Siempre pensé cómo sería verte otra vez,
si el corazón me iba a correr,
si volvería el temblor en la piel,
si algo en mí volvería a doler.
Una vez escuché decir
que cuando dos almas no se vuelven a ver,
es porque no estaban destinadas,
o porque el amor no era de verdad.
Y nosotros, viviendo tan cerca,
a unos metros apenas,
no nos cruzamos por tanto tiempo…
como si el universo nos cuidara las penas.
Y mira qué ironía la vida tenía:
tanto tiempo sin cruzarnos,
y justo esa noche, ese mismo lugar,
ahí estabas tú,
donde todo solía empezar.
Bajé del bus —como siempre—
y te vi, en tu moto, con tu casco,
la misma en la que alguna vez
me llevaste entre risas y abrazos.
Nuestros ojos se encontraron,
apenas unos segundos, nada más,
pasé por tu costado,
sin prisa, sin mirar atrás.
Siempre pensé
que cuando nos volviéramos a ver
me verías cambiada, arreglada,
pero qué irónico…
justo ese día,
me viste despeinada.