La puerta de la habitación se abrió apenas casi sin hacer ruido. La cabeza de la chica-gato se asomó lentamente por la estrecha abertura y miró a ambas direcciones del pasillo; no había moros en la costa.
—Bien. —dijo en voz baja.
La puerta se abrió por completo unos segundos más tarde y Silvana salió del cuarto en puntas de pie.
—¿Nya?
Los pelos de la cabeza (y la cola) de la chica se erizaron por completo al oír aquel maullido. —¿Mirna?
La joven arquera salió de detrás de una columna y apoyó su cabeza en el pecho de su amiga, restregandose cariñosamente. —Nya. —ronroneó.
Silvana suspiró. —De ti no puedo escabullirme nunca. —dijo resignada. Mirna sacudió las orejas y la miró fijamente. —Es peligroso que salgas sola. —dijo con sus propias palabras.
La joven druida asintió. —Lo siento. —se disculpó. —Se que todos se preocupan por mi pero… no quiero ser una carga para el clan. —dijo. —Tengo que ir al bosque a entrenar, no puedo ser un lastre siempre por debajo del nivel de todos.
Mirna agachó las orejas y asintió. —Al menos déjame ir contigo. —rogó su amiga.
La arquera no solía cruzar muchas palabras con nadie, pero con Silvana era más propensa a recitar frases enteras. Silvana le acarició la suave cabeza y sonrió. —Gracias. —dijo. —Me siento mucho más segura contigo a mi lado.
Silvana creó una party y agregó a Mirna como compañera. De inmediato su interfaz de usuario cambió y se adaptó para disfrutar el juego en compañía. —Ahora tenemos que salir sin ser vistas. —dijo mientras su amiga agitaba las orejas.
Bajaron juntas las escaleras del primer piso y se detuvieron a mitad de las mismas para escuchar por si alguien se acercaba. A esa hora por la tarde la mayoría de los miembros que quedaban en La Orden ya habían formado partys para salir a entrenar en los lugares de siempre, por lo que en el Clan Hall reinaba un completo silencio.
—Despejado. —dijo la joven druida señalando la planta baja desde el rellano de la escalera. Las dos amigas descendieron el resto de los peldaños y se asomaron al lobby que comunicaba al salón principal.
El fuego de la chimenea estaba encendido pero no se veía a nadie en la mesa principal o los pequeños sillones laterales, en cambio un sonido de golpes rítmicos provenía de la puerta trasera que daba a la parte exterior trasera del edificio.
—Rita está forjando nuevas armas o armaduras. —observó Silvana. —Cuando lo hace está siempre concentrada al máximo, no nos escuchará ni siquiera si luchamos contra un dragón aquí dentro.
—Nya.
Salieron por una de las puertas laterales (La que daba a las cocinas) y tras tomar un par de provisiones del cofre de alimentos así como algunas pociones de salud, se dirigieron al pequeño recibidor que daba a la entrada principal del ClanHall.
Era el lugar que más preocupaba a Silvana, ya que era el sitio donde los aventureros de La Orden pasaban la mayor parte del tiempo charlando o esperando a que otros se conectaran a Calypso para iniciar una party y salir a cazar monstruos.
La habitación estaba vacía y la chica respiró aliviada. Temía tener que usar un hechizo de invisibilidad como la ultima vez, mas sabia que incluso haciendo aquello podría no resultar del todo bien; todavía recordaba como una vez que pasó junto a Dirk estando invisible, el Informante se giró sobre sí mismo y le deseó una buena cacería en el bosque, tal y como si pudiera verla perfectamente.
Por suerte Dirk jamás la había delatado y generalmente miraba para otro lado cuando ella desobedecia los consejos de Alex y salía a entrenar sola. Era un buen hombre.
Dirk no estaba allí (Había salido apresuradamente la noche anterior hacia algún lugar al norte) por lo que las chicas cruzaron corriendo la pequeña habitación y se asomaron a la puerta de entrada. La calle estaba desierta y no vieron a nadie en ninguna dirección.
Recorrieron la calle pasando frente a los edificios abandonados sin detenerse a mirar atrás. Cuando llegaron a la muralla defensiva interna y al túnel vigilado que franqueaba la entrada se sorprendieron al ver que la barrera estaba levantada y no había señal alguna de los guardias del Imperio. Sin ganas de investigar el porqué de aquello, las chicas flanquearon el puesto de control y se dirigieron de inmediato hacia la plaza.
La plaza frente a la catedral de Jenne estaba en relativa calma. A esa hora la mayoría de los jugadores estaba ya en los calabozos o en los campos circundantes cazando monstruos y juntando recursos, por lo que en la plaza había una relativa poca cantidad de jugadores. Aún así se respiraba un aire extraño, las conversaciones eran en voz baja y pequeños grupos de gente se juntaba aquí y allá discutiendo las últimas novedades. Algo se estaba gestando y los grandes clanes movían sus hilos en las sombras. Los rumores corrían abundantes como arroyuelos en primavera, pero solo unos pocos sabían lo que estaba sucediendo realmente.
El sol había empezado a bajar en el cielo hacía un rato y los tonos rosados del atardecer comenzaban a teñir las colinas circundantes de la pequeña ciudad. En ese mismo momento Karina y Dante realizaban sus tareas de pre-despegue a bordo del SDF-1 antes de embarcarse en su misión de infiltración, pero de eso Silvana no sabía absolutamente nada. La chica y su amiga caminaron por el medio del mercado mirando los productos en venta, pero más que nada para evitar la ruta directa hacia la plataforma donde la piedra de teletransportación reunía a todos los jugadores que llegaban o salían de Jenne.
Se detuvieron en un pequeño puesto de NPC’s y contemplaron una colección de joyería hecha con piedras semipreciosas. El tendero le sugirió a Silvana un delicado broche de pelo de madera oscura con incrustaciones de ámbar que la chica se probó entusiasmada, pero sus habilidades de regateo eran bastante modestas y el precio de aquel pequeño accesorio era demasiado para sus pequeños fondos.
—Es muy bonito, pero tendrá que esperar para cuando tenga algo de dinero de sobra —dijo apenada devolviendo el broche al comerciante.
Continuaron rodeando el mercado y finalmente llegaron al final a unos cuantos pasos de las escaleras que subían hacia la plataforma donde estaba la piedra. Se detuvieron junto a unas enormes pilas de cajones de fruta y espiaron el portal desde su escondite.
—¿Lista? —dijo Silvana mirando a su amiga. —Iremos corriendo y tocaremos la piedra, así no podrán seguirnos.
—Nya. —respondió Mirna sacudiendo las orejas.
Silvana preparó el destino en su interfaz de viaje y se dispuso a correr hasta la piedra. No vió a nadie de La Orden cerca y la plataforma estaba vacía de gente, era el momento ideal.
—A la una, a las dos y a las….¡Tres! —exclamó la chica dando un salto mientras salía del mercado en dirección a las escaleras, pero solo pudo avanzar unos pocos pasos.
Alguien la tomó de la cola y el tirón hizo que la chica se detuviera de inmediato con un grito.
—¡Ah! —exclamó dándose la vuelta mientras los pelos de su cabeza y sus orejas se erizaban. —¿Que…?
—¿A donde cree que va, señorita?. —preguntó Matilda soltando la erizada cola. —¿Otra vez escapando al bosque? —la expresión de la espadachin Windermerense era la de una madre que sorprendió a un niño con la mano en la lata de galletas.
La chica-gato cayó de rodillas sobre los adoquines de piedra dándose por derrotada. —Tan cerca. —suspiró mientras Mirna se arrodillaba a su lado.