13 de abril del 2001
No era muy tarde, de hecho, eran alrededor de las dos de la tarde, cuando todo sucedió.
Mis padres me habían recogido del jardín de niños, en un día tan desastroso. La fuerte tormenta estaba mezclada con una granizada y no se apiadaba de la ciudad ni siquiera un poco. Mi madre me tomó en sus brazos para salir del instituto y corre hacia el auto sin importarle mojar sus zapatos y la mitad de su pantalón, posteriormente me adentra en los asientos de pasajeros y por mi parte me coloco el cinturón.
Papá arrancó para ponernos en marcha a casa donde se encuentran mis abuelos, por un momento pensé que habría paz, no fue así, en plena carretera mis padres ya estaban peleando y discutiendo como de costumbre, sin importarles mi presencia, yo aún era muy pequeña vivir en una familia así, para estar cansada de esta vida.
Me puse a jugar con mis muñecas sólo para estar distraída un poco, empecé a crear en mi mente un bello escenario, y no me refiero a un paraíso donde existan criaturas fantásticas, sino un hogar de una familia feliz, suspiré de tristeza.
―¡Ya estoy harta de que nunca me tomes en cuenta! ¡harta de que nunca encuentres un maldito trabajo estable! ¡¿por qué demonios me casé con un inútil como tú?! —la voz chillona de mamá me aturdió y trayéndome a la realidad.
―¡¿Podrías calmarte ya?! ¡Estoy detrás del volante! —papá grita frustrado, mientras conducía e intentaba ver a través del vidrio que estaba siendo limpiado por los parabrisas.
Las ráfagas de viento eran demasiado bruscas, el frío era tan extremo que empañaba los vidrios y hacía visible nuestras respiraciones. Por fin ya cansada de oírlos pelear, me armé de valor para hablar.
―Papi, mami, por favor ya no peleen —supliqué triste.
―¡Tú no te metas, niña! —mamá de inmediato giró su cabeza para mirarme feo, como si quisiera asesinarme con la mirada. Un nudo se me formó en la garganta, me dolía bastante que la mujer que me dio la vida me gritara, un par de lágrimas descendieron de mis ojos y me desbordé en llanto.
―¡Oye, no te permito que le hables así a nuestra hija! —le gritó mi padre sin quedarse atrás.
―¡Yo sabré cómo le hablo! —volvió a vociferar mi madre.
Pasé mis manos por mis pómulos bañados en lágrimas para secarlas, fijé la vista al vidrio de enfrente, unos faros se aproximaban a nosotros y no eran de un vehículo pequeño, sino un transporte doblemente grande. El claxon del tráiler suena con insistencia en señal de alerta.
―Papá ¡¡cuidado!! —avisé señalando las luces poco visibles del tráiler.
Mi padre regresa la vista hacia en frente, no se había dado cuenta que las ruedas del coche se desviaron del surco que le correspondía, él quiso quitarse del carril en el que íbamos en sentido contrario, pero reaccionó muy tarde. Por instinto tapé mis ojos con ambas manos y escucho e incluso siento el violento choque que recibimos por parte del pesado transporte, también los gritos de mamá invaden mis tímpanos cuando el coche se vuelca; parece que hubo más colisiones de autos.
Un fuerte golpe aterriza en mi cráneo, por consiguiente mi vista empieza a fallar, se pone oscura con puntos blancos y en ese momento, todo se volvió negro.
***
¡Antes de leer! ¡No los voy a entretener mucho!
Esta historia se basa mucho en la realidad:
Esta es la primera novela que he subido desde mi adolescencia, la verdad es que la escribo con amor y con todo el cariño que se le merece, y espero que les guste.
NO haré escenas eróticas-hots o como quieran llamarle. Si vienes por eso, no lo encontrarás. Pienso que no es necesariamente obligatorio para tener una buena historia.