Bonnie estaba emocionada de pasar la Navidad con la familia de Vincent en su bella y acogedora casa en Fork Valley. En un principio no lo hubiera creído por todo lo que le paso desde que puso un pie en el pueblo, pero después de haber pasado unos días juntos, ella se dio cuenta de que Massimo no era el chico arrogante que había pensado. De hecho, resultó ser muy amable y divertido de estar alrededor.
Eso no significaba que se enamoraría de él, pero podrían llegar a ser buenos amigos. Un romance con el hijo de su jefe solo podría traer desgracias a su puerta y carrera.
La familia de Massimo había preparado todo para celebrar la temporada navideña en grande. La casa estaba decorada con luces y adornos, y el aroma a canela y jengibre llenaba el aire. Bonnie se sentó junto al fuego con la pierna vendada mientras la familia cantaba villancicos y abría los regalos. El suyo había sido un suéter rojo tejido por Ludovica, con un venado verde en el centro acompañado por una “B”. Hace rato habían terminado de comer un verdadero banquete cocinado por Vincent y Ludovica, con pavo, ensaladas y muchísimas delicias dulces.
Su estómago se sentía tan lleno que podría explotar. Bonnie miro distraída la estufa, pensando en acostarse al rato, ya que el calor del fuego y los calmantes corriendo por su sistema solo la adormecían.
—¿Qué tal tu pierna? —preguntó Massimo, sentándose a su lado.
—Un poco mejor, gracias —respondió Bonnie, sonriendo—. Aunque creo que no podre esquiar por un buen tiempo.
—Bueno, al menos puedes disfrutar de los villancicos De Luca —dijo Massimo, devolviéndole la sonrisa—. ¿Qué tal tu familia? ¿Has hablado ya con ellos?
—Oh, sí, hace rato por videollamada —respondió Bonnie—. Mi hermana y mi padre han estado de compras a último momento por los regalos. Y por lo que tengo entendido, mi madre se distrajo cocinando todo el día para la noche. Serán solo ellos estas navidades, pero supongo que lo disfrutaran.
—Eso suena divertido —dijo Massimo—. Mis padres nunca olvidan comprar nada. Si fuera por ellos pienso que empezarían a comprar los regalos en septiembre. ¿Y la decoración? La adoran, podrían dejar las luces navideñas colgadas todo el año.
Bonnie no pudo evitar reírse. Era un aspecto de Vincent que no conocía antes de visitar Fork Valley, y ahora no iba a poder olvidarlo nunca. Quizás, incluso podría colgarle luces navideñas en su oficina al volver a la ciudad.
Los dos charlaron un rato más sobre sus planes navideños y lo que habían hecho ese día. Bonnie se dio cuenta de que disfrutaba mucho de la compañía de Massimo y de cómo podían hablar de cualquier cosa.
Sin embargo, no pudo evitar bostezar. Massimo golpeo su pierna con cariño.
—No sabía que tenía efecto calmante —Se burló, fingiendo llorar—. Debería agregarlo a mi curriculum, quizás así me asciendan más rápido a socio.
Bonnie golpeo su hombro.
—Idiota —respondió, con una sonrisa cansada—, ni siquiera así te ascenderían.
Massimo puso una mano en su pecho como si estuviera ofendido.
—¿Sabes? —dijo, acercándose como si quisiera decirle un secreto al oído—. Podría denunciarte por eso.
—¿Ah si? ¿Por qué me denunciarías? —Bonnie contesto con una carcajada
—Difamación, claramente.
La tensión entre ellos comenzó a aumentar, con Massimo inclinándose más cerca de ella.
—Creo que es hora de que me vaya a dormir —dijo Bonnie, levantándose del sofá con un poco de esfuerzo—. Ya no tengo energía para soportarte.
—¡Oye! —se quejó Massimo, ofendido. Luego, se levantó detrás de ella—. ¿Necesitas ayuda para subir las escaleras?
Bonnie asintió luego de dudarlo un poco y Massimo la ayudó a levantarse del sofá. Al llegar al árbol de navidad, oyeron unos fuertes silbidos provenientes de los De Luca, que ahora habían dejado de cantar villancicos desde la entrada de la cocina.
Massimo compartió su mirada de confusión, observando a Ludovica que seguía silbando.
—¿Mamá? —pregunto él—, ¿Qué sucede? ¿Por qué dejaron de cantar?
Ludovica sonrió con ganas, señalando el techo. Massimo y Bonnie levantaron la vista al mismo tiempo, viendo aquello que los condenaba.
Un muérdago, colgando orgulloso de la viga que recorría el techo sobre el árbol.
—¡Ah, el muérdago! —exclamó Ludovica aun manteniendo su sonrisa—. No olvidemos nuestra tradición navideña, ¿verdad? Si dos jóvenes se besan debajo del muérdago en Navidad, tendrán buena suerte durante todo el año.
Bonnie necesitaba de esa buena suerte. ¿Pero valía la pena arruinar todo por un beso? No quería perder esta naciente amistad con Massimo ni su trabajo, pero sí tan terrible era, ¿por qué Vincent los miraba orgulloso, como si fuera algo que él mismo hubiera planeado todo este tiempo?
A diferencia de ella, Massimo pareció no perder demasiado tiempo pensando. Sin dudarlo un segundo, y con la aprobación de sus padres, acarició suavemente la mejilla de Bonnie antes de acercarla hacia él. Con las manos en su cintura, Massimo acerco su rostro al de Bonnie, dedicándole una profunda mirada antes de besarla con suavidad.