El ocaso y el alba
Luego de lo que pareció ser el día más cobarde y lleno de debilidad de alguna manera u otra todo pareció tomar su lugar de manera aparente. Juvia y MystῘcus cruzaron sin problema alguno el portal llegando al destino que les había prometido Erza, y aunque para él tampoco le había supuesto ningún problema volver abrir un portal que le llevara al mismo lugar en donde había iniciado el problema, tuvo que demorarse en el lugar para hacer olvidar a todos los que había sucedido.
Por unos minutos se detuvo a pensar a qué lugar Juvia había mandado a los hombres que ahora representaban una amenaza para Elfman, pero sobre todo una ventaja para Kiebuck.
Quiso por un momento ser más valiente y arriesgarse a buscar a aquellos para borrar todo recuerdo que pudieran tener de este día, de su rostro y de los rostros de las cuatro personas. Con la duda en su mente decidió mejor expandir el área del olvido y de esas forma pensar, aunque sea para complacerse por unos segundos que a ellos llegaría el olvido y todo quedaría en un mal recuerdo para posteridad de Elfman y de aquellos que estuvieron involucrados.
Cruzó el portal y con él dentro este se cerró sin dejar rastro de que estuvo ahí, en el momento en que llegó al palacio encontró los Guardianes con sus lanzas en mano y el rostro rojo; los miró durante varios segundos antes de ordenarles que lo siguieran. Los Guardianes comenzaron a caminar detrás de él en silencio en espera y rogando que no los delegaran de sus puestos como Guardianes del palacio.
─Su actitud fue la peor que pudiera presenciar en todo lo que llevo de ministro y en toda mi vida ─comenzó a hablar ─, sin embargo, aunque comprendo que es imposible que exista alguien sin ningún miedo, su actitud fue deplorable y completamente decepcionante para mí, para el gran MystῘcus y para todo Elfman.
─Realmente nos encontramos arrepentidos ─comenzó a hablar uno de los Guardianes.
─Su arrepentimiento no bastará para emendar su cobardía en esta ocasión ─contestó ─, serán relevados de sus puestos dentro del palacio y serán confinados al área de entrenamientos.
─Pero señor ministro…
─Será mejor que guardes tus palabras para cuando sean requeridas, Guardián.
La sugerencia de Erza hizo al joven callar y solo dedicarse a caminar, se detuvo en la puerta del sanatorio y los miró.
» Estas son las consecuencias de los actos que cometieron ─habló ─, no pretendo ser cruel a relvarlos de sus puestos, soy justo al tomar la decisión de consignarlos a ese puesto y esa área. En el momento en que demuestren que pueden controlar sus emociones y mostrar objetividad y taciturnidad en sus rostros puede que vuelvan a cuidar del palacio como lo habían hecho hasta el momento.
─Sí, ministro.
─Bien ─dijo Erza, dejó mirarlos y empujo la gran puerta ─, ahora vaya con el jefe guardián y díganle que vaya a verme a la biblioteca.
Una vez finalizó entró al sanatorio y se encaminó hacia donde todos estaban, hacia la habitación que nadie que no fuera Gerandius, los Guardianes, los tres ministros y MystῘcus podrían entrar. No fue excepción que en esa ocasión los demás sanadores e incluso aquellos sirvientes que se encargaban de mantener la limpieza del lugar se preguntaran porque el misterio y el derecho de admisión hacia esa habitación.
Aquellos de quienes sospechaban los ministros y el gran maestre dudaban y querían averiguar a toda costa que es lo que escondían del pueblo Elfmanian, incluso la misma Sengua se preguntaba qué es lo que sucedía detrás de esas puertas y porque no había visto a su amigo MystῘcus desde que despertó.
La situación parecía no ser favorable para los recién llegados, pues todo apuntaba a que habían entrado en un profundo sueño como modo de protección. Y aunque la verdadera duda se enfocaba en como despertarlos de aquella protección antes de que de la vida de MystῘcus llegara a su fin, lo que les llenaba de curiosidad era el hecho de haber creado un escudo de protección tan fuerte, porque sabían que detrás de todo escudo de protección debía existir una razón para que llegaran al extremo de encapsularse de esa manera.
─ ¿Cómo los despertaremos? ─preguntó Gerandius ─, de alguna manera u otra no aceptan el suero que los mantiene hidratados o las vitaminas para subir sus defensas.
» Al paso que van morirán por desnutrición y deshidratación.
─No saquemos conclusiones aun ─habló Juvia ─, debemos esperar a mañana y ver si hay alguna novedad sobre su estado.
─Tiene razón Juvia, Gerandius ─habló Erza.
Con la llegada del ocaso el primero en cuidar de la salud y el progreso del tercer poderoso y de los dos sucesores recién llegados fue Juvias. Él pasó la noche caminando de un lado a otro de la habitación ya sea conversando con Nictofilia o vigilando que la mente de lo que parecía un perturbado Estigmatofilia no decidiera cometer un error del que seguro se arrepentiría en el futuro.
Cuidó del sueño de Nictofilia y admiró la paz que en su rostro se había instalado, paz que no estaba cuando la conoció. Quiso en ese momento pensar en que todo podría ser, en que todo lo que estaba prohibido y fuera de su alcance se volvería un opción a considerar.
Los deseos de su alma se hicieron tan grandes que llegó a considerar robarla para ser feliz con ella, aunque eso significara de la traición, uno de los actos más grandes. Se levantó del lugar en donde había permanecido sentado para observarla y se acercó a ella para besar su frente; luego de besar su frente se sentó a lado de su cuerpo dormido y permaneció ahí, mirando a la oscuridad que no era participe del toque de Azurza y de mágica luz azul.