Forjando un nuevo comienzo, Saga Imperitus I

CAPÍTULO 3

Al día siguiente se despertó con la alarma del despertador. Tras vestirse se preparó un café que tomó con una pasta mientras veía lo que daban en la televisión. Apenas había menciones a su persona. Esa mañana la noticia eran los representantes de partidos planetarios alardeando de los excelentes resultados obtenidos por los suyos en otros planetas, a la par que esperaban resultados similares en Reguan-5 en los próximos comicios.

—De modo que a eso se debió todo lo de ayer, utilizaron mi caso para beneficio propio —exclamó enojado.

Entró en la página de la Alianza Colonial y en efecto, ayer se habían celebrado elecciones en cinco mundos; gracias a que los conservadores coloniales no alcanzaron el 51 % de votos, el resto de los partidos pudieron pactar para formar gobiernos afines a la ideología planetaria.

El timbre del interfono sonó llamando su atención. En la pantalla vio a los agentes de policía y les abrió de inmediato.

Del ascensor salieron dos agentes que le saludaron cortésmente al verlo en la puerta aguardando su llegada.

—Hola, les estaba esperando.

—Si les apetece, he hecho café, puedo ofrecerles una taza —dijo Mark.

—Se lo agradeceríamos, nos han pedido presentarnos a este servicio sin darnos ni tiempo a desayunar —respondió el mayor con educación.

—Pues pasen y tomen asiento a la mesa, enseguida se los traigo —propuso cerrando la puerta al entrar el último.

Volvió a la cocina para servir dos tazas de la cafetera que había hecho y las llevó a la mesa junto con una pasta para cada agente.

—Supongo que sus órdenes son llevarme cuanto antes a la lanzadera del espacio puerto, ¿no? —preguntó Mark.

—Gracias por el detalle del café. En principio tan solo son acompañarlo y asegurarnos que no le pase nada. Que sepamos la lanzadera esperará todo el día, puede tomarse su tiempo para recoger y terminar sus asuntos antes de partir a la Tierra —explicó el mayor de ellos.

—¡Tiene gracia eso tras lo de ayer!, aunque supongo que luego de conseguir sus objetivos, poco les debo de importar —replicó cerrando la página de la Alianza.

Mark era consciente de que los agentes no podían compartir su ideología, pero por el momento seguía vigente su libertad para expresarse con libertad ante los funcionarios.

—Tanto mi compañero como yo lamentamos lo que sufrió ayer; junto a otros compañeros no dudamos en defenderlo al ver lo sucedido. Por cierto, mi nombre es David y el de mi pareja Owen —comunicó el más joven.

—Se los agradezco a ambos. Ayer comprobé en primera persona a quien se le concedía la libertad de expresión y a quien no.

—Casi toda la policía es aún votante del conservadurismo colonial, al igual que usted supongo, aunque eso empieza a cambiar poco a poco por desgracia —intervino Owen.

Mark observó a los dos agentes durante unos segundos, antes de responder.

—Aunque el conservadurismo colonial ganase en todos los planetas de la Alianza, seguiría estando el problema de dos bandos enfrentados a nivel interplanetario, incapaces de entenderse.

El más joven lo miró pensativo por un momento y finalmente habló:

—¿Y qué opciones quedarían entonces?

—Puede que una o ninguna, ¡el tiempo lo dirá! Será mejor que haga mi maleta, si quieren más café, queda aún en la cafetera de la cocina —ofreció Mark.

—No alcanzamos a comprender a que se refiere con lo del tiempo, pero espero que aún no sea tarde. Respecto al café, este es mucho mejor que el de los replicadores, lo aceptamos con gusto —comentó David cogiendo la taza de su compañero.

Mientras los agentes terminaban su segunda taza, Mark terminó de meter en la maleta su ropa junto con los documentos y lo poco que tenía de valor en el salón de la vivienda.

—Recojo lo de la cocina y podemos irnos al banco —informó a los policías.

—Tómese su tiempo. Una vez deje el planeta, no podrá volver ni tan siquiera como turista —recordó David.

—Soy plenamente consciente de ello —replicó Mark con cierta tristeza. Se dirigió a la cocina, en donde lavó la cafetera antes de guardarla junto con el café en su caja, mientras, los agentes dejaron las tazas en el reciclador y le ayudaron a llevar sus pertenencias hasta su vehículo.

 

* * *

A diferencia de ayer, la gente pasaba junto a su vehículo sin hacerle el más mínimo caso, y los pocos que lo hacían, desistían de su actitud al observar su escolta policial. Cuando aparcó en la calle no lo reconocieron, solo se fijaron en él, y de manera discreta, al ver a los dos policías que lo acompañaban.

—¿No se suponía que ayer era el enemigo público número uno? —preguntó extrañado David.

Mark supuso a que se debía ese cambio, pero prefirió no compartirlo con sus guardianes.

—El banco es el de enfrente. Deben de tener preparado mi dinero —dijo señalando el edificio.

Nada más entrar, se encontró con un grupo de personas que lo esperaban, los policías de inmediato se dispusieron a protegerlo poniéndose en medio.




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