Fortaleza de Dragón

CAPITULO 11

Códice etéreo: Juramento al Trono

Apartado 10: “Juramento del soberano hacia la corona”

“Cualquier soberano que haya cometido traición a su pueblo por pactos

Demoníacos deberá ser sometido sin objeción ni resistencia, a su destino

Como proveedor de la preservación de la sangre real mediante una unión

marital sin importar su opinión o deseo.”

“Dorada”

Kate

Mis parpados pesan, como si aquella noche en la que todo cambio se aferrara a ellos, tan pesada, tan cruel, que la luz que pasa entre las rendijas de mis pestañas es como un castigo.

¿Dónde estoy?

La luz cálida que alumbra a todos una vez más, va y viene entre luz y oscuridad ante mi vista. Mis parpados no saben si abrirse ante la luz o sumergirse de nuevo en la oscuridad. Mis músculos están entumecidos, como si hubiera caído de un acantilado y cada hueso de mi cuerpo se hubiera roto, dejándome sin la oportunidad de moverme.

La habitación blanca me llena de imágenes crueles: el fuego, el carruaje, mi familia. La diferencia es que ahora no los busco sin saber dónde están, sino que los veo morir en las garras de ellos. Doy un brinco en la realidad, como la primera vez que desperté, buscando respuestas desesperadamente, al no saber, que sucedió en el accidente.

— Tranquila, pronto viene el capitán Buster. — giro rápidamente mi atención hacia la voz y veo a un chico de piel blanca, con el cabello corto y despeinado. Podría jurar que ayer su cabello era negro, como sus ojos profundos, pero ahora que lo observo mejor, es negro cenizo.

Mi respiración vuelve a la normalidad. Saber que Buster y él están bien, después de que sucedió en la noche anterior. Me alivia.

— ¿Lucas? —suelto con cierta duda. Los recuerdos sobre los demonios son algo borrosos, pero la plática agradable que tuve con él, después de todo lo que sucedió, es tan clara, que es imposible que recuerde mal su nombre.

Él deja de limpiar su espada para prestarme atención, aunque su apariencia a simple vista es muy seria y madura, al escucharme, noto que sus ojos tiemblan, como si no entendiera o se pusiera nervioso al hablarle por su nombre.

— Eh, si, ¿Por qué me preguntas?

— Quiero saber ¿qué haces aquí? — pregunto. Ante ello, sus labios se curvan en una sonrisa amigable, como si hubiera contado algo gracioso solo para él. Su acción me confunde, pero me relajo al ver su radiante sonrisa, que brilla por los rayos de sol que entran por la ventana. Me recuerda, con cariño y a la vez con desilusión, aquella sonrisa que antes iluminaba mi mundo, llena de ilusión y calidez, siempre que pronunciaba mi nombre.

“Kati”

— Estoy aquí, porque ayer no me soltabas, y cada vez que el capitán Buster trató de tomarte y alejarte de mí, solo te aferrabas más a mi cuello, así que fui arrastrado por ti princesa.

— Lo siento. —Mis facciones se tornan pesadas ante el castigo del recuerdo, pero aún asi, mis labios y mis ojos esquivan aquel ardor con una sonrisa convincente en disculpa. No quiero recordar frente a él, mi pesar andante, que me sigue todos los días, sin descanso. Trato de pensar en otra cosa jugando con mis manos, pero las imágenes ahí siguen ahí, cayendo sobre mí con una crueldad impecable recordándome la dura verdad de lo ocurrido.

— No te preocupes. Después de ayer quiero estar aquí. — Me mira directamente como si indagara en mi interior. Evito su mirada solo un segundo. No quiero que lea mi rostro, porque no sé, si he logrado engañarlo. Él sigue limpiando su espada, a primera vista es como todas, normal, pero si la observas a detalle es tan mística como ninguna. Su hoja brilla con un resplandor azul con blanco, como si una energía emanara a través de ella. No sé si es normal que lo vea, o aún sigo adormilada, pero es increíble.

Los grabados que recorren el metal son detallados, figuras de dragones enroscados que se extienden hasta la empuñadura, completando la majestuosidad de la hoja. Esta cubierta de símbolos y patrones que parecen esconder secretos.

— ¿De dónde sacaste esa espada?

— La encontré y no te la daré, así que aparta tus ojos de ella. — Advierte al instante, guardando su espalda en su funda de cuero, como si de verdad se la fuera a quitar o pedir.

— Ni siquiera la quiero. — Respondo rápido. No puedo creer que sea asi de envidioso con su espada. — Es fea, por eso preguntaba.

— Eres una mentirosa, sino despegabas tus ojos llenos de deseo por tenerla.

— Era curiosidad genio. — Me defiendo. Es increíble como en un momento cambió de actitud, y solo por su espada. Si está bonita pero está exagerando, yo la única que deseo llevar conmigo es la de mi hermano.

— Pues aparta tu curiosidad brillante de mi espada.

— Bien, ya no la veré. — Aprovecho la oportunidad de la conversación como excusa para darle la espalda antes de que sea demasiado tarde, y mis lagrimas no puedan ser controladas. Intento contener mi pecho, que se aprieta y se contrae desde adentro para evitar un drama. Esto es patético, yo soy patética. ¿Cómo pueden herirme tanto unas simples palabras pensadas por mí?



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En el texto hay: dragones y magia, hermano, fantasia demonios

Editado: 18.02.2025

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