Grace
Me iba a casar.
Sí, por muy loco que sonara, esa era mi realidad. Habían pasado aproximadamente cuatro meses desde que me había comprometido con Adam Hawthorne y cinco años desde que había comenzado una nueva vida en Nueva York. Decidí estudiar repostería y ahora soy dueña de mi propia pastelería en un lugar muy concurrido de Manhattan.
—Todo listo —escucho decir a mi novio. Lo veo guardando las últimas cajas en su camioneta y sonrío cuando se acerca para darme un beso.
Adam era el tipo de hombre que te enamoraba cada día. Lo conocí en mi último año de curso, cuando su madre, quien había sido mi profesora, me invitó a realizar mis prácticas como repostera en su restaurante. No éramos tan diferentes: él se dedicaba a la empresa familiar y yo a lo mío. Gracias a él y a su valiosa ayuda, logré abrir mi pastelería rápidamente.
Hace cuatro meses, se arrodilló frente a mí con un anillo en sus manos y con toda su familia presente, lo cual fue una sorpresa para todos. Pero cuando dije que sí, con lágrimas en los ojos, y me besó después de colocar el anillo en mi dedo, la imagen del hombre que había dejado atrás hacía mucho tiempo reapareció en mi mente por un instante.
Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando me subo a la camioneta y él me sonríe antes de ponernos en marcha hacia Fort Worth: el pueblo de mis padres, el pueblo donde nací y el mismo que decidí dejar atrás después de que me rompieran el corazón por primera vez. No había regresado en todo este tiempo, y ahora lo haría para la cena de aniversario de mis padres, pero también para anunciar mi compromiso.
***
No puedo evitar que mi corazón se acelere cuando la camioneta recorre el camino dentro del rancho y se detiene frente a la casa que una vez fue mía, aquella en la que me crié y donde viví los mejores y peores momentos de mi vida.
Una pequeña lágrima se desliza por mi mejilla, y siento los dedos de Adam entrelazándose con los míos. Volteo a verlo y me sonríe.
—¿Estás bien? —me pregunta, besando suavemente el lugar por donde corría la lágrima.
Asiento.
—Hace mucho que me fui —susurro—. Me alegra volver.
Me secó las lágrimas antes de esbozar una sonrisa. Llevo mis manos a mi cabello y suelto la liga con la que lo había recogido durante el camino. Aunque me gusta llevarlo suelto, el viento solía alborotarlo y enredarlo, así que preferí recogerlo para evitarlo.
Le doy una última mirada a la casa antes de tomar mi bolso y bajar de la camioneta al mismo tiempo que Adam. Puedo ver a algunas personas trabajando en el rancho. Reconozco a algunas que me saludan, mientras que otras solo observan sin interrumpir sus tareas. Adam se encarga de bajar nuestro equipaje. Levanto la mano para tocar la puerta, pero antes de que pueda hacerlo, esta se abre, revelando unos intensos ojos verdes que me escanean de arriba abajo.
Siento que el corazón amenaza con salirse de mi pecho. La mano que tenía en alto regresa a mi lado, me aferro a mi bolso y quiero decir algo, pero las palabras se niegan a salir. Estoy a punto de correr de vuelta al vehículo y huir, porque nunca imaginé que la primera persona que vería al regresar sería precisamente la persona por la que me fui.
—Grace.
Su voz suena tan lejana que, por un momento, pienso que todo es producto de mi imaginación. Pero una mano en mi cintura me saca del trance, y volteo para ver a Adam sonriendo.
—Buenas noches —saluda a Jack, quien no había dejado de verme desde que abrió la puerta. Al escuchar la voz de Adam, dirige su mirada hacia él.
—Buenas noches.
—¿Dónde están mis padres? —me atrevo a preguntar. Jack me mira de nuevo y señala hacia el interior.
—Seguro que te están esperando.
Se hace a un lado, permitiéndonos entrar. Cuando lo hago, la puerta se cierra detrás de mí, pero al voltear, él sigue allí, observándome.
—¡Grace, cariño! —La dulce voz de mi madre hace que mis ojos vuelvan al frente y sonrío al verla acercándose. Me envuelve en un abrazo tan cálido que necesitaba desesperadamente. No había sido fácil estar lejos de ella durante tanto tiempo, y aunque hablábamos todos los días por teléfono, nunca sería lo mismo que estar aquí, abrazándola.
Mi padre aparece un par de segundos después, y prácticamente corro hacia él, siendo recibida por sus fuertes brazos que me sostienen con cariño.
—Te extrañé tanto, papi —digo en voz baja, con el rostro escondido en su cuello. Sus manos acarician mi espalda, y cuando me separo, deposita un suave beso en mi frente.
—Tú debes ser Adam —dice mi mamá, acercándose a mi acompañante y dándole un abrazo. Sonrío. Me separo de los brazos de mi padre para acercarme a Adam y entrelazo nuestros dedos antes de soltar las palabras que lo cambiarían todo.
—Él es Adam Hawthorne, mi novio y prometido —anuncio—. Nos vamos a casar en un mes.
Silencio.
Por un par de segundos, mis padres solo se miran entre ellos sin decir nada. La mirada a mis espaldas me hace voltear y encontrar al hombre que no se había despegado de la pared desde que entramos, pero ahora está erguido, mirándome sin siquiera pestañear. No puedo evitar sentir un nudo en el estómago.
—No lo puedo creer —Mi mamá es la primera en hablar, con una sonrisa en el rostro y algunas pequeñas lágrimas en los ojos. Se acerca y me rodea con sus brazos. Cuando se aleja, me toma de la mano y con la otra sostiene la de mi prometido—. Sabes que te llevas a una de mis bebés, Adam. Espero que nunca la hagas llorar.
—Mamá…
—Le juro que no lo haré, señora —responde Adam—. Y si algún día pongo lágrimas en los ojos de su hija, espero que sean de felicidad.
Mi mamá asiente, abrazándolo antes de separarse y voltear a ver a mi padre, quien nos observa de brazos cruzados.
Empiezo a pensar que mi padre sí está molesto, ya que no muestra ninguna señal de alegría. Pero, tras unos segundos, sonríe, se acerca y me abraza. No puedo evitar soltar el aire que había estado conteniendo por los nervios.