La actividad en el puerto de Tristán había casi culminado por el día. Un centenar de pequeños botes de pesca habían sido arriados hasta la orilla y descansaban sobre las piedrecillas de las playas a cada lado de la enorme bahía que protegían los numerosos barcos mercantes que se encontraban anclados en la gran ciudad portuaria. Entre los muelles y murallones del puerto aún podía verse una media docena de galeras de comercio de todos los colores posibles, cada una de ellas representando los colores de sus propios señores en aquel lejano puerto comercial.
Las operaciones de carga y descarga de mercancías habían finalizado hacía rato y la mayoría de los marinos que tenían franco aquella noche ya habían entrado a las tabernas y prostíbulos que atiborraban la urbe que se levantaba fuera del puerto.
Elektra odiaba aquella ciudad, no solo porque estaba fuera del control de los Oficiales del Imperio, sinó que era una verdadera pesadilla para los espías de uno u otro bando debido a la incesante cantidad de gente que llegaba y se iba de la misma todos los días. Era agotador tratar de mantener una organización de inteligencia en aquel sitio, pero era parte de su trabajo. Suspiró y se adentró en los callejones en busca de la posada adecuada.
Tras dar varias vueltas y gracias al informe que había solicitado no tuvo problemas en encontrar el edificio que buscaba; una enorme casona de madera de tres pisos rodeada por un jardín lleno de barriles, redes y aparejos de pesca. El olor punzante del pescado fresco, podrido y todos los estados intermedios entre uno y otro llenaron sus orificios nasales y por una vez envidió a aquellos que aún no entraban en sus vainas de viaje y estaban exentos de aquella simulación de olfato que reproducía a la perfección toda clase de olores nauseabundos.
Lo primero que hizo fué dar una vuelta alrededor de la taberna, observando las entradas y salidas del edificio. Una vez que tuvo una idea de las diferentes formas de salir de allí (Aunque al no ser una zona PvP no debía preocuparse demasiado por aquello) y de corroborar que no había ningún otro jugador por la zona, se decidió entrar de una vez.
El aroma allí dentro no era mucho mejor. Pescado frito, alcohol barato y probablemente vómito fué lo primero que captó su nariz. La joven sostuvo la respiración unos segundos esperando que el sistema redujera aquella “estimulación” un poco para volver a respirar con normalidad. Mientras tanto aprovechó para mirar a quienes la rodeaban.
Era una taberna muy concurrida, pero no por ello más limpia. El techo de vigas de madera estaba negro por el hollín, el suelo de piedra estaba salpicado de barro y grasa y las paredes estaban recubiertas de manchas de vaya a saber que… Los NPC’s que la llenaban eran todos marinos del puerto pasando su tiempo libre mientras malgastaban su paga en bebida y comida de mala calidad. De inmediato notó la hostilidad y desconfianza de aquella multitud hacia su presencia. Las voces y carcajadas que momentos antes poblaran el denso aire ahora se habían apagado un poco. Sus habilidades pasivas de Espía se activaron automáticamente sobre su Interfaz de juego y pudo leer lo que aquellos parroquianos pensaban sobre ella.
Sobre las cabezas de los NPC’s aparecieron palabras frotando en el aire. Eran pensamientos sueltos, atisbos de lo que cada uno pensaba sobre ella y la lista era bastante extensa, pero principalmente se repetían los mismos cuatro: Extranjera, Espía, Desconfianza, peligro.
Aquella era una buena forma de distinguir rápidamente a un NPC de un Jugador normal… con los jugadores aquella Habilidad no se activaba, pero tampoco era 100% confiable. Algunos NPC’s con stats mas altos de lo normal podian ser inmunes a ciertos hechizos, pero en aquella taberna de mala muerte era impensable encontrar a uno de ellos.
En cambio se fijó de inmediato en la figura que estaba sentada al fondo de la posada y resaltaba entre la multitud tanto como un Dragón en medio de un rebaño de ovejas.
El Capitán DiMarco no vestía su armadura completa y en cambio llevaba una simple camisa de lino de color beige, pero aún así su enorme cuerpo empequeñecia por completo hasta al marinero más fornido de aquel establecimiento.
Elektra observó que el corpulento Capitán estaba inclinado sobre la sucia mesa, donde una solitaria jarra de cerveza a medio consumir descansaba a un lado como olvidada. El hombre estaba, aparentemente, muy concentrado contemplando las manchas de la madera, lo que en realidad significaba que DiMarco estaba leyendo algún tipo de ventana de información desplegada en su interfaz de usuario.
Elektra no tuvo que anunciar su presencia; el Guerrero pareció notar el cambio en el ambiente y que las voces circundantes se tornaban en simples murmullos.
—Gracias por venir. —dijo el hombre levantando la mirada de la mesa. —Siento haberla hecho venir a este lugar de mala muerte.
—Esto es un palacio comparado con algunos de los lugares que tengo que visitar en ciertos sitios del reino. —explicó la mujer sin darle importancia al asunto. —¿Puedo sentarme?
DiMarco señaló la silla libre con la mano y luego hizo un par de gestos en su interfaz para apartar las ventanas que tenía desplegadas delante.
Elektra tomó asiento y cruzó los brazos sobre la mesa mirando al fornido Capitán. —Tengo la información que solicitó. —dijo llendo al grano de inmediato.
DiMarco la miró con gravedad. —Gracias. Con respecto a su paga... —comenzó a decir pero un gesto de la mano de la mujer lo interrumpió.
—Estamos en el mismo Clan. —dijo ella agitando la palma de la mano. —No necesita pagarme nada, Capitán.
El Capitán frunció el ceño; sabía que eso era una mentira por supuesto. La información de Elektra siempre tenía un precio y sus clientes, incluso dentro del propio Imperio, competían entre ellos por tener primero las noticias antes que sus rivales con tal de obtener una mínima ventaja.
La mujer pareció leer los pensamientos del hombre y sonrió misteriosamente. —Es verdad. —aseguró. —Usted Capitán, no es uno de mis clientes habituales. Usted es un aliado.
—Se supone que todos en El Imperio somos aliados y combatimos en el mismo bando. —gruñó el hombre apretando el puño.
—Oh, por supuesto que lo son. —respondió la espía sin dejar de sonreír. —La única diferencia es que solo usted es el Incorruptible y Honorable Capitán DiMarco y el resto de nuestros aliados solo son jugadores comunes y corrientes.
Antes que el susodicho pudiera responder algo, Elektra abrió una ventana con un gesto de la mano y compartió su contenido con el Capitán. —He leído su informe atentamente. —dijo usando un dedo para marcar una serie de párrafos que el propio Capitán había escrito el día anterior. —Y he descubierto algunas cosas interesantes… principalmente sobre la identidad de esa misteriosa asesina que lo dejó a usted tan mal parado aquella noche en las Catacumbas de Mir.
Aquella observación pertinente no molestó en absoluto al hombre. En cambio miró a la espía a los ojos como tratando de ver a través de ellos. —¿Ha descubierto la identidad de esos tres? —preguntó.
—Algo así. —respondió la mujer cerrando la ventana. —Del único que tenemos una identificación 100% segura es del pequeño jugador enano que iba con ellos.
—Pensé que era un NPC. —dijo DiMarco. —¿Osea que verdaderamente es un jugador? ¿Que clase de… personaje es ese?
—Definitivamente es un jugador. —aseguró Elektra. —Se hace llamar Diógenes y es un tipo bastante conocido en Mir.
—¿Famoso? —preguntó confundido DiMarco.
—No… solamente conocido. —explicó la mujer. —Casi todos mis informantes lo han visto alguna vez dando vueltas por ahí, merodeando cerca de la biblioteca o charlando con los NPC’s de la plaza. Tenemos un Dossier de él por si le interesa.
—¿Un Dossier? —preguntó el Capitán aún más intrigado que antes.
—Al principio mis hombres creían que era un espía del Enjambre… pero aparentemente el propio Enjambre también sospechaba lo mismo de él y pensaba que era un espía nuestro… la verdad es que el tipo es completamente inofensivo y no juega para ningún bando… todo lo que hace es rolear a ese personaje basado en el Diógenes de Sinope de la antigüedad.
DiMarco trató de recordar algo de aquello. —¿También vive en un barril? —preguntó.
—Una Tinaja. —lo corrigió Elektra. —Dormía en una posada de los barrios bajos.
—¿Qué hay de los otros dos? —preguntó.
—El guerrero de nivel bajo es, aparentemente, un recién llegado.
—¿Un personaje recién creado? —preguntó DiMarco. —No me extraña… solo mi aura de batalla bastó para reducirlo al estado de una gelatina temblorosa.
—No… me refiero recién llegado a la Flota. —respondió Elektra sacudiendo la cabeza.
El Capitán estaba visiblemente confundido. —¿Como…?
—Nos costó descubrir la identidad de ese jugador debido a que no hay registros en la flota de su presencia… pero aparentemente eso cambió en las últimas veinticuatro horas. Ahora sabemos que se trata de un recién llegado en una de las últimas naves de transporte justo antes que se cerrara el Puerto Espacial. Aparentemente fué traído por Alpha Corporation desde el Planeta Tierra.
—Osea que trabaja para los Administradores de Calypso. —razonó el hombre.
—No tenemos aún pruebas de ello… pero es ciertamente posible. —respondió la Espía tras lo cual agregó. —Especialmente por su relación con la asesina que describió en su informe.
—¿Que sabe de ella? —preguntó DiMarco inclinándose sobre la mesa, que crujió peligrosamente ante el peso del enorme guerrero.
Elektra apoyó su mentón sobre sus manos cruzadas y miró atentamente al enorme guerrero que tenía en frente. —¿Por qué está interesado en esa mujer? —preguntó. —¿Es… por una cuestión de honor o hay… algo más?
—Responderé a eso solo si me dá la información que necesito. —aseguró el hombre.
La Espía sonrió. —Si fuera usted otro hombre jamás aceptaría a semejante proposición. —dijo moviendo su cabeza de un lado a otro. —Pero como le dije antes; usted no es un jugador cualquiera.
—¿Entonces va a decírmelo o no? —preguntó el hombre impaciente.
Ante su sorpresa la espía abrió su inventario y sacó un extraño objeto de entre sus ropas. Era una especie de pequeño biombo hecho del cuero de algún animal en un marco de madera. Sea lo que sea había sido construido recientemente ya que DiMarco pudo percibir perfectamente el olor del cuero recién curtido y el pegamento que habían usado para asegurarlo al bastidor de madera. —¿Qué estás haciendo? ¿Para qué es esa cosa? —preguntó.
Elektra desplegó el biombo y lo colocó sobre la mesa de forma que los cubriese de miradas indiscretas.
—Elektra… estamos hablando en un Chat Privado, nadie puede…
La mujer levantó un dedo y lo puso frente a los labios del corpulento Capitán, tras lo cual dijo una sola palabra:
—Hax
El semblante de DiMarco sufrió una transformación repentina. Sus ojos se inyectaron de sangre y la cara se le puso roja por la repentina oleada de ira que lo invadió.
—¡¡¿QUE??!! —gritó golpeando la mesa con sus dos poderosas manos haciendo temblar literalmente todo el establecimiento.
La espía estaba atenta y usó sus manos para sujetar el pequeño biombo y la jarra de cerveza antes que salieran despedidas por la furia del hombre, quien permaneció de pié respirando agitadamente mientras todos los NPC’s de la taberna habian dejado de hablar de golpe y miraban ahora sorprendidos a los dos aventureros que ocupaban la mesa del fondo.
—La discreción ante todo. —murmuró Elektra lanzando una mirada de reproche hacia el grandulón. —¿Va a quedarse así toda la noche?
DiMarco volvió a sentarse y la silla crujió peligrosamente bajo su enorme cuerpo, entonces se volvió hacia los parroquianos y lanzó una intimidación con sus habilidades de clase.
Todos los NPC’s apartaron la mirada de inmediato de los aventureros y volvieron a sus asuntos. Una de las camareras había soltado la bandeja con bebidas que transportaba y se agachó a juntar los pedazos de jarra sin decir una palabra.
El ambiente seguía frío y las miradas de hostilidad se habían intensificado, pero el parloteo y ruidos de la taberna volvieron, más o menos, a la normalidad.
Mientras tanto Elektra había vuelto a colocar el biombo y se inclinó hacia el Capitán para hablar más de cerca. —¿Me promete que va a calmarse? —le advirtió mirándolo directamente a los ojos.
—No. —respondió DiMarco. —No pienso calmarme solo porque usted lo diga. —dijo tras lo cual señaló el biombo con el dedo. —¿Esto está relacionado con…?
—Si. —respondió la mujer.
—Podría usar un hechizo de silencio… o uno de esos que forman una especie de nube de oscuridad alrededor del lanzador…
Elektra sacudió la cabeza. —La magia puede ser contrarrestada, todo hechizo tiene un contra-hechizo. —dijo. —En cambio este objeto no puede ser contrarrestado por nada que no sea una fuerza física que lo mueva de este lugar. —explicó.
El Capitán DiMarco se inclinó sobre la mesa aún más.—Hacks… ¿Está segura de lo que dice? ¿No se supone que Calypso es…?
—Inhackeable… si. —respondió la Espía. —Y hasta donde sabemos lo sigue siendo, pero Alpha Corporation sospecha que han estado utilizando programas externos para obtener ciertas… “ventajas”.
—Imposible. —respondió el hombre. —¿Como pueden…?
—Implantes. —explicó Elektra bajando la voz. —Específicamente implantes oculares especializados en el procesamiento de imágenes.
DiMarco sacudió la cabeza. —No puede ser… no tiene sentido… ¿No sabes como funciona Calypso? No se utilizan los ojos para “ver” la simulación.
La mujer hizo una mueca. —Se perfectamente como funciona el sistema de inducción profunda de las vainas. —aseguró.
—Y por supuesto sabrás que esas ondas están encriptadas… encriptadas usando el propio ADN del usuario para que su cerebro pueda recibir los estímulos de la terminal y generar la experiencia sensorial directamente en el cerebro. ¿Cómo podrían usar Implantes oculares en un sistema como ese?
—Por retroalimentación.
—¿Retroalimentación?
Elektra volvió a inclinarse frente a su colega de juego. —Alpha Corporation aún lo está investigando… pero sospechan de algún tipo de tecnología de “Olfateo” de actividad cerebral.
—¿Olfateo?
—Calypso no genera una “imagen” en forma de señal visual para el usuario. —explicó la espía. —En cambio inyecta la información directamente a la región del cerebro especializada en el procesamiento de imágenes. Al no existir verdaderos fotones en esa transmisión de datos, ningún tipo de imagen puede ser extraída… al menos hasta ahora.
—¿Como lo hacen? —preguntó DiMarco
—Aparentemente esta clase de implante realizan una lectura de las reacciones de la zona Occipital del cerebro y mediante algún tipo de algoritmo desconocido descompilan la señal tal y como el usuario puede verla. El Implante puede entonces analizar esa imagen en tiempo real e insertar información extra.
—¿Que clase de información extra? —preguntó nervioso el hombro.
—Por ejemplo, un analizador IA de rostros y expresiones. —explicó Elektra.
—Osea que pueden leer los labios en tiempo real. —comprendió DiMarco. —El Chat en privado se vuelve completamente inútil.
—Eso… entre otras cosas. —dijo suspirando la espía. —No hay límites en las ventajas que pueden obtener usando software analizador por sobre la interfaz legal de Calypso.
—¿Como lo…?
—¿Cómo lo sabemos? Solo lo sabemos y punto. —respondió la mujer. —Al menos Yo, Su Majestad… y ahora Usted.
DiMarco sintió un escalofrío. —¿Solo nosotros tres? ¿Qué estás…?
—Ya se lo dije antes. —dijo Elektra mirando a DiMarco a los ojos nuevamente. —Confío en MUY poca gente, usted es la única excepción a esa regla.
—Y Su Majestad. —la corrigió él.
—Y Su majestad. —repitió la espía. —¿Comprende la gravedad de esto?
El Capitán guardó silencio mientras miraba el techo de vigas oscurecidas por el humo. —Quería recibir información esta noche… pero lo que tu me has traído es una carga, no un alivio.
—Todo está relacionado, tal y como le dije. —explicó la mujer.
—¿A qué te refieres?
—Sospechamos que es personal militar quien tiene acceso a esa tecnología de implantes sin estar registrados como usuarios legítimos.
DiMarco hizo una mueca. —¿Los militares? ¿Y eso que tiene que ver con…?
Elektra golpeó la mesa con su dedo índice. —¿Esa misteriosa asesina que te dejó en ridículo en la catacumba? Adivina…
El Capitán abrió los ojos sorprendido. —¿Es posible? ¿La han identificado?
La espía suspiró. —No. Como le expliqué antes, solo estamos seguros de la identidad del jugador enano, pero nuestro departamento de inteligencia ha identificado a varios candidatos posibles. En base a su informe creemos que se trata de un jugador con entrenamiento en las fuerzas especiales y hay muy pocas mujeres que integran ese cuerpo en la Flota 41…. claro que también existe la posibilidad que el sexo del jugador sea diferente al de su avatar.
—No. —dijo DiMarco completamente seguro. —Era una mujer.
—¿Como puede estar tan seguro de eso? —preguntó intrigada Elektra. —Calypso puede alterar la voz de los jugadores en tiempo real para adaptarla al sexo o etnia del avatar que utiliza.
El enorme guerrero sacudió la cabeza. —No, estoy seguro. Definitivamente era una mujer.
Elektra lo miró atentamente y sonrió. —Ojalá su corazonada sea cierta… porque entonces nuestra lista de candidatas se reduce a menos de una docena de personas en las Fuerzas Especiales… y a una Piloto de Combate.
DiMarco levantó la vista. —¿Una mujer piloto?
—Sí y dado que también tenemos reportes de un caza variable de la NUNS volando impunemente por Calypso, sería una verdadera coincidencia que se trate de esa misma persona… ¿No cree?
—Lo único que creo es que no deberían inmiscuirse con los militares de esa forma. —gruñó el Capitán DiMarco. —Si ellos se enteran…
—Nuestras fuentes de información son confiables, Capitán. —aseguró la mujer. —No solo El Enjambre tiene, aparentemente, jugadores en la Milicia, nosotros también tenemos nuestros propios contactos en la NUNS.
—Elektra. —dijo el hombre inclinándose. —Está bien jugar a los espías aquí en Calypso, pero no lo hagas en la vida real… es peligroso, lo digo en serio.
La mujer lo miró sorprendida. —Creía que a usted no le gustaban las serpientes. —dijo.
—Tu no eres una serpiente fuera del juego. —respondió con seriedad el hombre. —Y lo estoy diciendo como la persona que soy en la realidad, no como mi personaje en este juego de mierda.
La mujer quitó el biombo y se puso de pie súbitamente. —Capitán. —dijo mirándolo con frialdad. —Se lo volveré a repetir una última vez; Yo solo confio en El Capitán DiMarco, no en el jugador que está detrás de su avatar. ¿Entendido?
—Entendido. —respondió el hombre tragando saliva mientras trataba de comprender verdaderamente a que se refería la espía con esas palabras.
—Espero que la información le sea valiosa. —agregó la mujer guardando el objeto en su inventario. —Lo mantendré informado de cualquier avance en la investigación. —agregó haciendo una pequeña reverencia.
—Espera. —exclamó DiMarco extendiendo una mano. —Necesito saber algo más.
—Lo escucho.
—Esa jugadora… luchó de forma limpia. —dijo el Capitán. —Podría haberla derrotado fácilmente de no ser por un golpe de mala suerte. —¿Cómo es posible que sea así? ¿Por que hay alguien de la milicia jugando un juego de rol como un personaje más? ¿Que está sucediendo en este juego?
La mujer giró la cabeza mirando a su alrededor. —No estamos seguros —dijo una vez que estuvo segura de no ver a nadie. —Pero… esto también es algo confidencial— advirtió inclinandose para susurrar algo al oído del Capitán.
—Hay un rumor circulando…. que dice que los Administradores del juego no están en completo control sobre lo que sucede en Calypso. —dijo.
DiMarco se quedó sin habla. Cuando reaccionó para preguntar algo más la espía se había alejado y desaparecido entre la muchedumbre de la taberna. El enorme guerrero se quedó solo en la mesa mientras los ruidos de la muchedumbre a su alrededor recuperaban el estruendo habitual.
—Mierda. —masculló mientras tomaba la jarra de cerveza. —¿Eso es… posible? —se preguntó mirando el reflejo de la cabeza de su avatar en el líquido amarillo que quedaba en la jarra.
Bebió de un solo trago lo que quedaba en la jarra y se levantó de la mesa. Los NPC’s le dejaron libre el paso en cuanto se dirigió hacia la barra en donde el posadero se puso a temblar como una gelatina en cuanto lo vió acercarse.
DiMarco activó la interfaz de comercia y seleccionó la opción de alojamiento. —Una habitación para pasar la noche. —dijo.
—Se… segunda puerta a la izquierda en el primer...piso. —balbuceó el hombre tomando la moneda que el Capitán había dejado sobre la madera sucia.