Folded Dreams

22

La primera en asomarse por sobre la oscura masa de rocas fué Lianna, la mayor de las hermanas. Su luz blanca hizo retroceder un poco la oscuridad en el profundo cañón en donde se recostaba la silenciosa ciudad de Mir. Su hermana pequeña, Cassiopea, apareció unos minutos más tarde derramando un poco de luz roja, pero su superficie no reflejaba tanta luz como la de su hermana. Los últimos jirones de nubes se escurrieron velozmente tras las montañas y un mar infinito de estrellas cubrió la bóveda celeste sobre la ciudad dormida.
Diógenes se frotó las manos para darse un poco de calor y ajustó los harapos lo mejor que pudo mientras se acercaba al pequeño telescopio de latón que había montado sobre un improvisado trípode de madera en la pared de roca que corría todo a lo largo de la cara expuesta de la ciudad hacia el acantilado.
El jugador arrastró un tronco junto a la pared y tras colocar una pequeña almohada sobre el mismo se sentó lo más cómodamente que pudo mientras observaba a Lianna por el pequeño lente de cristal del instrumento.
Al cabo de unos minutos dejó de observar la luna y extrayendo un manojo de hojas en blanco comenzó a escribir unas anotaciones usando un lápiz de carbonilla.
—No se que me sorprenda más. —dijo una voz a sus espaldas. —Que tenga un telescopio o que no use la interfaz del juego para tomar notas astronómicas.

Diógenes levantó la cabeza y vió a Dante y a Karina observandolo con curiosidad a unos pocos metros de distancia.
—Vaya vaya. —respondió el hombrecillo guardando sus notas entre las viejas ropas. —El guerrero Dante y su misteriosa compañera… vaya sorpresa realmente. 
Karina se cruzó de brazos y se sentó en la pared de piedra. —Me llamo Karina. —dijo mientras hacía un gesto con la mano. —Creo que no me habia presentado antes.
—Oh… sí claro. —respondió el jugador. —Pensé que querrían discutir algo importante y preferí venir a mi cita diaria con las Hermanas. —dijo señalando hacia el cielo. —Me llamo Diógenes, aunque creo que usted ya lo debe saber… mucho gusto.
Dante observó con curiosidad el pequeño instrumento de latón. —¿Usted lo construyó? —preguntó mirando al hombrecillo.
—¿Yo? claro que no. —respondió el jugador. —Se necesita una habilidad enorme para fabricar estas cosas….pero si conoces a la persona indicada y le haces los favores adecuados… bueno.
—Se entiende perfectamente. —dijo Dante levantando ambas manos. —Aun así es fascinante… ¿Y por que toma notas en forma directa? 
—Para venderlas, obviamente. —explicó Diógenes. —Los sabios de la biblioteca pagan buen dinero por diagramas, fórmulas y números… es la única forma en la que un jugador como yo puede vivir en este mundo de violencia y muerte continua.
Dante y Karina se miraron confundidos. 
—¿Osea que usted no “juega” con espadas o magia y simplemente se dedica a… estudiar cosas? —preguntó intrigada Karina.
—Es lo que hay. —respondió Diógenes encogiéndose de hombros. —Solo juego con las cartas que me tocaron.
Ahora fué el turno de Dante de mirarlo confundido. —No comprendo. —dijo. —¿Acaso usted no creó a su personaje para jugar de esta forma?
—Claro que no. —respondió el jugador con una sonrisa. —Lo que ves delante tuyo es el resultado completamente al azar de Calypso… yo solo escogí el nombre una vez que el sistema me presentó el resultado de la generación genómica de mi personaje. —dijo mientras extendía los brazos para que los dos jóvenes pudieran ver aquel cuerpo compacto que asomaba entre los andrajos de tela.
Una rafaga de aire helado sopló desde el precipicio y Diógenes volvió a abrigarse con sus harapos mientras tiritaba de frío. —Brrr… —exclamó. 
—Escuché que Calypso genera a los personajes de varias formas. —comentó el joven volviéndose hacia su compañera. —El jugador puede elegir una raza y clase predefinidas o puede utilizar una especie de herramienta de edición genética para desarrollar determinadas características genéticas.
—Así es. —confirmó el jugador. —Pero hay otra opción que muy poca gente conoce, más que nada porque no suele dar los mejores resultados como podrás ver. —agregó.
—¿Que clase de opción es esa? —preguntó Karina.
—Utilizar tu propio ADN como “semilla” para la creación de un perfil único en el juego. —explicó Diógenes.
—¿Semilla?
El hombrecillo volvió a frotarse las manos. —Cuando generas números al azar no partes de la nada… necesitas algo, un comienzo… los dados al rodar tienen seis caras con diferentes valores en cada una de ellas, al lanzarlos generas un numero al azar en base a una distribución uniforme. El tipo de dado y la cantidad de veces que uno lo arroja son la “semilla” que genera un resultado al azar, por dar una explicación bastante general del tema.
Dante se rascó la barbilla. —Algo me dice que el ADN es algo más complicado que un simple dado. —dijo.
—Oh claro que lo es. —respondió el jugador. —Mis expectativas cuando llegué a la flota 41 eran la del jugar como un Zentradi gigante. —explicó Diógenes haciendo un gesto amplio con las manos.
—¿Un Zentradi? —preguntó Karina. —¿Osea que usted es un Zentradi micronizado en la realidad y quería usar su propio ADN para jugar en Calypso? 
El jugador sacudió la cabeza.—Uno de mis abuelos lo fué al menos. —reconoció. —Yo soy un mestizo de segunda generación, por lo que ni siquiera mantuve el tono de la piel de mi abuelo… ja, apenas si parece que tuviera un bronceado ligero. —bromeó.
Dante asintió con la cabeza. —Así que esperaba que esos genes en su linaje lo transformaran en un gigante aquí en Calypso.
—O al menos en un mestizo con buena predisposición a la lucha. —reconoció Diógenes suspirando. —Pero Calypso me jugó una mala pasada y los dados no me sonrieron como bien puede ver.
—¿Y no pudo volver a generar el personaje? —preguntó el joven.
—Calypso no permite generar otra semilla diferente basada en el ADN del usuario. —explicó Diógenes. —Claro que me quedaba la opción de elegir yo mismo una clase predefinida y utilizar los stats con valores promedio pero… ¿Dónde está la gracia de eso? Me propuse aceptar mi herencia genética y jugar con este personaje a pesar del nivel de dificultad “Nightmare” que Calypso me proponía.
—¿Y qué tan difícil ha sido? —preguntó Karina.
El Jugador hizo un gesto de resignación. —Básicamente si salgo de esta ciudad puedo darme por muerto; la constitución de mi personaje es mínima y cualquier golpe o herida me dejaría fuera de combate casi de inmediato. ¿Luchar? Olvidenlo, apenas tengo fuerza suficiente para acarrear un pequeño inventario de mis ropas y la comida que uso diariamente.
—Wow. —exclamó Dante. —Eso es…
—Una verdadera mierda, si me disculpa usted el atrevimiento. —dijo el hombrecillo haciendo una reverencia hacia la joven Teniente. —El caso es que me tocaron estas cartas y debo jugarlas de acuerdo a las reglas de Calypso… lo que, supongo, está relacionado con la presencia de ustedes aquí. ¿Verdad?
Karina lo miró fijamente. —¿A que se refiere? —preguntó.
—A que me encontraran de forma tan sencilla. —aseguró. —Pero en definitiva no me sorprende.
Mientras Karina y Dante se miraban sin comprender el jugador volvió a inclinarse sobre el telescopio y tras ajustarlo cuidadosamente se incorporó satisfecho. —Creo que con eso bastará… ¿Quieren verlo?
—¿Que cosa? —preguntó Dante.
—Veanlo por ustedes mismos.
Karina se acercó al pequeño aparato y miró por el tubo de metal. —No veo nada. —dijo.
—En cualquier momento. —advirtió Diógenes.
Karina mantuvo la vista fija y entonces lo vió. Un pequeño punto brillante atravesó el campo de estrellas apenas perceptible. La joven se incorporó y miró al jugador sin decir nada.
—¿Lo vio? —preguntó Diógenes. —No es necesario que me diga nada, eso es definitivamente un satélite artificial en una órbita baja, pasa por sobre Mir una vez cada ciento veinte minutos. —aseguró.
Dante miró hacia el cielo estrellado y se preguntó si Duval y Willy los estarian viendo ahora en la imagen actualizada del satélite (y como se sorprenderán al ver que ellos le estaban devolviendo la mirada desde la imagen). Contuvo las ganas de saludar hacia el cielo y en cambio se volvió hacia el jugador. —No lo hemos localizado gracias a un GPS. —aseguró metiéndose las manos en el bolsillo. 
—Tal vez no. —respondió Diógenes. —Pero eso no quita que la presencia de ustedes en esta ciudad no esté rodeada de más misterios de los que me gustaría saber. 
—¿Misterios? —preguntó Karina.
—Para empezar, ninguno de los guardias de la ciudad los vió a ustedes dos cruzar el puente. —aseguró el jugador. —Y eso ya es bastante sospechoso de por sí, pero Mir tiene otras entradas ocultas y es sabido que ciertos jugadores conocen el valor de esos secretos.



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En el texto hay: videojuegos, isekai, macross

Editado: 27.12.2020

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