Footprints

Capítulo 27

A las ocho tenía que salir de aquí. Pero tenía un mal presentimiento.

Iba a reunirme con Kacey en un rato para ir al estudio. Íbamos a estar solas. El otro día le surgió un problema de última hora y me dejó practicando con los demás. Otra vez. No entendía por qué estaba faltando tanto.

Al principio pensé que sería difícil estar ahí sin Kacey, la persona que más apoyo me daba. Pero los demás me trataban genial y me sentía una más. Aunque echaba de menos verla sacándome la lengua o haciéndome muecas desde la otra punta del aula cada vez que tenia la oportunidad.

Nos apañábamos como podíamos sin ella, ya que sin Kacey había dificultades a la hora de sincronizarse para algunas cosas. Además, habíamos incluido pasos nuevos así que hoy iba a enseñarle los avances del grupo. Esperaba hacerlo bien.

Aun habiendo estado meses allí seguían resultándome difícil algunas cosas. Me dijeron que era normal. Por eso, algunas tardes, esperaba a que todos se fueran, para que Kacey me ayudase a estar lo más cómoda posible con los pasos. También aprovechábamos para que mi amiga me enseñara las coreografías, esas que creaba por sí misma y que prometió mostrarme en su día.

Ahora me tocaba a mí enseñarle algo. Estaba ilusionada y aterrorizada al mismo tiempo. Esos sentimientos recorrían mi cuerpo y serpenteaban juntos por mi corazón. Eran emociones que me activaban tanto...

Echaba de menos sentir más cosas aparte de cansancio, susto, aburrimiento o tranquilidad. El atrevimiento, la novedad y el sonreír sin sentir que lo hacía por conveniencia era lo único que percibía por dentro últimamente. Como si lo demás siguiera, pero en la balanza hubiera más preferencia por lo que buscaba actualmente en mi vida.

Sabía que lo demás era necesario, lo quisiera o no. También era humana, ¿no? Era muy consciente de que todo lo demás no se iba a ir nunca porque... así era la vida.

Cuando llegó la hora ojeé bien los alrededores antes de comenzar a bajar por la terraza. Las enredaderas que había colgadas, como siempre, protestaron contra mi cuerpo; raspándome y llenándome de polvo, pero por suerte no hicieron mucho ruido. Solo dejaron que notase el terrible tacto que tenían contra las finas mallas de gimnasio que vestía.

Aterricé en el suelo con un ruido seco y me entretuve un momento en palmear las manos contra mis muslos y mi chaqueta. Me quité todo el polvo. Lo que no me esperaba ni de lejos era que, al levantar la mirada, fuera a encontrarme con Miles. Había salido de la nada de la esquina de mi casa.

Iba con el teléfono en la oreja mientras me observaba fijamente, casi sin poder creerse lo que acababa de ver. Mi cuerpo se tensó de pies a cabeza. Abrí los ojos de par en par, no pude evitarlo.

«¿Qué...?»

¡Joder, joder, joder!

Mi cara lo decía todo. Decía lo estúpida que había sido. De tanto hacer ese procedimiento de huida se me olvidó mirar bien de verdad. Solo había escaneado por encima los alrededores antes de bajar, pero Miles estaba en la esquina más lejana de la casa y lo había visto todo.

Se podía escuchar una voz a través de la línea del teléfono que sostenía, pero él no dudó en colgar de inmediato, sin importarle dejar a la persona con la que estaba hablando con la palabra en la boca.

Su expresión seguía casi petrificada y al mismo tiempo como si se controlase por preguntar todo tipo de cosas. Era jueves y, dios, habían pasado minutos desde que mi madre me había avisado de que se iba. Pero, allí estaba, lo tenía delante. ¡Lo tenía delante!

¿Por qué seguía allí? Y lo más importante ¿dónde narices estaba su coche? Siempre estaba aparcado frente a la puerta. Si lo hubiera visto, no habría bajado todavía.

Hey —saludé, nerviosa—. ¿Qué haces aquí? ¿No te habías ido?

Silencio sepulcral.

—¿Mucho trabajo hoy?

De nuevo, no hubo respuesta. Intentar distraerle era complicado.

—Grace, ¿Qué narices...? —habló por fin. Arrugó tanto su frente que creí que se le iban a quedar marcas—. ¿Por qué acabas de saltar de tu terraza?

—Ehm, yo solo me aburría.

—¿Te aburrías? —repitió.

—Sí.

Relajó su firme rostro. Se rascó la mandíbula haciendo como que se lo creía.

—O sea que te aburrías y simplemente se te ocurrió saltar por allí en lugar de salir por una puerta —afirmó señalando hacia arriba.

—Clark, tengo mis cosas, ¿vale? —me excusé.

—¿Vas a alguna parte?

Escaneé mi alrededor. Tenía que parecer serena y casual.

—No, bueno, igual doy un paseo.

Él no tardó en centrarse en la bolsa que llevaba cruzada al cuerpo. Intenté esconderla detrás de mi cuerpo en un estúpido intento de que no preguntase. Sus cejas adoptaron incredulidad al instante.

—Ya se ha ido el sol —comentó él.

—Lo sé, es la mejor hora para tumbarse y ver las estrellas. —Le di unos cuantos golpecitos a la bolsa dando entender que había una manta o algo.

—¿Tus padres lo saben?




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