Fogones

11

- Abu…, ¿podés venir? 
- ¿Qué pasa, Bran? ¿Qué hacés despierto a esta hora? Parece que va a llover. 
- Es Trigo. 
- ¿Qué le pasa a Trigo? 
- Tiene algo en el cuello. 
- ¿Algo en el cuello? ¿Algo cómo qué? 
Como si adivinara que están hablando de él, el dorado perro se acerca a ellos con paso distinguido y aire alegre. 
- En mi vida había visto un perro tan feliz. ¡Buen día, señor madrugador! – Lorena le hace un mimo en la cabeza. 
- ¡Guau! 
- Y eso que su dueño es un amargado. 
- Por suerte, no todas las cosas se parecen a sus dueños. ¿Qué me querías decir de Trigo, Bran? 
- ¿No le notás algo raro? 
- Bueno…, en este lugar todo es raro. Y Guaracha es raro. Así que no me extrañaría nada que el perro tenga algo raro también. Pero no sé de qué estamos hablando. Al parecer tiene dos orejas, dos ojos, el hocico, cuatro patas. ¡Normal! 
- ¡Abuela! 
- ¡Ay, qué poco sentido del humor! 
Brandon se arrodilla junto a Trigo y hace tintinear la medalla que lleva prendida al cuello. Lorena se inclina junto a ellos. 
- Estoy hablando de esto, abuela. ¿Qué es? 
- Parece una medalla, ¿no? 
- Sí. Pero el dibujo… ¡Es una foto! ¿Ese de ahí no es Guaracha? 
- ¿En serio? A ver… 
Reluciente como agua clara, la brillante medalla tiene grabada la imagen de Trigo y Guaracha sonriendo felices a la cámara. ¿Guaracha feliz? ¡Esto sí que es nuevo! 
- Pero… 
- ¿Pero…? 
- ¿Quién es esa señora? 
Ambos se quedan mirando los rizos caoba, los ojos ambarinos, la nariz respingada y la boca de dientes perfectos que les sonríe desde la foto. Es como si toda la magia que desprende la medalla se centrara en ella.  
- Trigo, Triguito…, ¿será que ella es tu dueña? 
El leal perro emite un pequeño ladrido de reconocimiento. 
- No, abu. ¡Trigo es mío! 
- No, Bran. Nos guste o no, el dueño de Trigo es Guaracha.  
- Pero ahora está con nosotros.  
- Cierto. Pero pronto habrá que devolverlo. Más si resulta que tiene dos dueños en lugar de uno. 
- ¿Quién será esa señora? 
- No sé. Quizás su esposa. 
- ¿Guaracha tiene esposa? – saluda Pía saliendo de la carpa. 
- ¡Pobre mujer! – se burla Liz, quién aparece tras ella con cara de dormida. 
- ¿Ya se despertaron ustedes dos? ¡Vayan a lavarse esa cara que tienen surcos! 
- ¡Y lagañas! ¡Yuk! ¡Qué asco! 
- ¡Como si vos no tuvieras! 
- ¡Ufa…! 
- ¡… abuela! 
Las chicas se alejan aún medio dormidas y protestando, en tanto Lorena y Brandon retoman su conversación. 
- ¿Será que Guaracha es casado, abuela? 
- Mmmm…, no sé. A lo mejor es viudo. 
- ¡Ay, pobre! 
- Me parece raro que, desde que llegamos, nunca hayamos visto a esa señora. – se queda pensando un momento – ¿Quién sabe? Tal vez, el problema es que el viejo Guaracha quiere que nos vayamos, no porque sea un maleducado. A lo mejor le pasó algo y está triste. 
- Abu…, pero yo cuando estoy triste quiero que me abracen mucho. 
- ¡Yo también!  
- ¡Ay, yo no! Yo cuando estoy triste prefiero comer helado hasta reventar. 
- ¿Perdón? Los surcos siguen exactamente en el mismo lugar en sus caras. 
Carcajada estrepitosa. 
- Afortunadamente, mis bellos, no todos somos iguales. 
- Bueno… 
- … tal parece… 
- … que tenemos un misterio que resolver. 
- Chiquilines…, ¡dejen a Guaracha tranquilo! 
- Tenemos que descubrir quién es esa mujer. 
Todos miran a Trigo expectantes, como si con un ladrido pudiera contestar a todas sus preguntas. 
- ¡Guau! 
¡Por supuesto que no!
 




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