Años atrás.
Grace.
Todo lo que un día soñé, lo vi como un desafío hasta que lo logré.
Desde pequeña, había anhelado ese amor que veía en las telenovelas junto a mis padres, un amor como el de ellos. Nunca me avergonzó ser cariñosa con las personas que quería y que formaban parte de mi vida.
Con el paso de los años, conocí a varios chicos. Algunos se convirtieron en buenos amigos, otros en algo más. Pero ninguno despertó en mí esa chispa especial, hasta que llegó él, con su aura de hombre prohibido y esa mirada que gritaba: "¡No puedes tenerme!".
Tenía dieciséis años cuando entró en mi casa por primera vez, acompañando a mi papá. Se presentó a la familia y se integró como uno más. Un año después, en mi cumpleaños, y sintiendo emociones que no debía sentir, mis labios buscaron los suyos. Cuando una de sus manos acarició mi cabello, atrayéndome hacia él mientras correspondía el beso, supe que mi corazón le pertenecería para siempre.
Jack Callahan se convirtió en mi obsesión: sus besos, su sonrisa, esas miradas cargadas de deseo cuando me pillaba observándolo, y su amor.
Una noche, al regresar al rancho y no encontrarlo, corrí a casa en busca de mi papá. Me detuve al ver a alguien salir con una maleta. Al acercarme, me quedé a un lado de mi mamá, quien me regaló una sonrisa triste.
—¿Qué está pasando? —pregunté, captando la atención de todos, incluyendo esos ojos verdes que tanto me gustaban.
Mi papá respondió: —Jack se irá por un tiempo.
—¿Por qué?
—Mi familia me necesita —dijo él, mirándome fijamente.
—Nosotros también somos tu familia —mi voz tembló, y las lágrimas amenazaban con brotar—. No te vayas.
—Es solo temporal, cariño, no te alteres —mi mamá se acercó y acarició mis brazos. Me solté y corrí de vuelta a los establos.
—Grace.
Oí su voz y me acurruque, abrazando mis piernas con la espalda contra la pared.
—No quiero irme sin saber que estarás bien.
Lo miré.
—No te importa si estoy bien o no. Vete.
—No digas eso —se arrodilló frente a mí, con la mirada fija en la mía—. Claro que me importas, tú me importas, Grace.
—¿Te importo?
—Sí.
Su mano se deslizó por mi mejilla, apartando un mechón rebelde, y con delicadeza secó mis lágrimas. Al sentir su contacto, cerré los ojos.
—No te vayas.
—Mi familia me...
—No es cierto —lo interrumpí—. Dime la verdad, Jack. ¿Te vas por lo que ocurre aquí o porque...?
Me acerqué hasta rozar sus labios con los míos. Ansiaba besarlo de nuevo, y estaba dispuesta a hacerlo, pero sus manos enmarcaron mi rostro, deteniéndome. Lo miré a los ojos y vi su negación.
—No me hagas esto, pequeña —su voz sonó ronca—. Eres importante para mí, toda tu familia lo es, pero no puedo aprovecharme de ti. Necesito alejarme antes de hacer algo de lo que me arrepienta. Eres la hija de mi mejor amigo, y así debe seguir siendo. Tienes que entenderlo.
Lo observé en silencio durante unos segundos antes de alejarme, secarme las lágrimas y ponerme de pie.
—Lo único que entiendo es que eres un cobarde. Sientes lo mismo que yo, pero tienes miedo —me di la vuelta para marcharme, pero me detuve en seco—. Espero que tu familia esté bien, y tú también, porque cuando regreses, yo ya no estaré aquí.