Footprints

Capítulo 23

"No fingimos estar mal, fingimos estar bien" 

Ese trato selló el desenfreno en Grace.

La joven ya no le veía sentido a seguir sufriendo por puras obligaciones de gente que se supone que "hacía lo mejor para ella".

Ya no soportaba más que cada cosa que hiciera estuviera secundado por lo que dijeran sus padres y, aunque en cierto modo siguiese pensando así, el baile no iba a ser algo que fuese a dejar por ellos.

El trato con Miles le dio ese impulso que tanto lo costaba dar a pesar de desearlo con muchas fuerzas. Siempre necesitamos a alguien que nos de ese empujón y en este caso, fue Miles y su ignorancia por lo que realmente estaba pasando.

Muchos dirían que era el inicio de una rebeldía. Pero era algo muy distinto. Era... libertad. ¿Aunque la libertad no siempre ha tenido ese toque rebelde? ¿El de dejar de hacer lo que te digan que hagas? ¿Eso que detestas y que te lleva a estar peor? ¿Qué te hace daño?

Mientras tanto, Miles intento de verdad cumplir con su parte del trato. Pero era casi imposible.

Intentaba trabajar menos en casa. Ese más de lo necesario que siempre llevaba a cabo. Sin embargo, era dejar de hacer eso y no saber en que emplear su tiempo. Grace no estaba con él, podía seguir haciendo lo de siempre sin que ella se enterase, pero Miles se tomaba muy en serio las promesas que hacía.

No iba a mentirla y decir que ya está, que ya no trabajaba tanto y que había cumplido su parte del trato.

Él mismo se ofreció a hacerlo para que ella se cuidase del instituto. No sabía muchos datos, deseaba preguntar, deseaba saber cómo se sentía. El pacto fue el primer paso, en el segundo intentaría preguntar. No quería incomodarla.

Así que..., no había otra opción, tuvo que buscarse un hobbie.

Sobre todo, cuando Carter tuvo que volver a Georgia. Cuando su hermano llegó, Miles se entretuvo en enseñarle la cuidad y hacer cosas guais. Pero en cuanto se fue, todo volvió al mismo silencio de siempre.

Por suerte no tuvo que buscar mucho un pasatiempo después de encontrar un libro de cocina. Lo vio en el escaparate de la librería a la que tanto solía ir al llegar a Colorado. En los pocos descansos que tenía entre trabajo y trabajo se pasaba a mirar las novedades e incluso, alguna vez, - por mucho que lo negara-, las dependientas le pillaban olisqueando las hojas de los libros.

Antes podía llegar a leer hasta diez libros por semana, no obstante, un bloqueo lector enorme se apoderó de él como para no volver a pisar la librería en unos años. Así que comenzar con uno de cocina era una idea genial. Sobre todo, si este quería aprender.

Se pasó su tiempo libre aprendiendo todo tipo de recetas y cocinando magdalenas, asados, alitas o tartas. Hasta hizo una tarta de queso ¡Ni siquiera le gustaba la tarta de queso! Por eso mismo se la dio a su vecina de al lado. Esta se quedó sorprendida pues lo único que había recibido de Miles todos estos años era un saludo en voz baja.

Era normal, Miles era feliz estando aislado. Él siempre se había sentido más seguro en su zona de confort. Él Nunca había pensado cruzarla, aunque solo fuera un poco. Ahora lo hacía, pero por no querer faltar a sus principios.

Al igual que él, Grace también tenía una zona de confort, pero la suya no era de lejos cómoda o soportable.

En ella había metido sus miedos, sus inseguridades, sus pocas ganas y su falta de confianza. Cada día que seguía allí, cada día que se hacía más pequeña. Había comenzado a salir un poco de ese círculo, pero sus padres la habían empujado hacia atrás de nuevo.

Por eso su situación no empezó bien después del trato. Se pasaba las vacaciones encerrada. Sus padres se tomaron muy enserio lo de no dejarla salir, pues a pesar de ir a trabajar algunos días sueltos (o simplemente la madre se iba y el padre se quedaba o a la inversa), Edrick estaba ahí para ver si se iba.

Prácticamente su hermano pequeño la vigilaba. Era una maldita broma pesada.

Hasta que llegó el día que se preparó tanto.

—¿Estás segura de esto? —Le volvió a preguntar su amiga a través de la línea.

—Kacey, le estas dando más vueltas tú que yo.

—Joder, Garce, no quiero que tus padres me pillen y me odien. Si hay algo que me caracterice es la buena influencia. Y esto parece una película cutre de joven rebelde. Aunque, bueno, en el fondo me encantaban esas películas...

—Tu espérame en la entrada de la carretera—interrumpió sonriendo como una boba. Dios, como echaba de menos verla

Colgó el teléfono y se apresuró en atar sus zapatillas. Grace había encontrado la forma de seguir yendo al estudio. Por mucho que la estuvieran vigilando, ellos no solían acudir a su habitación.

Y aunque lo hicieran si el pestillo estaba puesto daban por hecho que su hija seguía enfadada, que no quería hablar. Y no insistían porque eran conscientes de que continuaba cumpliendo su castigo. Nada más.

Helena y Andrew sabían lo difícil que era vivir en un mundo en el que, si no tienes estudios, es complicado encontrar algo que te dé dinero. Algo que te dé para vivir. Ellos querían ver Grace viviendo un futuro en el que no le faltase de nada. Y eso era algo que debía conseguir ella sola.




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