Códice etéreo: Juramento al Trono
Apartado 5: Purificación de Traidores
“Aquel que, habiendo servido al reino, lo traicione aliándose
con el enemigo o fuerzas del abismo, será despojado de todo título,
posesión y honra, y su memoria será borrada de los registros del reino.”
“Sonaja”
Kate
El viento frío roza mi piel una y otra vez como si quisiera congelarme, pero más allá de que tiemble, lo siento agradable y reconfortante, recuperando mi fuerza, mi instinto.
El azul oscuro junto con los puntos brillantes es lo primero que veo al abrir los párpados.
Me balanceo hacia delante con pesadez. Volteo de un lado a otro observando lo que hay alrededor y al bajar la mirada al suelo admiro el huevo rojo que está a mi lado.
Lo tomo con ambas manos y solo con mis piernas me levanto. No tengo idea cuánto tiempo llevo dormida, pero al ver la luz nocturna comienzo a caminar de vuelta sin soltar a Fallriptar.
Doy un paso tras otro, mi cuerpo esta débil, me pesa avanzar, arrastro casi mis pies es como si me tomaran de los tobillos prohibiéndome mover con facilidad.
Salir de la naturaleza de Fallriptar fue agotador, pero al pisar de nuevo zona verde una oleada de alivio invade mi cuerpo.
El camino de regreso se me hizo eterno más no cansado, mi cuerpo y fuerzas se recuperaron con mi andar.
A cada paso, la brisa se volvía más helada como si entrara a un territorio distinto al de Fallriptar, y junto a ella, un olor a madera quemada comenzó a colarse en mi nariz, haciéndola picar. Seguí aquel aroma, desviándome de mi camino como si algo invisible me guiara hasta que, entre las sombras, apareció una pequeña fogata que apenas lograba mantenerse encendida. Frente a las débiles llamas, Eros dormía, hecho uno ovalo, abrazándose a sí mismo como si buscara calor en sus propios brazos.
Me sorprendo al verlo. No puedo creer que siga aquí después de tanto tiempo. Camino con rapidez hasta la fogata que se apaga al verme llegar y me coloco detrás de él para hacerlo reaccionar.
— Eros — Lo muevo con desesperación al ver su rostro pálido y labios azules — Eros — vuelvo a intentarlo, pero sigo sin respuesta. A Fallriptar lo pongo en el suelo y lo muevo con más fuerza al ver que apenas logro moverlo por lo congelado que se encuentra.
— Ese niño está a punto de morir — Escucho una voz clara y miro a todos lados, pero no veo a nadie, la oscuridad no me lo permite alterando todo mi interior — La naturaleza de nosotros los guardianes siempre mata a los intrusos que no deberían de pisar tierras sagradas. — Mi pulso se altera al oírlo, pero comprendo enseguida que quien me habla es Fallriptar. En seguida comienzo a revisar su pulso en su brazo, cuello, pero no lo encuentro, lo que provoca que todo en mi interior se vuelva un caos poniéndome muy nerviosa.
Acerco mi cabeza a su pecho buscando un latido solo uno, pero no lo escucho.
¡Maldición!
— Deberías de sacarlo rápido. — Tomo a Fallriptar y abro los brazos de Eros encerrándolo en su pecho para que lo caliente de nuevo. — Asi no funcionan las cosas, quítame de aquí.
—¡Solo caliéntalo! — Grito al no saber que hacer para que su pulso vuelva. No puedo creer que aquí haga frío porque para empezar está fresco, pero…
¿Cómo fue que Eros terminó congelado?
—¡Hazlo tú! — Ruge dentro de mi y lo quito al ver que no quiere cooperar. Coloco mis manos por su pecho y comienzo a tratar de reanimarlo dos, tres veces para después poner mi cabeza sobre su pecho helado.
No puedo irme con él sobre mis hombros muerto y tampoco puedo dejarlo aquí.
¿Qué le diré a Buster?
Vuelvo a intentar reanimarlo y vuelvo a buscar su pulso, pero la desesperación me corrompe — ¡Quien te dijo que vinieras! — grito al no encontrar nada, sintiendo esa impotencia de tener que llevar un muerto sobre mis hombros. — Eres un idiota. — vuelvo a reanimarlo y a colocar mi cabeza sobre su pecho, pero...sigo sin escuchar nada.
— ¿Necesitas ayuda? — No veo a nadie. Sé que en mi destino este pelear con Eros, pero eso no quiere decir que quiero que muera.
— N-No reacciona — Busco entre la oscuridad temblando.
— Déjame ver — Una sombra negra se acerca y con cada paso aquel rostro se vuelve más claro. Deja su huevo blanco al lado del mío y yo me hago a un lado sin quitar la mirada de Eros.
—¿Puedes mirar a otro lado? — Lo miro. A pesar que la capucha cubre gran parte de su rostro, alcanzo a distinguir el destello plateado de sus ojos grises — Le quitaré un poco de ropa y no quiero incomodarte.
—¡O-oh! ¡S-sí!..— Respondo patéticamente y me pongo de pie rápido dándole la espalda. Por un breve instante, antes de que me levantara puede alcanzar a ver la palidez de su piel, tan blanca como la nieve y la caída de su cabello alborotado gris.
—¿Y tú quién eres? —Pregunta con voz baja y fría. Podría parecer que lo hace por cortesía, como si en realidad no le importara el conocerme, pero hay algo en su tono, apenas perceptible, que trasmite una sinceridad oculta.