Aunque Dante y Diógenes hicieron todo lo posible por apagar lo más rápido que pudieran la hoguera en donde el cadáver del oso se consumía lentamente, no pudieron evitar que el espiral de humo negro se elevara por sobre el follage del bosque y fuera visto por muchos pares de ojos (Y algún que otro ojo individual de algún monstruo que merodeaba por la zona).
Pero fundamentalmente fué registrado por uno de los satélites de órbita baja que el Director Duval había ordenado desplegar sobre la zona del planeta en la que en ese momento tantas cosas estaban sucediendo.
El poderoso lente del satélite centró su atención en la señal de calor y registró un centenar de lecturas diferentes en todos los espectros disponibles. Una fotografía del espectro de luz visible mostraba claramente la enorme hoguera y a los aventureros que intentaban extinguirla arrojando tierra a la misma.
Ni Duval ni Willy estaban en ese momento monitoreando la situación, por lo que la computadora del satélite registró aquella conflagración en medio del bosque y le asignó un aviso de importancia al Log de datos tras lo cual continuó su órbita mientras los sensores peinaban el terreno en busca de otras señales de calor u otros espectros de importancia.
Los máximos responsables de Alpha Corporation no eran los únicos que estaban ocupados aquel domingo mientras la población civil se relajaba dentro de la simulación de sus pasatiempos favoritos. Con el tiempo agotándose rápidamente para culminar los últimos preparativos antes del Salto, la mayoría del personal militar aún activo se encontraba cumpliendo horas extras mientras el reloj seguía corriendo acercándose cada vez más a la hora de partida.
Fuera de la Flota 41 la actividad era frenética. Casi medio centenar de naves de la flota se encontraban maniobrando en ese momento para asumir la formación de salto que, si todo marchaba como lo planeado, mantendrían durante varios años dentro de la enorme burbuja WARP que la Macross 41 desplegaria al entrar al Super Salto FOLD de Largo Alcance.
La Battle 41 y su enorme sarcofago colonial eran el cuerpo principal de la flota, pero sus brazos se extendían en una esfera de influencia de casi tres Unidades Astronómicas alrededor de la gigantesca nave. Patrullas de todo tipo controlaban aquel enorme espacio mientras las naves de soporte y apoyo viajaban a unos pocos kilómetros de distancia de la nave nodriza proveyendo materiales y manufacturas para el crecimiento de la colonia. Las enormes Three Star Factory resaltaban sobremanera en aquella flota de la retaguardia, haciendo brillar sus enormes disipadores de calor como enormes lanzas que se extendían varios kilómetros hacia la popa de aquellas enormes factorías móviles.
Las naves factorías eran bocas insaciables que tragaban todo el material útil que llegaba por sus bahías de atraque situadas en la parte delantera de las mismas y en esos momentos la actividad allí era frenética.
No era para menos: La orden de apagar las fábricas y procesos automatizados de procesamiento de minerales había sido emitida por la Battle 41 hacía menos de 24 horas y los operarios cuplian turnos dobles y hasta triples para preparar las enormes naves. Los hornos tenian que apagarse, las enormes trituradoras debían quedar silenciosos y el material sin procesar restante tenía que ser descartado para que todo estuviese listo una vez que el viaje llegase a su fin.
Es debido a todo ese atrejeo a último momento que no resultó extraño que en el puente de una de las esas enormes naves factorías, un operario lanzara una sonora maldición al notar el drone de minería que se acercaba a la zona de control de vuelo de la Three Star #25.
—¿Qué sucede? —preguntó el Capitán de aquella nave, un hombre entrado en sus 50’s con una tupida barba castaña oscura. El puente de mando de la Three Star estaba casi desierto y solo su Capitán y un Interno se encontraban presentes en aquel espacio que, en situaciones normales, albergaba una docena de personas entre técnicos y operarios trabajando simultáneamente para controlar las operaciones de la gigantesca fábrica automatizada.
—Tengo a un Abejorro solicitando permiso para atracar. —respondió el joven llevándose una mano a la cabeza. —¿Como mierda…?
Los Drones clase Abejorro eran la versión Extra Grande de los drones mineros clase Apis que se usaban a lo largo y ancho de toda la galaxia por las flotas de Colonización. Eran naves completamente autónomas, diseñadas exclusivamente para operar desde los enormes hangares de las Three Star y maximizar así el tiempo de operación debido al monumental volumen de carga que podían trasladar desde los depósitos de minerales hasta los sistemas de logística de la flota. La flota 41 había estado explotando el anillo de asteroides que rodeaba a un pequeño planeta cercano y ahora los últimos drones estaban regresando a casa con sus bodegas rebosantes de rocas trituradas y listas para ser procesadas.
—Mierda. —exclamó evidentemente molesto el Capitán. —Se supone que para estas horas ya estarían todos devuelta...¿Tenemos algún sitio libre donde quepa esa cosa?
El joven sacudió la cabeza. Era el operario más jóven de toda la tripulación del puente de aquella nave y en aquel momento estaba cumpliendo las funciones de otros tres compañeros, ya que todos los demás ya se encontraban en la Colonia 41 listos para entrar en sus vainas de viaje.
—Los atraques ya están cerrados y purgados. —respondió nervioso mientras miraba las pantallas de monitoreo de un lado a otro. —¿Y si lo anclamos en la base de la torre? ¿En el lugar que ocupa la Fragata…? —preguntó levantando la vista hacia la silla del Capitán.
—Idiota, ese espacio lo necesitamos nosotros para anclarnos con la Colonia 41, no podemos meter un Abejorro ahí. —respondió de mala gana el Capitán. —Ve si puedes enviarla a la #17, ellos están más retrasados que nosotros, tal vez todavía tengan el hangar abierto.
El joven operario asintió y abrió la pantalla de comunicación del drone para insertar las instrucciones pertinentes.
—Capitán. —dijo al cabo de unos minutos. —Tenemos un problema.
—¿Otra vez ese Abejorro?
—El sistema insiste en atracar aquí, todos los demás destinos están cerrados.
—Me cago en… esos hijos de puta ya cerraron todos sus sistemas SILS y somos los únicos que tenemos un control de vuelo activo. ¿No puedes hacer nada?
El joven se encogió de hombros. —No soy operario de Drones, Señor. —se excusó. —Soy Analista de Sistemas, no estoy capacitado para…
—Entonces usa tus sistemas para solucionar este problema! ¡Para eso te pago! —exclamó irritado. —Si abrimos el hangar y los sistemas de atraque vaya a saber cuantas horas más podríamos demorarnos...esos hijos de puta del Alto Mando son capaces de enviarme a los calabozos de la Battle 41 si los hago retrasar un minuto. —dijo tras lo cual se inclinó en su asiento mientras lo señalaba con el dedo. —Y si no solucionas esto ahora mismo, voy a asegurarme que tu también me acompañes a conocer esa parte de la nave. —lo amenazó.
El joven suspiró y se volvió hacia la pantalla de información del Drone. —Supongo… Supongo que hay una forma. —dijo haciendo un gesto de la mano para que la pantalla se expandiera y ocupara el centro de del Puente de Mando para que su Capitán pudiera verla. —¿Qué piensas hacer? —preguntó nervioso el hombre.
—Cambiaré el ID del Abejorro y le asignaré una identificación de transporte de carga simple. —dijo. —Eso nos permitirá enviarlo directamente a la Colonia 41 salteando el protocolo que solo permite a las naves de minería con carga de material crudo anclar en una Three Star… que lleve piedra sin procesar en la bodega no debería ser un obstáculo para el control de carga de la Colonia.
—Lo que sea, hazlo. —dijo el hombre recostandose nuevamente en el sillón de Capitán. —Con tal de que no nos moleste más.
—Aye aye, Capitán. —respondió el joven mientras sus dedos bailaban sobre el teclado holográfico. —Y…. listo.
La información en la pantalla se actualizó con los cambios realizados por el operario y el Drone volvió a solicitar un plan de vuelo para atracar en algún sitio.
—Ahora vé a la Macross 41. —respondió el joven insertando las instrucciones. —Y no vuelvas.