Forbidden Love

Capítulo 5: DANIELA

Lo odio. Nunca pensé que terminaría odiando a una persona que no conozco, pero lo he hecho. Y es que es imposible no odiarlo cuando hace cosas como tratar de averiguar cosas que no debería saber y todo para alimentar su más que grande ego. Me hizo quedar en ridículo solo para responder su maldita pregunta y parece que quedó más que contento con la respuesta. Así que, para que no se quede con el regocijo de haberme hecho quedar ridiculizada, le tenía que decir algunas verdades. Supe que lo que pensaba era de verdad cuando sus ojos realizaron el característico movimiento de mirar hacia otro lado cuando te dicen la verdad.

Y aunque parecía que tenía las cosas bajo control, por dentro quería morirme. Primero, le estaba admitiendo a mi nuevo amor platónico que me parecía atractivo y luego, este me hace quedar en ridículo; y después tuve que admitirle de nuevo que me parecía atractivo, pero que era idiota. Soy un auténtico caso. En fin, lo único que me apetecía hacer era irme a mi suite y no salir de ahí en un millón de años. Pero, no puedo. Tengo que demostrar que yo, Daniela Johnson, puedo con cualquier cosa. Tengo que mostrar que soy fuerte. Y especialmente, no puedo dejar que James me vea rendida. Él no puede ver que lo que hizo me afecto más de lo que debería haberlo hecho. Así que me paso toda la cena riendo y hablando con todos menos con James porque sé que si lo veo soy capaz de tirarle un buen puñetazo. Además, de que éste solo para con el celular en la mano, así que es cómo si no existiera. Perfecto.

Cuando termina la cena, me quiero levantar casi de inmediato. Digo casi porque quiero dejar que alguien más se levante primero para también hacerlo. Sin embargo, la primera que persona que se levanta es James y no quiero ir con él en el mismo ascensor; así que voy a seguir esperando que alguien más lo haga también y para mi buena suerte, se levantan todos de un sopetón. Así que me levanto de la silla no sin antes agradecerle a Sam por "una magnífica cena" aunque no fue así, pero me educaron que tengo que agradecer, aunque las cosas no me gustan y gracias a ello estaba haciendo tremenda tontería.

Sin embargo, no tengo tanta suerte en el ascensor porque en el mismo estaba el maldito James. Claro que no estoy sola, pero es raro. Al bajar, los únicos que se quedan en mi piso son James y un tal Christian. Este último entra primero a su habitación dado que era una de las primeras puertas; así camino cerca de James por un buen rato debido a qué, mi habitación quedaba casi al final del pasillo. Cuando por fin llego, me doy cuenta de que la habitación de James está junto a la mía; vaya suerte.

Saco mi tarjeta y cuando me dispongo a ponerla en la cerradura, James dice mi nombre.

—¿Qué quieres? —digo volteando y mirándolo. Al mirarlo siento una gran alegría porque me doy cuenta de que está arrepentido. ¿Me pedirá perdón? Ay, Dios, no me lo creo. No estoy segura de que lo perdonaría. No me gustó lo que hizo, no me gusta quedar en completo ridículo.

—Yo... —le arqueo una ceja para apurarlo— nada. Solo te quería decir buenas noches.

Bueno, no salió como esperaba. Sin duda, pensé que James me iba a pedir perdón, pero, no. No sé cómo sentirme, si él me hubiera pedido perdón habría cambiado totalmente mi opinión de él. Pero, al no hacerlo lo único que hace es afirmar mi teoría acerca de su carácter: que es una de esas personas que no son capaces de disculparse aun sabiendo que han hecho algo erróneo. Nunca pensé que él fuera una de esas personas.

—Gracias —le digo seca. ¿Qué se supone que diga? ¿No me caes bien y por eso no acepto tus buenas noches? Me volteo e introduzco la tarjeta, abro la puerta, pero antes de entrar escucho como James carraspea.

—Perdón —escucho como murmura. Si quisiera vengarme, le diría que lo dijera más fuerte pero no quiero hacerlo. Con ese perdón me basta y me sobra. Sin duda, cambió mi opinión de él.

—Acepto tu perdón, James. Gracias.

—¿No vas a hacer que lo diga mucho más fuerte?

—No me gusta hacer eso, James. Prefiero quedarme con las ganas a hacer estas cosas.

—Así que, según la señorita Decencia, es incorrecto hacer esas cosas —está muy claro que está molesto. Está muy molesto.

—Si a ti no te han educado de esa forma no es mi problema.

—¡No te vas a meter con mi familia!

—No me estoy metiendo con ella. Solo digo que no es mi problema si tu madre no te enseñó.

—¡No es tu problema lo que me enseñaron o no!

—¡Si lo es cuando te comportas como un idiota en mi presencia!

—¡Soy un idiota, Daniela! ¡Siempre lo he sido!

—Me alegro de lo que reconozcas, James. Es muy agradable saber que ya sabes lo que eres.

—Sin embargo, no veo porque me estás reclamando sobre moral cuando tu madre se acostó con su productor todo para —lo interrumpo para darle una cachetada tan fuerte que su mejilla queda roja al instante y dudo que para mañana se borre.

—Niños —la voz de Sam retumba por todo el pasillo. Cierro los ojos e intento no llorar. No sé cómo James sabe todo eso sobre mi madre, pero me sorprende. Tengo miedo por todo lo que pueda saber, tengo miedo de que otras cosas se haya enterado. Dios, si se ha enterado de otras cosas que nadie más sabe voy a morir. Entonces, siento que me falta el aire, no puedo respirar. Con una mano me agarro el pecho y con la otra me agarro de la pared. Escucho varias voces distorsionadas y solo puedo escuchar una voz nítida: la de James.




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