Fork Valley

3. Ley de hielo

—¿Quién carajos eres tú? —preguntó el hombre, frunciendo el ceño y viendo el cuarto detrás de ella—. ¿Y qué haces en mi habitación?

Bonnie sintió la rabia correr por sus venas. ¿Quién se creía que era para hablarle así? Una cosa era que el hombre luciera como un verdadero dios griego, pero si sus modales eran tan desagradables con alguien que no conocía en lo absoluto, no dudaba que fuera un verdadero cretino.

Y ella ya había tenido su buena dosis de idiotas en su vida amorosa como para saber cuando alguien no valía la pena.

—Bueno, no sé quién carajos eres tú, pero esta es mi habitación y fui invitada a esta casa —dijo, cruzándose de brazos y poniendo su frente en alto orgullosa—. Si tienes algún problema con eso, sugiero que hables con Vincent o Ludovica. Y por cierto, ¿qué haces en mi habitación?

El hombre bufo exasperado, copiando su gesto de brazos y arqueando una ceja oscura.

—Soy Massimo De Luca, el hijo de quienes te invitaron —dijo burlón—. Si acaso eso es cierto. Mira, no sé qué te dijeron, pero este es mi cuarto. Trabajo duro todo el año, y las vacaciones en Fork Valley son lo único que me mantienen cuerdo, así que apreciaría que te fueras. Muy lejos.

Bonnie soltó una risa, sin poder creer lo que escuchaba. ¿Acaso este niño rico suponía que solo él trabajaba duro durante el año? Ella trabajaba desde los dieciséis, llevando muchas veces el peso de mantener su hogar cuando sus padres perdían los trabajos temporales que conseguían.

—Lo siento, pero no será posible, bonito. Verás, yo también esperaba con muchas expectativas este viaje —Ella vocalizó las palabras con tranquilidad, queriendo molestarlo un poco—. Pero vi un sillón muy cómodo en la sala de estar, quizás podrías declararlo tu cuarto. O si no, hacer lo que cualquier persona piensa en hacer cuando no tiene un lugar donde quedarse: alquilar un cuarto de hotel. Estoy segura de que el pueblo tiene varios de esos.

Massimo frunció el ceño aún más, claramente enfadado con la respuesta de Bonnie. Era notorio que no estaba acostumbrado a que le hablaran de esa manera, especialmente no a ser rechazado de lo que él quería. Pero Bonnie no estaba dispuesta a dejar que ese mocoso rico la intimidara.

—No tienes derecho a hablarme así —dijo Massimo con frialdad—. Esta es también mi casa, y si alguien tiene que irse, serás tú. Iré a resolver esto ahora mismo.

Bonnie lo observó alejarse, sintiendo una punzada de miedo en su estómago. ¿Y si realmente lograba hacer que la echaran de la casa? ¿Qué iba a hacer entonces? Pero no iba a permitir que la doblegara tan fácilmente.

Así que tomó una decisión y corrió detrás de él, determinada a demostrarle que no era una miedosa. Al llegar a la cocina, encontró a Massimo confundido, doblado sobre la mesa y leyendo una nota.

Bonnie se acercó por detrás para intentar ver que decía. Con una bonita caligrafía que debía ser de Ludovica —Vincent no tenía tan buena letra—, la pareja mayor indicaba que habían salido al pueblo a buscar la cena. Y en esa nota estaba toda la prueba que Bonnie necesitaba, solo la nombraban a ella.

“Bon, siéntete como en casa” indicaba el pedazo de papel en manos de Massimo.

Massimo salió de la cocina enfurecido, dejando a Bonnie sola. Ella respiró hondo, tratando de calmarse y pensar en lo que iba a hacer. No podía permitir que ese niño rico la echara de la casa de sus padres, era su única oportunidad de tener unas vacaciones decentes en años.

Además, ella también tenía derecho a estar allí, al igual que él. No iba a dejar que la intimidara y la hiciera sentir inferior o menos merecedora.

Entonces volvió a su cuarto. Tomó su maleta y comenzó a deshacerla, decidida a hacer que su estadía en la casa fuera lo más cómoda posible. No iba a dejar que Massimo la hiciera sentir incómoda en un lugar que por el momento, se suponía era de ella.

Mientras colocaba sus cosas en el armario y en los cajones, Bonnie no pudo evitar sentir un poco de lástima por él. Era obvio que no estaba acostumbrado a no tener lo que quería, y debía de ser frustrante para él no poder tener su habitación de verano como siempre lo hacía. Pero eso no justificaba su comportamiento hacia ella, y Bonnie estaba decidida a hacerle entender eso.

Cuando terminó de guardar todo en los cajones del cuarto, Bonnie se sentó en la cama y suspiró. Estaba cansada después del largo viaje y la confrontación con el hijo de Vincent. Pero al menos ahora se sentía más preparada para enfrentar lo que viniera. Ya sea Massimo tratando de echarla de la casa, o cualquier otra cosa que pudiera surgir en su estadía en Fork Valley.

 

❄️

 

Después de un rato, Bonnie escuchó ruido en la casa y supo que los De Luca habían regresado. Ella se levantó de la cama y corrió las escaleras hacia el primer piso, dispuesta a enfrentar a Massimo y aclarar las cosas con la familia de su jefe.

Pero cuando llegó a la sala de estar, encontró a Massimo y a sus padres sentados en el sofá de la sala de estar, con expresiones serias en sus rostros.

—Bonnie, dolce, ven y siéntate —dijo Ludovica, sonriendo a Bonnie y haciéndole señas para que se sentara en una silla frente a ella.




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