Fortuna y Conflicto

Capítulo once: Ante la nueva comunidad

Capítulo once: Ante la nueva comunidad

Ninguno de los dos mencionó nada sobre la noche anterior, siempre ocupados manteniendo a raya sus pensamientos, huyendo de lo que sentían; pero fue diferente, porque no se ignoraron, no se evadieron, no había silencios incómodos. Solo la placentera compañía del otro.

Había sonrisas cómplices, miradas dulces que no terminaban de expresar más que eso, cariño fraterno. Aymer ya ni siquiera sentía vergüenza de mostrar aquel lado amable que tenía, solo con ella. El sentimiento de culpa, sin embargo, seguía ahí depositado, en el fondo de su alma.

Nalyo observaba su entorno, ellos, tan embalsamados en el otro, ni siquiera se dieron cuenta de su expresión confusa, como si no estuviera seguro por cual camino seguir. Y gracias a que no había confianza suficiente, y el hongo era conocido por su perfeccionismo y su síndrome de poder hacer todo solo, los guió por un camino del que no estaba seguro.

Ellos no notaron irregularidades, simplemente lo siguieron de cerca, obedeciendo a sus instrucciones, manteniendo a raya las conversaciones innecesarias. Se dieron cuenta de su expresión cuando se toparon con algo que no debían haber encontrado: otra comunidad.

A diferencia de los melkree, no era una comunidad diminuta que podrían rodear, era mucho más grande, incluso más grande que ellos.

Aquellas criaturas parecían impacientes, unos metros más grandes que ellos, la mitad de torso para arriba parecían hombres comunes, más grandes y altos, y de la mitad para abajo tenían patas de caballo.

Habían cabañas, hechas con paja y madera, establecidas por toda la región. Si querían seguir, debían atravesar toda su comunidad, pero algo en sus expresiones les decía que no eran las criaturas más amables que encontrarían.

La entrada a aquella sociedad estaba claramente marcada con una estructura, alzada orgullosamente desde la tierra, hecha de madera que lucía realmente resistente. Nalyo dudo, pero no sabía por dónde volver, después de ser cuestionado, admitió que estaba perdido. Ambos jóvenes perdieron la esperanza de evitar aquella locación, había algo en el ambiente que los hacía sentir asustadizos. Quizá era lo enorme que todos eran. Sus figuras curiosas y de tamaño captaron la atención de los locales de inmediato.

Almer se colocó frente a Loralin en cuanto uno, que parecía un guardia, se acercó a ellos con pasos firmes, un semblante serio, con las cejas fruncidas, y una lanza que parecía hecha artesanalmente.

— ¿Quienes son y qué asuntos tienen aquí? — cuestiono, con la voz más grave que hubieran escuchado nunca. Almer se armó de valor, aun protegiendo a la chica detrás de él.

— Somos viajeros, nos hemos perdido y necesitamos seguir el camino que cruza su pueblo para continuar nuestro recorrido. — Probó, con suerte, no les harían daño. Daba respiros rápidos, tratando de calmar sus propios nervios. Loralin apretaba su camisa desde atrás, también presa de la ansiedad y la incertidumbre.

El centauro los miraba con duda, frunciendo ambos ojos, con cara de pocos amigos, les dio una mirada de arriba abajo, ya había notado sus piernas extrañas y su tamaño, como niños para los de su aldea.

Le hizo una seña a otro, que corrió dentro de unas de las cabañas de manera apresurada. Almer no podía ver mucho, ni tampoco entender lo que sucedía. Aun así, mantuvo la calma, un respiro profundo a la vez.

Nalyo ya estaba sobre su hombro, demasiado diminuto como para intentar algo. Loralin espiaba a través de su hombro, cada vez más curiosa.

— Son unas criaturas muy extrañas, mi líder decidirá qué hacer con ustedes, andando. — dijo el mismo centauro, cuando llegó el otro. Los guiaron, empujándolos con más delicadeza de la acostumbrada, pues eran en verdad pequeños a comparación y no sabían cómo debían ser tratados los intrusos.

El centauro que vieron lucía más maduro, con el cabello recogido en un moño, lucía sedoso. Ojos con algunas líneas de expresión que agregaban edad, pero no demasiada. Dentro de su cabaña todo era extraño, tenía algunas hierbas ardiendo en lo que parecía una mesa, y olía bien, a Loralin le recordó a la bruja, se preguntó si aquella criatura cumplía una función similar a la de la bruja en su pueblo. Mientras más lo observaba, se daba cuenta que no daba tanto miedo. Aun si ambos seguían tensos, aquel que asumieron era el líder les dio una sonrisa cálida.

— Les pido disculpas, viajeros, mis guardias nunca habían visto nada como ustedes antes, por eso los tratan con hostilidad. — Su voz era suave, casi amable, y hablaba con una tranquilidad que les pareció externa a todo lo que habían visto hasta ahora.

Almer pensó por un momento sobre lo que había hablado con el sabio de los melkree, sobre que ellos eran la única especie inteligente dentro del libro. ¿Por qué los centauros tenían una sociedad más parecida a la del mundo exterior? ¿Cómo lo explicaba? ¿Le había mentido?

No podía ni pensar con claridad, tenía más dudas generandose en su mente, y parecía ser costumbre que nadie las respondiera. Se sentía aturdido.

— Veo que traen un Melkree con ustedes. Han caminado bastante. Y sin duda no son de por aquí, pero cualquier tonto se daría cuenta de eso. — continuó, hablando despacio, con ese tono todavía amable. Les descolocó la falta de condescendencia. Pero no les disgustó, era bueno para variar que alguien fuera amable y no los tratara de ahogar o comérselos.




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