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La habitación se materializó a su alrededor con aquel fantasmal efecto que el joven conocía de las simulaciones en la Academia. Las cortinas estaban cerradas y por la ventana apenas se colaba un poco de luz de las farolas en la calle. La noche había caído en Calypso.
Dante hizo un pequeño ejercicio de estiramiento y se palpó los músculos de ambos brazos; su personaje había comenzado a aumentar la masa muscular a medida que sus habilidades de luchador habían mejorado. El joven se preguntó si eventualmente se convertiría en una mole de carne y acero como el Capitán DiMarco.
Levantó la vista hacia el techo y tras fijar la vista en la lámpara que colgaba en el centro del mismo, la interfaz de Calypso le presentó una serie de opciones. Dante eligió la de «Encender lámpara» y echó un vistazo a su alrededor para examinar la habitación en donde la noche anterior se había desconectado del juego. Silvana y Mirna habían hecho un trabajo maravilloso redecorando la misma; era notable lo que el “toque femenino” podía lograr en un espacio tan pequeño. Dante se acercó a un pequeño florero ubicado sobre un mueble con amplios cajones y trató de oler el perfume de las flores que una de las chicas-gato habían colocado allí. No se sorprendió al no oler absolutamente nada. —«Mañana podré hacerlo». —pensó.
No había muchos muebles en su habitación. Aquel guardarropas con las flores encima, su cofre del inventario y la cama junto a una de las paredes. Frente a la misma estaba la ventana con las cortinas cerradas y justo enfrente de la misma reconoció la espada que había estado usando en sus aventuras de la jornada anterior. Aparentemente Rita la había colgado en un hermoso soporte de madera tras darle un poco de mantenimiento. Dante abrió el cofre y encontró su armadura de malla de guerrero limpia y arreglada. Las anillas que formaban la misma habían sido deformadas y en algunos casos arrancadas por los golpes y caídas que había sufrido durante su aventura, pero Rita la había reparado con gran habilidad y parecía ser una prenda completamente nueva.
Recordó su combate contra el oso-zombie y le pareció que aquello había sucedido en otro tiempo ¿Realmente habían pasado veinticuatro horas?
Con el cofre aún abierto el joven meditó seriamente el volver a vestir esa armadura. —¿Realmente la necesitaba? Karina podría protegerlo durante todo el trayecto hasta el avión y si ella no podía, el propio Dante no tendría mejores chances de hacerlo. Tras pensarlo detenidamente tomó su equipo de aventurero y se vistió cuidadosamente mientras silbaba una melodía de Fire Bomber.
Al finalizar de vestirse tomó la espada de su lugar en la pared y la examinó a la luz de la lámpara.
No había marcas en el metal; la espada seguía siendo tan perfecta como cuando Alex la había desenvainado frente a él la jornada anterior. El acero era brillante y hermoso, perfectamente afilado y con un detalle exquisito. Sin pensarlo dos veces la colocó en la funda de su espalda y pronto su equipo de aventurero estuvo completo.
Salió al pasillo y apagó las luces de su habitación. Escuchó voces que venían del piso inferior y el resplandor de la chimenea se colaba por el hueco de las escaleras. Tras cerrar un par de ventanas del inventario que habían quedado abiertas, Dante bajó por las escaleras y entró a la pequeña sala de estar cerca de la puerta principal.
Diógenes y Karina estaban de pié junto a la chimenea y se volvieron hacia el en cuento los pasos del guerrero sonaron en la escalera. Dante vió que había otra persona mas con ellos sentada en uno de los sillones.
—Perdón por la demora. —dijo Dante levantando una mano. —Tuve que empacar algunas cosas en mi Ex-Departamento.
El joven observó un par de orejas moverse desde el sillón y supo de inmediato quién era aquella jugadora. —Hola Mirna. —saludo.
—Nya. —respondió el saludo la chica-gato.
—¿Estamos listos? —preguntó Karina poniendose la capucha. —Me gustaria salir lo mas pronto posible.
—Pensé que querrías esperar a que haya algo más de oscuridad. —dijo Dante. —Tenemos una salida secreta que podemos utilizar para…
—Eso no será necesario. —dijo Diógenes.
—¿Eh?
—Ha habido… una serie de eventos en la ciudad y te aseguro que tanto el imperio como el Enjambre están bastante distraído con eso. —afirmó el Archivista.
Dante miró al jugador confundido. —Espero que sea lo que sea, no lo hayamos causado nosotros. —dijo. —Duval nos va a asesinar.
—Eh… algo así. —dijo el jugador. —Pero esta vez no es enteramente nuestra culpa. —afirmó haciendo un gesto con la mano.
—¿Enteramente…?
—He sido yo. —dijo una voz proveniente de la puerta que daba al fondo del edificio. Los jugadores voltearon las cabezas y vieron a la Driada apoyada en el marco. —Las flechas que utilizo parecen tener un valor excepcional para los habitantes de esta ciudad.
—Nelly. —dijo Dante acercándose. —¿A que te refieres?
—La aventurera llamada Rita aprendió a fabricar las puntas de flecha de ámbar que nosotras las Driadas usamos en el bosque. —explicó. —Los demás han llevado un puñado de ellas al mercado esta tarde y por lo que he escuchado, se ha desatado una especie de histeria allí.
—La magia de Silvana aplicada a la materia prima da como resultado una flecha especial de un valor exorbitante. —explicó el jugador. —La Orden ha resuelto sus problemas financieros por el futuro cercano al menos. —aseguró.
—Me alegra saber que al menos el grupo podrá permanecer unido por el momento. —dijo aliviado Dante. —¿Entonces esta distracción podría ayudarnos a salir de la ciudad?
—Los guardias en la puerta se han ido. —informó Mirna moviendo las orejas. —Desde hace algunas horas.
La Driada miró al joven intrigada. —¿Vas a irte? —preguntó.
—Si. —respondió Dante. —Debemos regresar al… eh…