Footprints

Capítulo 16

Estaba impresionada, a pesar de esas pequeñas distracciones en las que mi cabeza a veces me traicionaba, estaba haciendo mis tareas más rápido de lo normal. Lo normal para mí era llevar todo el día y sin siquiera terminar todas. No obstante, ahora y en menos de una hora, ya había acabado con una y estaba iniciando otra.

Un récord.

Seguía habiendo algunas pausas y tampoco sabía si lo estaba haciendo bien. Continuaban apareciendo conceptos confusos; decimales donde no tendría que haberlos; y muchos rastros de goma esparcidos por toda la mesa al equivocarme tan seguido.

Pero estaba algo concentrada y no sabía si era por como Arrival of the Birds sonaba a mi alrededor o por como sentía la presencia de Kacey a mi espalda. Ella hacía lo mismo que yo solo que tumbada en mi cama, boca abajo y escribiendo concentrada en su cuaderno.

Iba vestida cómodamente; con su camiseta oscura oversize y unas mallas de licra. Su pelo anaranjado caía y las puntas rozaban el colchón al estar apoyada con los codos. A veces, cuando la miraba de reojo, veía como alzaba sus pies descalzos y los movía inconscientemente.

También, cada pocos segundos, oía el ruido de las pompas que hacía con su chicle. Al parecer los frutales eran sus preferidos y no había día en el que no tomase uno. Me estaba acostumbrado a oír a esas pompas explotarse.

Nada más salir de clase se ofreció a llevarme y acabé invitándola a quedarse. Siendo viernes fue algo que nos apeteció. Llegamos justo cuando mis padres se fueron. Ni siquiera se percataron de que yo iba en aquel pequeño jeep que se habían cruzado por la carretera. Yo ya sabía dónde iban, de camino al centro de la ciudad seguramente a alguna reunión.

Y sí, todavía no les había presentado Kacey a mis padres. No hacía falta. Seguro que ellos no darían mucha importancia a que te hubiese una amiga ya que creían que ya tenía en el instituto. Una gran y triste mentira. Una que no dudé en aclarar porque ¿qué arreglaría eso?

De hecho, en mis cumpleaños solía mentirles. Decía que no me gustaba compartir algo así que no fuera con ellos. Que por eso no invitaba nadie. Y se lo creían. Sí. Decían que era muy bonito por mi parte el pasar tiempo con ellos y no con mis amigos.

Nunca me atreví a decir: «¿Qué amigos?» o «¿Por qué sois así de ingenuos?»

Estaba al corriente que no había comunicación en mi familia. Bueno, creo que eso estaba bastante claro. Y llegué a la conclusión de que hacían falta más personas que yo para acabar con algo así. Debían darse cuenta ellos también y no dejarme en esa situación tan difícil. Además... no sabía que responderían.

Eso era lo que más lamentaba. La terrible sensación de no saber de ellos en ese aspecto. ¿Y si todo fuera a peor? ¿Y si no me comprendían?

Y todo esto no iba solo de mí, también iba por Edrick. Él ahora no prestaba atención a cosas como estas, pero yo también tuve su edad y podía recordar lo normalizado que tenía guardar todo para mí. Absolutamente todo. Ahogándome en el inicio de mi dolor a una edad que no creí posible.

—Sin duda tienes gustos muy variados —comentó Kacey, despertándome otra vez de mi distracción.

Joder, tengo que controlarlas.

—Pero me gustan —añadió en un susurro. Volteé mi cabeza, mirando por encima del hombro. Presencié como seguía escribiendo y absorta en sus deberes. Los hacía una velocidad que me dejaba alelada.

Me gire hacia delante. Sonreí con tardanza y sin que ella me viese.

Cada vez que le mostraba canciones a ella parecía gustarles casi todas. Y sabía que no mentía por como al instante guardaba los títulos de los cantantes o grupos y más tarde, normalmente por la noche, me comentaba por mensaje que le había parecido.

Mi sonrisa se ensanchó más al recordar las noches de mensajes que habíamos compartido.

—¿Qué tal con Myrcella en el trabajo? —consultó.

Paré la canción. Agarré otra bolita de chocolate del cuenco que había subido conmigo y me la llevé a la boca. Moví las ruedas de mi silla y el asiento hacia ella.

Habían pasado solo cuatro días y en dos de ellos había tenido biología. No fue tan mal como pensaba, no obstante, no veía la hora de terminarlo. Mi compañera a veces era demasiado exigente. Ya habíamos discutido un par de veces al hablar de que temas necesitábamos tratar con más profundidad. Yo decía uno y ella decía que otro. Todos lo necesitaban, eran temas muy importantes, pero teníamos un tiempo limitado de tiempo para exponer.

Encima este sábado, servidora, tendría que ir a su casa para organizar la presentación.

«Bien...»

—Por lo menos no me ha derribado del taburete por sin querer escribir mal lavativa —respondí.

Echó la cabeza hacia atrás y liberó una gran carcajada. Bueno, unas cuantas. La miré indignada conteniendo una cómplice sonrisa.

—¿Cómo es...? ¿Cómo es posible que pusieses eso mal? —preguntó sin parar de reír.

Le tiré el cojín que había en la cama. Este le rebotó en la cara y eso hizo que sus carcajadas siguieran.

—¡No te rías! Es que me estaba poniendo muy nerviosa. No escribo tan rápido como me exige. Aparte... ni siquiera sabía lo que era.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.