Juliet se asomó por la grieta de la podrida pared de madera. Lo único que podía escuchar eran los sollozos y los ruegos de una pequeña familia que estaba ahora expuesta en plena plaza de rodillas, mientras un oficial les amenazaba con un arma de fuego. Un oficial que no pertenecía a la guardia del reino.
La gente del aquel pobre pueblo rodeaba aquella horrible escena amontonándose. Juliet sentía como la tensión y la ansiedad que provocaba dicha situación afectaba a los testigos que la observaban horrorizados.
Cuando todo parecía estar saliéndose de control, Juliet se preparó. Tomó su cabello rizado y lo ató en una coleta alta. Con su mano derecha sacó lentamente una flecha del carcaj que llevaba en la espalda. La colocó en el arco, la tensó, apuntó y finalmente la soltó. Segundos después, el caos y pánico dominó en el lugar. Entre gritos y llantos angustiados, todos se esfumaron, incluyendo a la familia que estaba a punto de ser sentenciada. Cuando estuvo segura de que ya no quedaba nadie en la escena, salió de su escondite y se acercó.
Sin cargo de conciencia alguno, miró al oficial, quien ahora estaba en el suelo en una posición bastante extraña. Le arrancó la flecha del cuello, provocando que la sangre emanara a borbotones de la herida, acompañado por un grotesco chapuceo. Sacó un paño de su bolsillo trasero, limpió lo mejor que pudo la sangre y la volvió a colocar dentro del carcaj. Hurgó en los bolsillos ajenos hasta encontrar lo que buscaba. Lo sacó y examinó el pedazo de papel doblado y amarillento antes de guardárselo en su propio bolsillo. Luego se alejó lo más que pudo de la escena del crimen que ella misma había cometido.
Killian la esperaba en la taberna que usaban como lugar de encuentro. Era el mejor sitio para dialogar con tranquilidad y sin tener que preocuparse de que sean escuchados por oídos enemigos.
Al entrar, lo pudo encontrar en una de las muchas mesas de madera, la más alejada de todas ellas. Su cabello negro, ya algo largo y descuidado, caía por todas las direcciones posibles, como si no lo hubiera cepillado en mucho tiempo, y las ojeras que tenía bajo sus ojos eran aún más notorias que cuando le vio por primera vez.
-¿Lo conseguiste?- Preguntó al verla mientras se levantaba de su asiento.
Juliet casi suelta una carcajada al ver la impaciencia del otro, la cual lo hacía parecer a un niño pequeño.
Sacó el papel del bolsillo y se lo entregó. Killian lo tomó y lo estudi antes de abrirlo y mostrar el mapa completo de todo el reino.
-Pareces sorprendido.- Dijo Juliet al ver el suspiro que salió de los labios del caballero, delatando que tal vez no había confiado del todo en la asesina. Él le devolvió la mirada apenado.
-Ya no se ven muchos como este.- Mencionó sonriéndole tristemente. Juliet supo lo que quería decir en realidad. Ya casi no quedaban mapas, ni libros, ni siquiera documentos históricos. Lo habían quemado todo después de la muerte de la reina. El mismo rey había dado el mandato en un intento de opacar lo que el reino había sido alguna vez. Y los pocos archivos que sobrevivieron se encontraban ahora escondidos en manos enemigas.
Killian colocó el mapa sobre la mesa de modo que ella también pudiera verlo. Cuatro círculos escritos con tinta roja estaban distribuidos por todo el maltratado mapa. Uno de ellos se encontraba al lado derecho marcando el Bosque Infinito, dos más marcaban dos cabañas en el noroeste y por último uno que marcaba un árbol gigante en el norte.
-¿Dónde crees que esté?- Preguntó él examinando cada detalle.
La respuesta de Juliet tardó en llegar, esta también miraba el mapa con atención.
-No lo sé, podría estar cautivo en cualquier lugar. Puedo investigar más sobre el mapa, aunque eso tomaría tiempo.- Explicó. Killian asintió. En su mirada Juliet pudo notar un dejo de decepción al no encontrar una pista sólida que le ayudara a encontrar el paradero del príncipe.
El cuerpo de Killian se tensó notablemente, así que Juliet, extrañada, siguió la mirada de él hacia el mapa para ver lo que sea que le hubiera afectado. Juliet maldijo en voz baja mientras chasqueaba la lengua. En el borde del mapa había unas pequeñas manchas rojas. Sangre del oficial caído. Los ojos del joven caballero relampaguearon antes de encontrarse con los de Juliet.
-¿Lo mataste?- Juliet se mordió el labio inferior evitando responder. –Lo prometiste.-
-No tenía otra opción.- Respondió indiferente mientras apartaba la mirada de los ojos de Killian.
-Siempre hay otra opción.-La asesina se negó a mirarlo, así como aceptar lo que este estaba diciendo. A los ojos de Juliet, Killian era demasiado bueno para ser un caballero de la guardia real, y él no había pasado por lo que ella tuvo que lidiar desde temprano. –Ellos solo siguen órdenes.-
-Sí, del enemigo, Vincent.- Dijo ella a la defensiva. –Además, estaba a punto de matar a sangre fría a una familia entera. Era él o ellos.-