Dante abrió los ojos.
Una solitaria nube cruzaba el profundo azul del cielo en aquel momento. El joven permaneció siguiendo aquel trozo de algodón blanco hasta que se perdió fuera de su campo visual arrastrada por la perfumada brisa primaveral.
Hubiera permanecido en aquella posición por varias horas, pero sentía que no estaba ganando nada con aquello. Giró la cabeza hacia un lado y a través de una pradera de verdes hierbas salpicadas aquí y allá por algunas rocas vió un paisaje desconocido. Un bosque de abetos oscuros crecía a unos pocos kilómetros de distancia, por detrás una lejana cordillera elevaba sus escarpados picos al azul brillante del cielo lanzando destellos blancos allí donde la nieve coronaba las cimas.
Volvió a girar la cabeza hacia el cielo y distinguió la lejana silueta de un ave que remontaba el azul allá en las alturas.
Levantó su mano y la observó con detenimiento resaltada contra el claro del cielo. Su piel era de un tono ligeramente más oscuro del que recordaba.
—Me pregunto como se verá mi avatar. —dijo sorprendiendose de su propia voz.
Así que su voz también había cambiado. Realmente habían pensado en todo.
Suspirando profundamente se sentó sobre la hierba de un solo movimiento y dejó que el viento acariciara sus cabellos. Olía bien, a flores y a cesped verde.
Se mantuvo allí unos minutos, sumergido en sus propios pensamientos sabiendo que eran, probablemente, sus últimos momentos de relajación antes de volver a meter su cabeza frente a una terminal de monitoreo.
Giró la cabeza hacia el otro lado y vió las rocas cercanas, pero lo que le llamó la atención de inmediato fue que las propias rocas le devolvieron la mirada.
—¿Que…?
El Golem de roca se incorporó lentamente y los dos pequeños ojillos brillaron con un fulgor rojizo en cuanto el monstruo adaptó su comportamiento agresivo.
—¡Oh rayos!
Dante salió corriendo para ponerse a salvo del inevitable ataque. Rápidamente huyó del alcance de los poderosos brazos de granito, pero aun no habia escapado del todo. El siguiente ataque del golem fue arrojar un enorme pedrusco con la misma facilidad que un niño arroja una canica al aire.
El joven cayó de espaldas sobre la hierba y vió con horror cómo el proyectil caía sobre él irremediablemente. Alzó su brazo instintivamente para protegerse y en ese momento el mundo pareció ponerse boca abajo.
Algo explotó bajo la hierba donde estaba echado, como si el propio manto verde de pronto se agitara como un líquido. Las hierbas se agitaron de golpe y crecieron en forma de columna entre sus propias piernas, alzándose como una lanza que subió al encuentro del enorme pedrusco.
En cuanto las enredaderas tocaron la piedra un manojo de tallos, hojas y vainas envolvieron el proyectil como si de una enorme red se tratara, apartandolo de su trayectoria mortal lo suficiente para que cayera a unos pocos centímetros de la cabeza del joven.
—¡Ahora! ¡Corre! —Gritó una voz desconocida a sus espaldas.
Dante no lo pensó dos veces y poniéndose de pié de un saltó, salió a todo correr hacia donde había escuchado la voz. El Golem giró la enorme cabeza hacia donde había aparecido aquel nuevo enemigo.
La joven estaba parada desafiante con las piernas abiertas mientras sostenía un extraño bastón de madera frente a sí. Dante se refugió de inmediato tras ella y observó asombrado al gigantesco enemigo que se acercaba lentamente hacia ellos.
—Solo podré detenerlo lo suficiente para que podamos escapar. —dijo la joven sin apartar la vista del enemigo. —Prepárate para correr a mi señal.. iremos hacia los árboles más cercanos. ¿Entendido?
El joven asintió y se preparó para actuar a la señal de la misteriosa chica, sólo entonces notó la cola rayada que se movía nerviosa de un lado a otro asomándose por debajo de la extraña vestimenta.
—Tu… tu eres.
—¡Concentrate!
La punta del bastón se iluminó de repente con un resplandor esmeralda y unos puntitos brillantes comenzaron a bailar delante de la mano extendida de la joven, quien recitó una extrañas palabras en una lengua desconocida.
La hierba a los pies de ambos jóvenes comenzó a retorcerse como si en aquel pequeño espacio un huracán se hubiera desatado, pero Dante no sentía viento alguno en su rostro.
—¡Ahora! —gritó ella mientras apuntaba el bastón hacia el golem, apenas a unos pocos metros de donde estaban ellos.
Como si un enorme dragón se tratase, una enredadera de casi un metro de diámetro surgió debajo de las gruesas piernas del monstruo y creció alrededor de las rocas del poderoso cuerpo, enredándose cada vez más hasta cubrir por completo los brazos y torso de la criatura.
—¡Corre!
Dante y la misteriosa joven comenzaron a correr hacia el bosque sin mirar atrás. Escucharon los gruñidos del monstruo mientras intentaba liberarse de aquellas enredaderas, pero pronto el viento y la distancia se llevó los sonidos hasta que no los oyeron más.
Sin dejar de correr llegaron a los lindes del bosque, sin embargo siguieron corriendo sin animarse a mirar hacia atrás, internándose cada vez más hasta que todo sobre sus cabezas fueron ramas y hojas que formaban la impenetrable cobertura del bosque.
El terreno había estado elevándose continuamente desde que entraran bajo los árboles. Pronto llegaron hasta un claro donde un enorme roble crecía junto a una pequeña corriente de agua que saltaba entre las rocas formando una pequeña cascada antes de desembocar en una arroyuelo que desaparecía entre las raíces de los árboles en su camino al valle.
Dante no estaba cansado en absoluto, pero se sorprendió al ver cómo su cuerpo imitaba el gesto de haber perdido el aliento tras la huida.
Los dos se sentaron bajo el árbol y recostaron sus espaldas contra el tronco.
—¿Estas bien? —preguntó la joven al cabo de unos minutos.