El momento ha llegado
Pasaron varias Azurzas desde la culminación de una de las asambleas más largas que presenció Elfman fuera de un Lapso. Fueron entones horas que parecían incontables e inacabables para las mentes y percepciones de los Elfmanian.
Para ellos la única razón que rondaba por su mente era que él nuevo sucesor se había encontrado y que la destitución del cargo más honorable en el universo y los cientos de lugares inexplorados del mismo se acercaba. Si bien era cierto que sus pensamientos no estaban tan alejados de la realidad, no era verdad que solo era uno, pero eso no quería decir que para los ministros pasara desapercibido cuando su preocupación no solo iba por el camino de saber si los candidatos a sucesores sobrevivirían, sino que estaban más presente el hecho de cómo sus pobladores reaccionarían.
La vida marchaba igual que cada amanecer dentro de Elfman, pero con el toque de tristeza de saber que MystῘcus, el hombre al que les había defendido en numerosas ocasiones de las manos de Kiebuck estaba a punto de partir.
Al final era motivo de gloria y tristeza saber que el siguiente en protegerles había sido encontrado.
Por los pasillos del gran palacio las cosas eran ajetreadas entre la preparación de una de las máximas ceremonias junto con la celebración de la bienvenida al nuevo protector, también tenía mucho peso el hecho de poder obtener un plan perfecto para interceder entre las vidas de estas ocho personas que se habían convertido en la esperanza de no solo Elfman y los mundos restantes, sino en del universo entero ante la posibilidad, aunque mínima, de acabar con Kiebuck.
Esta era la primera vez desde su creación, desde que dio el primer paso que dio que había una posibilidad de poder acabar con él; así que las estrategias que los traerían a Elfman debían ser planeadas minuciosamente y ser implementadas a la perfección.
Había personas caminando de un lado a otro recorriendo los cientos de habitaciones que se encontraban dentro de las pareces del palacio y otras cuantas caminando y ayudando a las tareas más secretas que se pudiesen albergar tras las puertas que se encontraban más allá de los confines más oscuros de este.
Pero esas tareas se vieron interrumpidas cuando a lo lejos el grito de una Elfmanian se escuchó tras una de las tantas puertas donde el paso era restringido. Era el grito de Sengua una las sirvientes más fieles que pudo haber tenido MystῘcus, los ministros y todo Elfman.
Fue desgarrador el sonido proferido desde su boca, pero todo indicaba que el único ser que se tenía prohibido salir del palacio era el causante de dicho grito. MystῘcus concentrado en la planeación de la misión más importante de toda su existencia se detuvo abruptamente tras sentir el dolor y la sensación de sufrimiento, dejando de manera rápida toda concentración y actividad de planeación de estrategias para acudir al grito de ayuda.
No necesitó preguntar qué era lo que había sucedido, el mismo grito que todo el palacio había escuchado era muy bien conocido por MystῘcus, sabía de las funciones que ella cumplía ahí y que era la única capaz de no caer ante las trampas mentales de lo que parecía uno de los aliados más fuertes de Kiebuck, aunque su altanería lo había llevado a ser atrapado por las tropas de Elfman y encarcelado con ayuda del poder de MystῘcus.
Iniciando así un proceso doloroso para debilitarlo y hacerlo hablar y sacar información de su boca sobre donde se resguardaba Kiebuck. Este tipo de incidentes ya había sucedido anteriormente en más de una ocasión, donde ella salía lastimada de gravedad detrás de aquella puerta en la cual nadie podía entras más que él y Sengua.
Sin pensarlo dos veces acudió al llamado de ayuda de Sengua para salvarla y evitar la pérdida de uno de los guerreros más valientes de todo Elfman. Su respuesta fue tan apresurada que no se detuvo a pensar en lo peligroso que era dejar a la vista de todo sirviente no digno de su entera confianza las estrategias de extracción de los nuevos sucesores.
Los sirvientes lo miraron corriendo con gran rapidez hacia lo que muchos solo hacían pasar una gruesa muro de piedra, y desvaneciéndose entre ella dejando estupefactos a todos.
Cuando por fin llegó al lugar encontró el cuerpo casi inerte de la mujer bajo una mirada llena de dolor y malestar, él no resistió mucho y dejo ir su furia contra el prisionero.
─Has actuado de una forma vil y no placentera para las normas de Elfman causando de esta forma un enojo que con el pasar de los segundos Elfmanian incrementa de manera desesperada ─dijo caminado hacia los barrotes que limitaban su contacto con el exterior ─. Sabes que soy un hombre con paciencia, pero esta actitud tan infantil solo está causando que cada vez pierda la poca compasión y lástima que por ti siento y me vea en la necesidad de dejar caer mi furia sobre ti.
Caminó hasta estar demasiado cerca del límite.
» Pero no soy ese hombre al que colmaras la poca bondad que se puede tener hacia ti y termine atacándote sin oportunidad de dejar que te fortalezcas ─dijo mirándole con desprecio ─, te dejare secar lentamente como lo he hecho en los últimos siglos, hasta que decidas hablar y digas donde se encuentra ese ser despreciable.
─Morirás sin saber dónde se encuentra el gran Kiebuck ─Le respondió con tono burlón y se acercó a los barrotes que los separaban ─, de mi boca no saldrá una palabra que te revele lo que deseas.