disparatados, como su especial y disparatada abuela. 
- ¡Hay rosca, hay rosca! ¡Calentita la rosca! 
- Abu, ¡la gente nos está mirando! – susurra Bran, el más tímido de los tres, hablando entre dientes y poniendo los ojos en blanco. 
- Pues…, ¡yo diría que mejor se vayan acostumbrando! – replica Liz, abriendo alegremente los brazos y dejando que la brisa la despeine – ¡Hello, Maracuyá Bay! ¿Cómo estás tú? ¡No te imaginás lo mucho que te extrañé! 
- ¡We are the champions, my friends! And we'll keep on fighting 'til the end. – canturrea Pía, a grito pelado. 
- ¡We are the champions, we are the champions! No time for losers. Cause we are the champions. ¡Of the world! – la siguen los demás, entre risas. 
Una bandada de golondrinas huye despavorida. Un par de gaviotas asustadas las sigue de cerca. “¡Vaya escándalo mete esta feliz familia!”, parecen pensar en su vuelo apresurado. 
- ¡Uff, mis amores! – suspira Lore, casi sin aliento y agarrándose la cintura – ¡Llegamos! Porfa, ayuden a la abuelita a quitarse esta mochila de los hombros. ¡Ay, mi espalda! 
- Me gusta este lugar para acampar, abu. – informa Pía, sonriente – ¿A vos, Liz? 
- ¡Amo fuerte! ¿Nos quedamos acá?  
- ¡Sí!  
- ¡Genial! ¡Voy por la carpa! 
- ¡No se vayan a pelear por ayudar a esta pobre anciana! ¡De a uno, por favor! – la ironía florece en su cristalina voz. 
Lore, como buenamente puede, se desembaraza de su carga, mientras sus traviesos nietos exploran el panorama con sonrisas de aprobación y miran la playa de reojo. 
- ¡Yo cavo la zanja! 
- ¡Esperá, Bran! ¿Adónde creés que vas?  
- ¿No escuchaste que Liz va a traer la carpa, abu? Voy a buscar agua para humedecer la arena. 
- ¡Ay, no la dejan descansar a una! ¡Cuánta desconsideración! 
- Cuanto antes terminemos…, ¡mejor! – le planta un beso en la mejilla. 
- ¡Ay, estos chicos modernos! – una guiñada traviesa le atraviesa la mirada – ¡No te vayas lejos! 
La excusa del pozo es muy buena. Pero a Bran no le da ni tiempo de salir corriendo a mojar sus piececitos en el mar que tanto añora. 
Porque un hombrecito regordete, bajo, calvo y con aspecto de ogro rezongón viene directamente hacia ellos. 
¡Con cara de muy pocos amigos! 
 




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